Entré a la cafetería. Como siempre, gran parte de la gente que estaba ahí estaba acompañada, si no era por un amigo, por su novio o novia y si no solos, disfrutando de un buen libro o simplemente tomando un delicioso café. Me removí en el sillón mientras el líquido caliente pasaba por mi tráquea y calentaba mi esófago, dándome una sensación de alivio.
- Luna, ¿quieres algún panqué?
- No, gracias, estoy bien.
- ¿Quieres ir a tu casa? No te veo muy cómoda aquí. - arrugó el entrecejo y acarició mis nudillos.
- Siento como si fuera a darme un resfriado, eso es todo. - mentí.
- Ven, vamos a casa.
Extendió su mano para que la tomara y me fuera con él. Lo hice, mi piel chocó contra la suya causándome satisfacción. Pedro me quería y yo le quería también. Caminamos hacia la salida mientras Pedro en su celular marcaba un número.
- Hola... No, quedamos que el proyecto sería de mi materia. - empezó a decir.
Me abrió la puerta de la cafetería para que saliera al aire fresco. Mis mejillas y mi nariz casi se congelan. Caminamos hasta el estacionamiento tomados de las manos hasta que estuvimos justo frente al auto de Pedro.
Abrió la puerta del copiloto para que pudiera entrar. Me metí en el auto mientras él terminaba de hablar con quien quiera que estuviera hablando. Me acomodé en el asiento de la manera más cómoda posible. Saqué mi celular del bolsillo de mis jeans, miré la pantalla de éste y admiré el fondo de pantalla: la foto de mis padres en el baile de navidad. Solté un suspiro y cerré un momento los ojos. Pedro seguía en su gran plática del trabajo mientras yo deslizaba de un lado a otro mi dedo por encima de la pantalla.
De: Simón.
Linda, muero por verte. ¿Te parece mañana?
- ¿Qué mierda? - gruñí. Marqué el número de Jim.
- Hola bonita. ¿Qué hay?
- Sólo te daré una primicia: Simón quiere follar conmigo.
- ¡¿Qué?! - gritó. - ¡No puede ser!
- Te lo juro. Acaba de mandarme un mensaje a mi celular que dice que quiere verme… ah, casi lo olvido… ¿Recuerdas a Pedro? - le pregunté.
- Tu profesor de literatura, sí.
- Somos novios.
Colgué antes de que empezara a darme sus discursos de que las niñas de diecisiete años no podemos tener un novio tan grande, digo, no creo que haga tanto daño andar con alguien unos seis o siete años mayor que tú. Ahora ya todo es normal aunque para otras personas es cosa del diablo. ¡Demonios! Si mi madre supiera que mantengo una relación con mi profesor de literatura que con obviedad, es más grande que yo y que lo engaño con alguien de la misma edad, empresario y solo teniendo sexo, bueno, me hubiera mandado al loquero a rastras.
- Perdóname, preciosa. El último semestre es el peor. Qué bueno que estamos de vacaciones hasta febrero.
- No te preocupes mi amor, suele suceder. - le sonreí y besé su mejilla.
Tomó mi rostro entre sus manos y besó mis labios con deseo.
Mientras disfrutaba de su beso empecé a recordarme a mí misma mi próximo encuentro con Matteo. Empecé a idear mi escapada. Tosí un poco y me alejé de su rostro pidiéndole perdón. No le importo así que opté por "estornudar" en su cara.- Salud. - dijo divertido.
- ¡Ay, cómo lo siento! - me llevé mis manos al rostro escondiéndolo entre ellas.