Capítulo 7.

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Desperté a las 4:45 am, tengo clase y me duele todo. Es doble jornada e iba a ser un día muy largo; los viernes es mi día más confuso de la semana, tengo materias que odio y amo a la vez, así que no sé cómo calificar este día. Me levanté de la cama, y me fui directamente a bañar, al salir de la ducha me vestí, fui a cocina a buscar algo de comer, me cepillé, cogí mi bolso, mis llaves y me senté en la entrada de mi casa a esperar el bus. Al rato vi que se asomó, así que me levanté, cerré la puerta, me despedí y emprendí camino a la escuela.

Mi primera clase fue química, no sabía ni como sentarme en el pupitre sin tener que quejarme, era súper incómodo, no sabía qué hacer, me dolían mucho las piernas, me sentía tan delicada y yo siendo siempre tan basta y dura; ni siquiera después de un día súper duro de entrenamiento me sentía así. Mientras era el trascurso de la clase, empecé a sentir como cuando me llega la regla que empieza a bajar la sangre y yo súper asustada pensando que me iba a desangrar ahí, me puse extremadamente fría y contaba los minutos para que se acabara la clase, juro que no entendí nada de lo que estaban explicando, en ese momento sólo pensaba en 'me voy a desangrar aquí', 'me voy a manchar'. Cuando por fin se acabó la clase, salí corriendo al baño, bueno, no corriendo pero si caminando rápido, revisé y vaya sorpresa, nada. La madre que sentía que todo, absolutamente todo me bajaba, pero bueno, al menos era una falsa alarma.

Pasaron las horas, y por fin se acabaron todas las clases de la mañana, tenía muchísima hambre, así que camino a esperar nuevamente el bus me comí 3 empanadas y una naranjada. Subí al bus y tras unos 15 minutos de trayecto, me bajé cerca a mi casa. Al llegar, me quite el uniforme, puse la alarma de las 11:00 am y me acosté a dormir. Sonó la alarma y tenía que levantarme inmediatamente, cuando tengo doble jornada es prácticamente siempre tener el tiempo contado, y es feo porque me gusta mucho hacer roña. Entonces me levanté y me fui a bañar, salí, me puse el uniforme, almorcé, me cepillé, pasaron por mí y nos fuimos a la escuela.

Tenía español a la primera hora, así que libremente podía dormir; llegué, saludé a todos y me acomodé en mi puesto; aun me dolía el cuerpo pero trataba de no pensar en eso, estaba muy cansada, odio madrugar para tener que ir al colegio, lo odio con toda mi alma. En el cambio de clase aproveché para ir a cafetería y compré un energizante a ver si me despertaba, ya ni eso funciona en mí, triste vida. La siguiente clase la amo, es uno de los mejores profesores, siempre nos deja un taller y se va, unos trabajan y otros hacen desorden, yo estoy en las que hacen desorden, a veces también trabajo pero eso depende de la situación y de si entiendo el tema o no.

Pasaron las horas y ya sólo quedaba una última clase, no veía el momento de llegar a mi casa y abrazar a mi hermosa cama. Tenía matemáticas, así que me hice adelante; esta clase es la única manera de que yo no haga desorden, siempre estoy pendiente a la explicación y además me la llevo muy bien con el profesor, es de esos profesores que uno podría decirle papá. Coloqué mi bolso en un asiento cercano a él y me dirigí a saludarlo
—Hola profe—Le dije sonriendo.
—Hola Jessie, ¿cómo estás? —Me respondió devolviéndome la sonrisa.
—Bien, ¿Usted? —
—Ahí. —
— ¿Qué me cuenta? —
— ¿Qué le cuento?, Que si todavía soy virgen, pues no. — Me dijo sonriendo. Me sentí tan incómoda con esa aclaración, de todos modos me reí. — No se ría, la virginidad es lo más sagrado que uno tiene, cuídela mucho. —
—Profe, no me hable de eso. —Le dije riéndome, prácticamente me estaba delatando, pero no sé si lo notó.
— ¿Por qué? —
—Sólo no me hable de eso. —
—Está bien— Me respondió. Yo sólo asentí y me fui a sentar a mi lugar.

Los dolores del cuerpo habían bajado, y eso me agradaba pero seguía sintiéndome débil. Al acabarse la clase, llamé a Tony, hoy nos veríamos y eso me alegraba mucho. Nos encontramos donde siempre y lo saludé muy cariñosa, me senté entre quejidos y él me miraba como si lo hiciera sentir mal al quejarme, logré acomodarme recostándome a un muro que estaba a mi espalda, por fin me sentía cómoda y él decidió hablar
—¿Te duele mucho? —Dijo mirándome
—Lo normal amor, no es que me duela, o sea sí me duele, pero me quejo porque me incómoda—Respondí.
—Perdón. —Dijo bajando la mirada
—No, tranquilo, supongo que es normal —Le dije formando una pequeña sonrisa.
Estaba cansada, débil y se me notaba en el rostro, Tony se recostó en mi pecho mientras me abrazaba, hacía lo que estaba a su alcance para demostrarme lo mucho que le gusta estar conmigo, estaba siendo tan dulce conmigo, y se tornaba tan real que era muy poco posible de creer, lo que causaba en mi era tan mágico, y no me arrepiento de lo que hice con él. Me entregué a él porque séque con él es diferente, sé que él no es como esos que sólo quieren tener mujeres para comérselas y luego dejarlas, no, él no. Además lo disfrute, y tarde o temprano tenía que pasar, sí adolorida y todo, pero lo disfrute, y aún me ponía a recordar todo lo que pasó, lo lindo que fue, lo paciente, no tengo contras para decir al respecto; sólo, lo amo.

Te quiero de vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora