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Una, su voz era inconfundible, dos, mis piernas flaquearon gracias a su estúpida culpa, y tres, tengo que admitir que era nada desagradable que Matteo quisiera hablar conmigo.

- ¿Qué quieres?

- Hablar.

- Estamos hablando.

- ¿Qué es lo que te pasa? - preguntó algo frustrado.

- No quiero más esas clases. Creo que está bien por ahora, agradezco que te interese, pero solo para eso me quieres.

- ¿Se supone que te tendría que querer por otra cosa?

Sentí la bilis en mi garganta. Me la tragué y una lágrima se derramó por mi mejilla.

- Eres tan cruel…

- ¿Cruel yo? Te recuerdo que fuiste tú quien quiso que la desvirgara, todo esto es tu culpa, de nadie más.

- ¿Mi culpa? - bufé. - ¡Dios mío Matteo! Deberías de dejar de echarle la culpa a quien se te atraviese. Sigue tus reglas y no hables más conmigo ni me busques y ni siquiera me mandes a espiar. - escuché un silencio ahogada del otro lado de la bocina. - ¿Crees que no me di cuenta cuando me espiabas? Tengo casi dieciocho años y pienso como una de tu edad. Madura Matteo.

Le colgué. Estaba realmente enojada con él, enojada por el hecho de que había hecho que sintiera cosas por él más rápido que cualquier otra persona, incluso más rápido que Pedro. Tal vez fue por el hecho de que tuve mi primera vez con él, o que fue el primer hombre que me dijo que era hermosa.

- ¿Todo bien? - preguntó Simón aun mirando el camino.

- Sí, son solo unos problemas… familiares.

- Matteo es tu…

- Primo. - completé la farsa.

Recargué mi cabeza en la ventanilla y empecé a tararear una canción.

- Yo… conozco esa canción. ¿Puedes cantarla? Necesito saber de quién es.

- Good For You, se llama Good For You. Es de Selena Gomez. - le di a conocer.

- ¿Te gusta Selena?

- No es secreto, Simón. Cuando éramos pareja solía cantar muchas canciones de ella. - le recordé.

- A veces se olvida, Luna.

- Sí, lo sé.

Miré al otro lado de la ventanilla. Las estrellas parpadeaban y el viento soplaba haciendo que los árboles bailaran. Solté un suspiro.

- ¿Qué pasó Luna? ¿Por qué quisiste que te ayudara? - preguntó Simón interesado.

Me removí en el asiento intentando cubrir mis piernas con las mangas largas de la sudadera de mi padre. Al parecer se dio cuenta así que estiró su brazo hacia los asientos de atrás y me dio una sudadera azul de algodón. Cubrí mis piernas y las encogí en mi pecho.

- No es algo que te interese. - dije con tono algo violento.

- Bueno, sé que cuando pueda recuperar tu confianza, aun lo que ha pasado entre nosotros, podrás decirme, y cuando llegue el momento, te apoyaré como me sea posible.

Y de repente sentí ese feo vacío en el estómago, ese que te retuerce las entrañas y no te deja respirar. Tragué saliva y estaba a punto de pedirle a Simón que se detuviera, pero lo hizo sin intervención de mi parte.

- Dime que lo conoces. - susurró Simón cuando vimos a un hombre bajarse del auto que nos cegaba con las luces de xenón.

- No alcanzo a ver nada. - le dije.

Entrecerré los ojos para tener una mejor visibilidad de lo que estaba pasando, pero no alcancé a ver absolutamente nada. Bajé el vidrio y le dije algo que estoy segura que ni siquiera yo escuché.

- ¡Haz algo Simón! - dije cuando el hombre empezó a acercarse al auto.

- ¿Hermano, necesitas algo? - le gritó asomando su cabeza por el vidrio. El hombre no dijo ni una palabra, solo siguió avanzando. - ¡Vamos hombre! Intento llevar a mi hermana a casa, está algo perdida.

Lo miré con ojos amenazadores.
El hombre no se detenía, solo nos miraba y se acercaba más. Y de repente vi sus ojos brillar a través del cristal. Abrí la puerta y me bajé para enfrentarlo.

- ¡Demonios Matteo! ¿Qué quieres? - lo encaré.

- Ven conmigo. - me tomó del brazo y lo jaló. Me solté de su agarre y escuché como Simón se bajó del auto.

- Hombre, no tienes por qué tratarla de esa manera. - le dijo Simón mientras lo jalaba del antebrazo para encararlo.

- No es algo que te concierne Simón, solo vengo a hablar con la zorra de tu novia.

- ¿¡Qué!? - grité mientras empujaba a Matteo hacia atrás.

- ¡¿No es eso lo que él dijo de ti?! Pensé que eras inteligente, ahora sé por qué me dejaste en la piscina, tenías asuntos que resolver con el marica de tu novio.

- ¡Cierra la boca! - le grité con la voz entrecortada.

Sentí los brazos de Simón jalarme por detrás y meterme al auto. No sé qué le dijo a Matteo pero me dio más rabia que no me dejara darle sus merecidos golpes.

Llegamos a nuestro refugio y Simón solo me abrazaba y me decía que todo saldría bien, pero no era así, todo iba de mal en peor.

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Cada vez se pone más interesante 🙌

Sex Instructor | Lutteo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora