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El Omega sabía que no sería buena idea permanecer encerrado en la casa de sus tíos, pues tarde o temprano el viejo Alfa comenzaría a preguntar sobre asuntos personales que involucraban meramente su vida íntima. No quería tener que discutir sobre lo mismo, con trabajos comenzaba aceptar su condición para que inmediatamente le cuestionaran sobre sus futuras posibles parejas.

Le revolvía el estómago pensar en eso.

El simple hecho de que le comenzaran a imponer una pareja además de exigir comportamientos propios de un dócil omega le hervía la sangre.

Su carácter no se prestaba para eso, después de todo, el joven había sido criado alrededor de Alfas, adoptando así el comportamiento de los mismos, tal vez si la compañía de su madre hubiese estado presente en su crecimiento, las cosas serían diferentes y el pelinegro no tendría que pasar problemas respecto a su identidad.

El sol aún se mantenía en lo alto, era buena hora para tomar un paseo por lo que decidió salir, no sin antes dirigirse a su habitación y cargar con una pequeña mochila donde guardó un termo lleno de agua y aperitivos que probablemente se le antojarían después de una larga caminata. Tomó su hoodie gris y sin hacer tanto alboroto salió de la casa.

Pateaba unas cuantas piedras mientras marcaba paso en dirección al bosque, la pequeña localidad era conocida por la gran montaña, misma que los pobladores de generaciones atrás nombraron como La Montaña del Dios.

Se decía que en aquél lugar se dieron los primeros vestigios de la raza pura de Hombres Lobo que se asentaron en Corea del Sur, además de que corrían rumores sobre supuestas almas que se mantenían atrapadas en el mundo terrenal, mismas que vagaban en el profundo bosque, simples cuentos para asustar a niños era lo que Yoongi pensaba sobre aquellos relatos, los cuales poco y nada le importaban.

Él sólo iba de visita a ese lugar debido a la calma que podía obtener de éste, claro que siempre se mantenía en el bosque, nunca pasando más allá de las faldas de la montaña, pero esta ocasión no sería así, pues estaba dispuesto a subir.

Sin dificultad cruzó el espeso bosque, las hojas secas crujían sobre sus pasos, el aroma de la húmeda tierra se colaba por su nariz, y si se proponía en mantenerse quieto evitando cualquier sonido, podía oír a la perfección los sonidos que la naturaleza le brindaba. Fácilmente Yoongi se perdía en las maravillas que el lugar le ofrecía.

Continuó su recorrido, sus pasos se volvían cada vez más pesados, la subida no era sencilla pero no había forma de que el blanquecino joven se rindiera, no cuando ya iba a más de la mitad del camino.

Stigma of the First Love   »тaegιĸooĸ«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora