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- ¡Luna, tenemos que irnos! - gritó mi mejor amiga.

- ¡Un momento! - le grité.

Me miré nuevamente al espejo. ¿Qué estás haciendo Luna? Acomodé mi cabello a un lado y me acerqué más al espejo para ver que mis ojos estaban de un tono verde realmente profundo. Tomé una bocanada de aire y tomé mi mochila. Corrí escaleras abajo y me encontré con Jim y Nico en el mustang.

- Te ves bien. - me entusiasmó Jim. - Yam te pellizcaría las nalgas.

Reímos y nos metimos en el auto. Me acomodé en los asientos de atrás y saludé a Nico con un beso en la mejilla. Solté un suspiro y nos dirigimos a la escuela.

"Voy a morir. Voy a morir" me repetí mentalmente mientras Jim se bajaba del auto y me abría la puerta para dejarme pasar.

Me tomó de la mano y caminó a un lado de mí. Nico se bajó del auto y corrió hacia nosotras para abrazar a Jim por la cintura y golpear mi hombro suavemente en muestra de apoyo. Mis manos temblaban y mis piernas flaqueaban mientras caminaba. Paso por paso, los conté. Jim me sonrió. Pegó su boca a mi oído y susurró algo que no pude entender. Una chica me señaló y se llevó la mano a la boca, sus amigas hicieron lo mismo. Los ignoré y seguí caminando a través del estacionamiento. Un chico casi choca contra un poste por mirarme y no quitarme la mirada de encima. Reí. Llegamos a la entrada.

- Bueno chicas, desde aquí están solas. - dijo Nico mientras hacía una mueca. Besó a mi amiga en los labios y luego se acercó a mí. - Hazlos trizas, guapa. - me guiñó un ojo.

Le sonreí y tomé la mano de mi amiga nuevamente. Se despidió una última vez de Nico y apretó mi mano antes de entrar. Abrió las puertas y me dejó entrar primero. Bajé mi mirada cuando sentí que todos me veían.

"Nada de subestimarte", recordé las palabras de Matteo la noche anterior. Subí la mirada y seguí caminando. Un chico se azotó contra su locker.

- ¡Wow! - exclamó mientras me veía el rostro.

No me sorprendía que ahora estuvieran impresionados. Ahora mi cabello quebrado caía en bonitos caireles por mis hombros en lugar de llevarlo recogido en una coleta, mis pestañas estaban enchinadas y con rímel y mis labios con labial rojo carmesí. Aunque fuera poco maquillaje, ya nadie desde primer semestre me había visto con maquillaje. Llevaba la misma ropa, pero al menos era un comienzo.
En clase de literatura la estúpida de Susana no le quitaba la mirada de encima al profesor.

- Luna, ¿podrías leernos el siguiente capítulo? - me pidió el profesor repentinamente.

- Ah, claro. - me asomé al libro de la chica de enfrente para ver en qué página estaban, pero no alcancé a ver nada.

- De pie, señorita Valente. - cerró su libro y me hizo una señal con su dedo para que fuera con él.

Me tomó de los hombros y me puso al centro de la clase, donde todos y todas podían verme. Simón estaba junto a sus amiguitas y amiguitos de siempre. Entre todos ellos empezaron a aullar como lobos. Pedro los calló y de repente todo empezó, mi revelación estaba a punto de comenzar.

- ¿¡Por qué no te quitas esa chaqueta de hombre y nos enseñas lo gorda que te pusiste, zorrita!? - gritó alguien atrás. Hice una mueca de enojo y bajé la mirada a mi sudadera enorme.

- ¡Hey! Quien haya dicho eso…

- No, está bien profesor, tienen razón. Debería de mostrarles lo obesa que estoy.

Le di mi libro y me quité la sudadera. Mi playera azul marino holgada salió a la luz, no se me veía ni el busto. Le di la sudadera al profesor y empecé a quitar la blusa poco a poco. Primero mostré mi abdomen desnudo, luego lo que restaba del torso hasta al fin quedarme solo en sostén. Arrugué la blusa y caminé entre las bancas. Todos tenían sus bocas abiertas por la impresión. Me acerqué a donde estaba Simón y le di mi blusa.

Sex Instructor | Lutteo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora