20 (parte 1)

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Estamos todos reunidos alrededor de las dos sillas de metal, en medio de lo que nosotros conocemos como el salón. Todo está casi oscuro, exceptuando uno que otro punto por donde entra la luz, dándole al lugar una especie de luz anaranjada muy tenue.

- ¿Cuánto tiempo más, Al? – Pregunta Katherine, impaciente.

- El que sea necesario, linda – Le respondo sin verla.

Ella rueda los ojos con impaciencia, sentándose en el suelo.

La verdad, yo también comienzo a impacientarme. Llevamos aquí más de una hora, y sólo una de las dos ha despertado. Jack está en una esquina con Gabrielle. Esos dos se la pasan demasiado tiempo juntos. Que asco.

Una especie de gruñido sin ganas retumba en la habitación. Mi vista se dirige a las dos sillas, donde la segunda ocupante, que hacía segundos yacía inconsciente y con la cabeza recostada en un hombro, comienza a abrir los ojos con pesadumbre.

- ¿Qué está? ¿Dónde?

La otra chica la mira con la mitad de su cuerpo aún envuelto en las sombras – Ah, ya despertaste, era hora. La fiesta comenzaba a ponerse aburrida.

- ¿Ah? – Ella entonces mira en dirección a la voz, para decir con asombro - ¿Courtney?

La pelirroja parece a punto de responder, pero carraspeo sonoramente. Al parecer, se había olvidado de mi presencia, porque da un salto.

- Hola, Bianka.

- ¿Alex? ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué?

Todos los demás han comenzado a acercarse, salvo Jack, que sigue por alguna razón escondido en las sombras, como si no quisiera ser visto.

- Creo que eso deberías preguntárselo a la pequeña bocona a tu lado.

Bianka tiene una expresión de pavor, lo que me hace confirmar que ella ya sabe lo que pasa en el hotel. De otra forma, estaría menos asustada y más confundida.

- Courtney – musita ella quedamente – Courtney, ¿de qué hablan?

C.C suspira, entonces asoma la mitad de su cuerpo que se encontraba escondida y Bianka suelta un grito ahogado.

La blusa de C.C se encuentra cubierta de sangre, la gran mayoría suya, y se encuentra tan rasgada que partes de su torso pálido pueden verse a la perfección a través de ésta. Pero supongo que eso es lo último que Bianka ve, porque su cara está aún peor. En su ojo derecho está saliendo un cardenal, cortesía mía, al igual que el corte que parte desde su barbilla y termina en su pómulo izquierdo. El labio lo tiene partido y diminutas gotas de sangre caen de él. En el nacimiento del cabello hay sangre seca, del golpe que le propinó Jack para traerla, perdiéndose en su cabello pelirrojo.

- ¡Courtney! ¿Qué te ha pasado? Por favor, dime quién hizo esto – Las lágrimas en su garganta parecen a punto de salir a flote.

La pelirroja la mira a los ojos con vergüenza – Lo saben, Bianka. Saben que tu sabes la verdad.

- ¿Qué? ¿pero quiénes? – Sus palabras se pierden en el viento, al tiempo que despega la mirada de la cara demacrada de C.C y la pone en mí - ¿Ustedes?

Su mirada pasa de mí a Katherine, que la mira con enojo. Y cómo no, si no hay persona más vanidosa que Katy, y el hecho de que por culpa de Bianka ella tenga un corte en la frente realmente hirió su ego. En mi mente, río un poco.

- Supongo que no te lo esperabas ¿o si, princesa? – Katy suelta con desdén, y la cara de sorpresa de Bianka sólo aumenta más.

- Tú enviaste la nota en la blusa, ¿no? ¡Tú destrozaste mi habitación! – Puedo ver como su rostro se torna rojo. Está furiosa – ¡Tú, mladita hija de!

- Oye, cálmate. Yo no escribí la nota, yo sólo desordené tu habitación. Lo de la blusa se lo puedes agradecer a tu querida amiga. ¡Gabrielle, querida!

Gabrielle se acerca, con cara de pocos amigos, hacia Katy. Bianka la ve con una pregunta en los ojos, y al momento en que Gabrielle asiente, Bianka rompe a llorar.

- ¡Entones era verdad! ¡Nunca fueron mis amigos! ¡Ni siquiera tú! – Señala a Gabrielle con los ojos - ¡Te crei, te dejé entrar en mi vida! ¡SABES TODO SOBRE MÍ, MALDITA SEA, ERES MI MEJOR AMIGA! ¡¿POR QUÉ LO HICISTE?!

Volteo a ver a Gabrielle, quien se ha quedado pasmada. La fulmino con la mirada, intuyendo que algo así pasaría. Gabrielle se ha encariñado con Bianka, y ahora se siente mal por lo que ha hecho.

- Bianka, no

- ¡CÁLLATE! ¡NO QUIERO ESCUCHARTE, CÁLLATE!

- Bianka – suplica ella –, por favor, escúchame primero - La castaña no dice nada, dejando que Gabrielle continúe, aunque de sus ojos no paran de surgir lágrimas, surcando sus mejillas y sus labios – Al principio sí quise hacerte daño, lo admito. Quería saber cuál sería tu límite, tu punto de quiebre. Pero te fui conociendo, y te fui tomand cariño. Después de lo de la blusa tuve miedo, Bianka, miedo a que te enteres que fui yo quien te atormentaba y que dejaras de quererme. Nunca quise hacerlo, Biankita, te lo juro. Fui obligada

- ¡Basura! – Grita una voz masculina desde la esquina oscura de la habitación, cuyo dueño identifico conforme se asoma en las sombras - ¿Qué te obligaron, dices? ¡Eso es mentira, Gabrielle! Si quisieras, te hubieses largado. ¡Puf! Deja que la chica sepa la verdad, al menos una vez en su vida.

- Sabes tan bien como yo que no puedo sólo irme, Jack. Le estoy diciendo la verdad

– A ver, si tú crees que debamos decirle la verdad – Interrumpe Katy -, ¿por qué no le cuentas sobre los jefes?

- ¿Qué tienen que ver sus asquerosos jefesen esto? – pregunta Bianka con agitación. Katy sólo le sonríe con ironía.

- Me alegra que preguntes.

Su dedo huesuo apunta hacia la puerta, donde dos figuras hacen entrada. Inmediatamente, mi espalda se tensa, junto con mi sonrisa. Los demás comienzan a ponerse en una fila vertical, igual o más nerviosos que yo. Incluso C.C, que antes se había mostrado ajena a la situación, se pone pálida. Hasta su cabello parece que ha perdido color, muestra de lo temerosa que está.

- Buenas, jefes – Inquiere rápidamente Jack, como un perrito faldero, como siempre.

- Hola, Jaques. Chicos.

Los demás hacemos una especie de reverencia sofisticada, como cada vez que ellos se presentan. Entonces, sus rostros salen de las sombras, mostrando los rasgos que yo ya conozco. Volteo a ver disimuladamente a Bianka, que se encuentra paralizada, sus ojos a nada de salirse de sus órbitas. Por fin, los jefes miran en su dirección.

- Hola, Bianka.

Los labios de Bianka, completamente blancos por la presión que ésta ejerce en ellos, tiemblan antes de poder hablar.

- ¿Papapá? ¿Mamá?

La Sociedad de los Perdidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora