Capítulo VIII: La Capuleto y su Montesco

3K 263 120
                                    

No tenía sentido seguir ahí, sentado en el excusado, envuelto en un albornoz blanco, con su cabello todavía húmedo y sus manos empuñadas. Estaba nervioso, pero no podía evitarlo.

Desde que se habían casado, con MinHo habían compartido un techo pero que la habitación de ese motel de media clase que el moreno había pagado con dinero que no le quiso decir de dónde había sacado, tuviese una sola cama de dos plazas, no ayudaba demasiado. No, si era muy obvio que tenían que compartirla. TaeMin llevó una mano a su pecho, su corazón latiendo desenfrenado. El castaño suspiró. No tenía motivos para estar tan asustado, menos de MinHo, quien en las últimas horas le había probado su promesa de mantenerlo a salvo más veces de la que pensó.

Horas antes, ambos tomaron un bolso y una mochila de viaje con sus cosas; TaeMin tomó su ropa favorita y algunos recuerdos, MinHo haciendo lo mismo, incluyendo sus armas. Cuando el castaño le hubo indicado que estaba listo, notó a MinHo con la cara lavada para sacar los restos de sangre y ropa limpia.

Dejaron todo atrás. No llevaron teléfonos celulares ni tampoco se fueron en uno de los autos de MinHo, simplemente salieron del edificio tomados de la mano e hicieron detener un taxi con dirección a la estación de buses. MinHo pagó dos boletos hacia Namyangju para pasar la noche, ya al día siguiente trazarían otro destino. A una cuadra del motel, MinHo llamó por medio de un teléfono público a la policía, en donde denunció la masacre en su otrora departamento y sin dar sus datos, simplemente colgó. Luego de eso hicieron el check-in en el motel, ordenaron algo para comer para evitar salir, permaneciendo ahí el resto de la tarde.

MinHo ya había tomado una ducha y curado sus heridas con el botiquín de primeros auxilios que había en la habitación y ahora le esperaba afuera. TaeMin suspiró. Se incorporó y salió finalmente, un halo de vapor saliendo tras de él cuando abandonó el baño. En frente, la espalda desnuda de MinHo sentado en la cama le saludó, todavía con un par de magulladuras que se tornarían púrpuras con el pasar de los días.

TaeMin rodeó la cama, sus pasos parecían arrastrarse en ese suelo alfombrado que había visto tiempos mejores. Entonces MinHo reacciona, sorprendiéndose de verle ahí, parado frente a él, mirándole de forma extraña.

- ¿Qué pasa? – preguntó el moreno, mirándole hacia arriba, descubriendo de pronto que él estaba medio desnudo y TaeMin tampoco usaba demasiada ropa.

Pero TaeMin no le dice nada y simplemente avanza más, colándose entre sus muslos abiertos. MinHo levanta el rostro, sus ojos brillando en asombro y algo más. La manzana de Adán de MinHo se mueve de arriba hacia abajo cuando siente las manos de TaeMin sostenerle por el rostro, trazando con sus dedos los rastros de sus golpes; su ceja, su labio, el pómulo y la frente.

- ¿Duele...? – le pregunta el castaño, casi en un susurro, falto de aliento.

MinHo solo negó, usando toda su voluntad en mantener las manos sobre la cama, lejos de TaeMin, apartadas de quien no parecía estar consciente que sus piernas se rozaban por la posición en la que se encontraban.

- Tae...

- Lamento todo esto, tú, has sacrificado tanto... - añade, acariciando su cabello – Tu familia...

- No son mi familia; mi padre, mi hermano, mi madre... ellos, eran extraños para mí – se justifica MinHo, hablándole bajito, como si fuera un secreto entre los dos – Tal vez, también tengas que alejarte de tus padres, lo sabes, ¿Cierto?

No quería admitirlo, al menos, no verbalmente, así que TaeMin solo asintió con tristeza. Un agradable silencio se acomodó entre ambos, ninguno dejó de mirarse ni hizo atisbos de incomodarse por la cercanía del otro. Ambos estaban en el espacio personal que no les correspondía, pero estaba bien, después de todo lo sucedido en el transcurso del día, ninguno deseaba estar solo. Excepto que, ninguno tampoco admitiría que quería la compañía del otro.

[ El Contrato ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora