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Continuaba adormilado y con un rostro de muy pocos amigos.

Cargaba con un humor de la mierda, pero eso a YoonAh muy poco le importaba, pues sus mismos gritos bien que se encargaron de mantenerlo completamente despierto, o al menos con el par de ojos lo suficientemente abiertos.

Infló sus mejillas y observó en silencio el cuarto de baño, había agua y restos de tierra por todas partes, las toallas aún húmedas tiradas en el piso y los estantes del jabón esparcidos.

Tragó en seco y rascó su nuca.
En silencio, esperaba su castigo.

—¡Min Yoongi! —inhaló, su rostro con una expresión de clara molestia se fue suavizando en cuanto terminó de expulsar el aire acumulado— Tienes menos de una hora para limpiar tu desorden —señaló con voz clara y calma, pero rebosante de seriedad. YoonAh no se media si de ser autoritaria se trataba, a pesar claro, de ser una Omega.

Tendió al joven un trapeador y una cubeta con diversos utensilios de limpieza.

Mientras tanto Yoongi continuaba perdido a causa del sueño, por lo que sin ser capaz de dar reclamo alguno recibió los objetos.

Comenzó sacando la ropa y toallas sucias, lo más fácil, porque de ahí en adelante todo era un absoluto desastre. Tardó tallando el mármol y sobre todo la bañera. Para cuando se encontraba limpiando el piso, Min tenía la frente empapada de sudor con el rostro completamente rojizo debido al supuesto esfuerzo ejercido, además de que no paraba de quejarse de su espalda baja, la cual según él, le dolía como el infierno.

Todo un anciano en el cuerpo de un joven.

Suspiró rendido y hecho un último vistazo al lugar. Con una sonrisa autosuficiente –y algo cínica– se alentó, jactándose de lo bien que había dejado el cuarto de baño, a pesar de que la mayoría del tiempo había permanecido quejándose y maldiciendo.

—Lo dejé impecable —río— ¡Ella no podrá quejarse de esto! —deslizó su índice por el azulejo recién limpio causando el chillido del dedo al pasar.
Sonrió complacido de su trabajo y dio media vuelta en busca de la mujer para presumir de su gran labor.

Esperaba hallarla en la cocina o el jardín, pero no se encontraba en ninguno de éstos o cualquier otra parte de la casa. Sin darle tanta importancia, decidió esperar a que llegase, más adelante podría alardear.

El vibrar del celular lo sacó de su quietud, tomó el aparato y encendió la pantalla.

Una pequeña mueca se instaló en su rostro. Al parecer tendrían invitados por la noche y su tía no volvería por un rato, pues aún se encontraba comprando los alimentos para la dichosa cena.

Stigma of the First Love   »тaegιĸooĸ«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora