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Y sin darme cuenta ya estábamos totalmente desnudos, en su cuarto, a punto de volver a tener sexo una vez más.

Estaba sintiendo una cosa extraña en el estómago cuando se acercó a mí y besó de una manera tan suave, tan exquisita mis labios. Tomó mi rostro entre sus manos y siguió besándome delicadamente. El mejor beso desde que me desvirgó. Sus manos bajaron para abrazarme por la espalda y seguir besando ansiosamente mis labios. Se separó solo unos milímetros de mi boca y respiró un poco, sus labios acariciaron los míos lentamente y los lamió. Busqué su miembro con mis manos, lo tomé entre éstas y lo acaricié lentamente.

- ¿Quieres que me venga o qué? - gruñó entre jadeos.

- Estoy segura que me quitarás las manos antes de que eso pase ¿cierto?

- Has aprendido.

- Del mejor profesor. - le guiñé un ojo.

Soltó una risita y me miró directamente a los ojos, sus ojos cafés miraban los míos.

- Hoy quiero hacerlo delicado... Como la primera vez, ¿recuerdas? - le pedí.

Noté algo de vacilación en sus ojos.

- Hoy lo haremos como tú decidas. - aceptó. - Pero quiero que después me expliques qué pasó con tu padre.

Asentí. Su mano acarició mi labio lastimado y me sonrió, pero su sonrisa tenía un tono de tristeza, no era una sonrisa de alegría, sino de lástima. Ignoré todos mis pensamientos y cerré los ojos. Me imaginé el sexo perfecto con Matteo.

- Recuéstate. - me guió aún con los ojos cerrados. - No abras los ojos. - me ordenó.

Escuché cómo se alejó y a lo lejos se escuchó como corrió la doble cortina. Se incorporó y me acarició todo el cuerpo. Primero acarició los dedos de mis pies seguido de mis piernas, mis muslos y mi pelvis, después mi vientre, que besó varias veces siguiendo el camino hacia mi ombligo para después pasar por la línea media de mi busto, donde se concentraba en hacer las caricias aún más delicadas. Mi piel se erizó y mi respiración tomó un ritmo acelerado. Subió a mis hombros y luego a mi cuello, siguió mi mentón, después mis labios para al finas terminar con mis ojos y mis mejillas.

- Eres hermosa. - susurró a mi oído.

Sentí su cuerpo encima del mío. Hizo mi cabello a un lado y ocultó su rostro en mi hombro. Subió a mi rostro y me besó una vez más. Sentí la cabeza de su pene en la entrada de mi sexo. Su ritmo cardiaco aumentó al igual que el calor de nuestros cuerpos. Se metió en mí despacio, tan despacio que empecé a sentir delicadeza en sus movimientos. Sus embestidas eran algo dolorosas, pero pasaban a ser deliciosas y delicadas.

Cambiamos de posición. Yo encima de él, sentada en sus muslos y con su masculinidad dentro de mí, haciendo movimientos circulares para aumentar el placer. De vez en cuando Matteo lo hacía rápido. Movía su pene dentro de mí de una manera inexplicable. Sus piernas moldeadas chocaban contra la parte trasera de mis muslos y hacía que mi busto se sacudiera frente a él. Después me abrazó y me pegó a él sin dejar de moverse dentro de mí. Me tomó por la nuca y agachó mi cabeza para que lo besara.

Su aliento fresco inundó mi boca.

- Maldita sea... Me vengo. - gimió.

Se movió más rápido y de repente soltó todo su líquido dentro de mí. Cuando sentí eso quise echarme a dormir, me sentía realmente cansada. Matteo se aventó en la cama y me miró. Tomé una bocanada de aire, me levanté de la cama y me puse mi sostén y mis bragas. Abrí un poco las cortinas. Jalé las mantas de la cama de Matteo y me cubrí con ellas mientras me ponía de costado dándole la espalda.

Matteo se movió para, igualmente meterse en la cama. Me abrazó por detrás y se recargó en mi hombro.

- ¿Te cansé?

- Demasiado. - dije somnolienta.

- Descansa chiquilla. Lo necesitas.

Y como arte de magia, caí en la inconsciencia.

-
"Estás que ardes", decía uno de los hombres que me tenía acorralada en el callejón.

"Suéltame", le suplicaba entre lágrimas.

"Vamos, arráncale la ropa y dame un poco de ese manjar", decía otro hombre. No alcanzaba a reconocer el rostro de ninguno, solo podía sentir miedo, nada más.

"Vamos Luna", mencionaban mi nombre "el acuerdo era que tendrías sexo con nosotros. No nos hagas hacerte algo de lo que nos arrepentiremos".

Sentí las manos de otro hombre meterse en mi feminidad, tres dedos empezaban a moverse dentro de mi sexo y metían más y más. Me dolía, mucho. Empecé a gritar y a llorar, a suplicarles que se detuvieran, pero no lo hacían, hasta que un hombre alto y de cabello castaño empezaba a gritar mi nombre... Y desperté.

- Luna. - susurró la voz de Matteo delicadamente en mi mente.

Sentí las lágrimas correr por mi rostro, caer por mi nariz hasta tocar mi pecho.

- Solo fue una pesadilla. - me abrazó. - Aquí estoy. Todo está bien.

- Fue horrible. - dije entre sollozos.

- Lo sé, pero ya pasó. - seguía recargada en su regazo, rodeada por sus brazos desnudos y protegida por su cuerpo.

Acarició mi rostro y limpió las lágrimas para después acariciar mi cabello.

- ¿Quieres contarme qué pasó con tu padre? Al parecer te tiene un poco alterada, hermosa. - me invitó.

- Solo desperté de mi tremenda borrachera y se dio cuenta. Me golpeó y acudí a tu ayuda. Ni siquiera sé que pasó la noche anterior. Solo recuerdo sentirme terriblemente mal y alguien me recostó en mi cama y cuando desperté, mi padre ya estaba regañandome.

Me asomé a sus manos, las tenía apretadas al igual que su mandíbula.

- ¿Estás bien? Solo fue un arranque. - dije intentando que se calmara.

- Ese hijo de puta. - dijo entre dientes.

- Mi padre podrá ser muchas cosas pero...

- Tu padre no... - dijo algo frustrado. - Quiero que te quedes en la casa. Hay algo de ropa de mujer en el cuarto de huéspedes. - se levantó de la cama y empezó a ponerse su traje. - No salgas, la piscina está en el sótano y hay todo tipo de sustento alimenticio en la cocina. - empezó a amarrar su corbata y después su saco. - Un gimnasio, bañeras y también una mucama que estará a tu disposición. Quiero que llames a cualquiera de tus amigas por si quieres compañía, pero no hables con nadie que hayas conocido recientemente, ¿entendiste? - asentí con la cabeza. - Y una cosa más... - dijo ya arreglado. - Cuando regrese necesito los detalles de tu sueño.

Ni si quiera se detuvo para despedirse, solo se fue de largo escaleras abajo y el motor de su Audi me hizo estremecer.

Me deshice de la ropa de cama y me levanté para buscar mi celular. Observé la hora. Casi medio día. Había perdido la noción del tiempo. Abrí la libreta de contactos y marqué el número de Nina.

- ¿Hola? - contestó una voz masculina.

- Número equivocado, lo siento. - colgué.

Llamé a Jim y a Yam y ninguna contestó. Solo tuve una opción más. Marqué su número e imploré que no contestara, que no me volviera a encantar con su dulce voz.

- ¿Luna? - maldecí por dentro.

- Pedro...

- ¿Necesitas algo? - preguntó con tono preocupado.

- ¿Estás ocupado? - le pregunté.

- No, para nada. - dijo casi inmediatamente.

- ¿Podemos vernos? - le pedí.

- Claro, ¿cuándo?

- Ahora mismo. Tengo un mal presentimiento y tú eres el único que me ha contestado el teléfono.

- Bueno, aquí estaré para lo que me necesites, siempre.

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⏰ Última actualización: Aug 20, 2017 ⏰

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