- Matteo, muévete. - gruñí intentando empujarlo a un lado y salirme del auto.
- ¿Qué? ¿Qué pasa? - preguntó confundido.
- Mi padre está aquí. - dije entre dientes.
- ¿Y?
- ¿Estás loco o qué?
Me removí debajo de su cuerpo y me salí del auto como pude.
- Quédate aquí. Yo creo que solo viene a recoger su ropa para irse de viaje de nuevo. - susurré.
Asintió con la cabeza. Rápidamente fui al jardín a "oler" algunas flores y disimular que estaba pasando el rato.
- ¡¿Luna?! - escuché el grito de mi padre desde dentro de la casa.
Entré a la casa por la puerta de la cocina tarareando una canción y acariciando los pétalos de una rosa que había alcanzado a arrancar del rosal. Mi papá escuchó mis pasos así que fue a mi encuentro. Estaba un poco despeinado, pero siempre guapísimo. Sus ojos tenían un aspecto fatal. Abrí mi boca para decir algo, pero me ganó.
- ¿Qué hacías allá afuera? Vas a resfriarte.
Rodeé los ojos y le sonreí. Me abalancé a su cuerpo y planté un beso tierno en su mejilla. Lo abracé y él me levantó en sus brazos riendo un poco.
- Te extrañaba. - dije aún pegada a su cuerpo.
- También yo mi vida. Vine para despedirme. Será mi último viaje de negocios antes de tu cumpleaños. Después me darán un descanso y no te desharás de mí.
Le sonreí de oreja a oreja simulando felicidad. Solté su cuerpo y dejé que lo separara del mío. Luego comencé a reír y lo empujé para que fuera a empacar. Justo cuando escuché todo el desorden que estaba haciendo corrí a la puerta de entrada. Busqué el auto de Matteo por todos lados pero no pude verlo. Salí al porche y seguí sin recibir señal de su existencia.
– Te ves realmente sexy con ese vestido.
Me di vuelta para encontrarme con Balsano. Una sonrisa de gato se asomaba por sus labios creando una imagen perfecta de él en mi mente. Se acercó a mí y besó mis labios ferozmente, acarició mi trasero y mordió mi labio inferior. Inhalé su fresco y delicioso aliento mientras buscaba su lengua para juguetear con ella. Cuando la encontré no dudé en hacer movimientos lentos y sensuales con ella.
- Ven. - le dije mientras lo hacía entrar a la casa. Cerré la puerta detrás de nosotros y lo aventé al sillón de la sala de estar.
Me puse encima de él parando el trasero y besando de nuevo sus carnosos labios. Ahora yo tenía el control.
- Luna, tu padre... - dijo interrumpiendo el beso. - puede vernos.
- Pensé que eso no te importaba. - sonreí maliciosa y seguí besando y lamiendo sus labios. Me acomodó en sus muslos sin separar nuestros sexos y tomó mi cabello en su mano, haciendo que me llenara de excitación.
- ¡Luna! ¿Has visto mi saco? - gritó mi padre desde arriba. Seguí besando a Matteo. Mordí su labio para que me dejara, pero en lugar de eso, comenzó a acariciar mi trasero y a juguetear con mis braguitas.
Me separé de su boca y reí en silencio.
- ¡No! - dije evitando sonar acelerada gracias a la acción que estaba habiendo entre Matteo y yo. - ¡Búscalo en el armario de mamá! - grité. Matteo mordió mi cuello y empezó a lamerlo deliciosamente.
Solté mi cabeza hacia atrás y disfruté de las sensaciones que me hacía tener; placer, lujuria y excitación. Puse mi mano encima de su miembro y lo empecé a acariciar por encima de su pantalón. Soltó un suspiro dentro de nuestras bocas y me hizo temblar.
- Dios, Luna, me pones muy caliente. - susurró.
Cerró sus ojos y echó su cabeza para atrás. Sentí como su masculinidad se puso dura y recta. Sonreí y esperé a que hiciera algo para detenerme, pero en lugar de eso me invitó a continuar.
- ¿Sabes que si mi papá baja y me ve tocándole la polla a un desconocido, nos mata? - susurré en su oído. Puso sus manos alrededor de mi cintura y me miró.
- Vayamos a un lugar donde no nos vea. - me invitó con voz pícara.
- Pero, hoy no quiero aprender a esconderme. - pasé mi dedo índice por el centro de su tronco y lamí mi labio inferior. - Me gustaría aprender a nadar.
Enarqué una ceja y le sonreí tentadoramente. Él hizo lo mismo y rio un poco. Me levantó de sus muslos para depositarme delicadamente en el sofá. Se levantó y extendió su mano para que la tomara. Lo hice y me levantó de un brinco.
- Te espero en el jacuzzi. Ponte algo lindo.
Me dio la espalda y se desapareció en la oscuridad del jardín. Mordí mi labio y acaricié un mechón de cabello. Corrí escaleras arriba y me metí como rayo al vestidor de mi cuarto, buscando algo qué ponerme.
- ¿Qué buscas? - dijo la voz de mi padre a mis espaldas.
- Estaba… buscando mí… camisón. - tartamudeé.
- Ah, ¿ya lo buscaste en la ropa de tu madre?
- Buena idea.
Intenté no parecer nerviosa así que fui lentamente al cuarto de mis padres y empecé a rebuscar en el armario de mi madre. Sin encontrar nada me di vuelta. Mi padre estaba detrás de mí.
- Parece que no está, tendré que dormir con la pijama de siempre. - hice una mueca de disgusto y regresé a mi habitación.
- Bueno hija, cuando veas a tu madre dile que regreso para tu cumpleaños, ¿está bien? - me pidió.
- Claro papá. Cuídate. Cómprame algo lindo.
Bajó las escaleras y automáticamente me quité toda la ropa, quedándome totalmente desnuda. Tomé un bikini y lo puse encima de mi piel. Amarré los cordoncitos del corpiño y del calzoncito también. Me alboroté el cabello y antes de salir de mi habitación tomé una bata de baño, me cubrí con ella y bajé al jardín.
Me asomé por el umbral que daba al jacuzzi y vi a Matteo metido, esperándome. Sus brazos estaban recargados en la parte exterior del jacuzzi haciendo que sus bíceps tomaran un aspecto aún más grande. Admiré sus pestañas chinas y sonreí.
Abrí el umbral y saqué primero un pie y después el otro, caminé delicadamente hasta la orilla del jacuzzi captando la atención de Matteo cuando mis dientes castañearon.
- Uhm, te trajiste una bata. - hizo un mohín.
- A mí me parece linda. - dije mirando la batita con estampados de unicornios.
- Bueno, ¿te vas a meter o no? - preguntó algo fastidiado.
- ¿Vas a hacer que entre en calor cuando salgamos? - le pregunté.
- Te pondré más caliente que la parrilla el 14 de Julio.
Mordí mi labio y sonreí.
- Bien, pero no veas mi traje de baño, es ridículo. - le advertí.
- Dale, no veré. - prometió.
Ni siquiera me quitó la mirada de encima, pero aun así empecé a descubrir mi cuerpo solo cubierto por dos prendas diminutas. Mientras más descubría, más me miraba y eso me hacía sentir realmente bien.
Cuando la bata quedó en el suelo, Matteo se acercó a mí y me dio la mano para ayudarme a entrar a la tina con agua caliente.
- Ese bikini te hace lucir aún más deseable.
Sonreí y sentí el agua caliente tocar mi cuerpo. Matteo me jaló hacia su cuerpo y besó mis labios ferozmente.
- ¿Estás lista para no poder caminar dentro de tres días? Hoy te ves más sexy que nunca y no retendré el deseo que tengo de follarte más duro que nunca.
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No si 7u7