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- Nunca tengo sexo aquí. - dijo. - Tú decide. Tu primera vez tiene que ser especial e inolvidable.

- Tengo un lugar especial. - susurré recordando el jardín donde había tenido mi primer beso, había leído mi primer novela y había imaginado mi casamiento un millón de veces. - Es un jardín.

- ¿Dónde?

- En mi casa.

- Okey. ¿Tienes auto?

- Sí ¿por?

- Me iré contigo. - dijo mientras tomaba una carpeta y su saco.

- Ahm...

- Regla número dos; no puedes saber cosas de mí ni yo de ti. Me llevarás a tu casa pero con los ojos vendados, así no sabré a donde vamos. - me dijo mientras sacaba una corbata y me la daba.

- Está bien. - tomé la corbata y la metí en mi bolsillo.

Salimos de la "tienda". Matteo cerró con llave y me siguió hasta el auto.

- Es éste. - le dije mientras señalaba el auto de mi madre.

- ¿Dónde puedo poner mis cosas? - me preguntó mientras alzaba su saco y su carpeta negra.

- Oh, déjalas en el asiento de atrás.

Tomó sus cosas y las puso donde le dije. Abrió la puerta del copiloto y se metió en el auto. Corrí hacia la puerta del piloto y me metí también.

- Bien. - suspiré. - Date vuelta. - le pedí. Se dió vuelta y puse la corbata cubriendo sus ojos. Regresó a su posición normal y arranqué para irnos a casa.

Cuando llegamos tomé a Matteo del brazo y nos metimos a la casa por la parte trasera que daba al jardín donde estaba la piscina. Lo llevé hasta el jardín donde tendríamos nuestra noche especial. Aún tenía el puente de flores y hojas que había hecho con mi madre unos años atrás. Lo contemplé unos segundos. Ví la serie de luces que estaba colgada en el puente y lo conecté. La luz me cegó un poco. Enarqué una ceja y me puse frente a Matteo.

Miré sus labios, llenos y perfectos.
Quería besarlo. Devorar su boca y lamer su lengua. Le quité la corbata de los ojos y dejé que me mirara.

Vió directamente a mis ojos y me sonrió.

- Lindo. - dijo mientras le daba una ojeada al lugar. Se quitó su saco y jaló de su cabello. - Entonces... ¿vas a traer sábanas o algo? - preguntó mirando el suelo enlodado.

- Era lo que estaba pensando. Creo que será mejor que entremos. - le dije mientras me dirigía al arco y apagaba las luces.

- No, enciendelas. - me pidió. Se acercó a mí y rozó su piel con la mía, provocando una sensación de calor inmensa. Tomó el cable de mi mano y volvió a conectarlo.

La luz se reflejó en su cabello castaño, dándole un aspecto más formal y delicado a su rostro. Me tomó de la mano y me acercó a él.

- ¿Tienes algún radio o unas bocinas? - me preguntó.

- Lamentablemente todas murieron en la última parrillada. - reí entre dientes. Soltó una risita y movió la cabeza.

- Entonces... ¿cantas? - me preguntó. Negué con mi cabeza. - Yo sí. ¿Te molestaría si canto? - moví mi cabeza para que se animara a empezar. - Quiero que sea un momento realmente especial para ti. Tampoco quiero que te enamores, sino que desees más el sexo después de esto.

Tomó aire y tomó de mi cintura haciendo que mi cuerpo chocara con el suyo dulcemente. Empezó a cantar una melodía perfecta. Era lenta y suave. Sus pies hicieron que los míos se movieran al compás de la canción. Estábamos bailando. Estábamos en mi lugar favorito del mundo, bailando. Estaba adorando realmente este momento. Recargué mi cabeza en su hombro sin alcanzarlo totalmente. Él puso su mandíbula al raz de mi cabeza y siguió el compás.

Sex Instructor | Lutteo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora