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Paso mi manga por mis ojos, enjugándolos. Porque que estén cansados es la única explicación que existe para ver a mi padre en una foto así. Digo, es imposible. Porque, si la fecha de la foto no miente, fue tomada tres años antes de mi nacimiento. Y, por la forma en que mi padre mira a la niña, con ojos de admiración y amor, se podría decir que esa niña es incluso su hija. Pero yo no recuerdo haber tenido hermanas mayores, solo a Brent. Y si, por alguna razón, hubiera tenido una hermana mayor que nunca conocí por la razón que sea, supongo que mis padres me lo hubieran dicho, de la manera más delicada que le puedes decir a una niña pequeña que su hermana mayor ya no está.

Me empieza a dar un dolor de cabeza muy molesto, pues mi cabeza es un enredo. Así que tomo las fotografías y las meto en su caja. Luego, empiezo a meter la caja bajo el mueble, pero un pensamiento cruza mi mente. Si guardo la caja bajo el mueble, no sabré qué contenían las otras fotografías, a menos que regrese muy tarde en la noche. Y tengo la posibilidad de que alguien -quizá la persona que la puso ahí para esconderla- se dé cuenta de que he desordenado todo y se la lleve a otro lugar, donde quizás no pueda encontrarla. Entonces decido que lo mejor sería llevarla a mi habitación. El piso bajo la cama tiene un hueco, que ahora resulta muy útil. Tomo la caja y me dirijo a la salida hacia mi habitación, rogando que nadie, tres personas en específico, se cruce en mi camino.

Por fin, llegué a la puerta de mi habitación sin contratiempos, solo unas cuantas personas murmurando un buenos días al pasar al lado de ellos. Entro a mi habitación, cerrando la puerta muy rápido. Entonces, comienzo a observar mi habitación, en busca de algún lugar donde pueda observar las fotografías con más detenimiento. Mi mirada entonces se enfoca en la puerta del baño. Es pequeña, y una excusa perfecta si alguien pregunta, pues no creo que alguien vaya a golpear la puerta preguntándome por qué le puse el pestillo. Me encamino y cierro la puerta detrás mío. Una vez adentro, me doy cuenta de que estaba sosteniendo mi respiración, así que exhalo e inhalo unas cuantas veces antes de volver a abrir la caja. Espero unos momentos más antes de abrirla, pues aún no estoy cien por ciento calmada. Después de algunos segundos, mi mano se posa en la tapa, comenzándola a abrir pco a poco.

Aún con las piedras de río encima de ellas, noto el papel de fotografía. Sin esperar un poco más, vacío el contenido de la caja en el pedazo de alfombra de la habitación, con cuidado de no hacer más ruido del necesario. Al final, las fotografías caen, haciendo un leve susurro entre ellas. Las levanto y las veo de nuevo. Después de la de mi padre y la pequeña, las fotos se empiezan a poner un tanto extrañas. Comienzan a mostrar diversos paisajes, ninguno muy lejano de aquí. Y en todas se encuentra mi padre con la pequeña. En la mayoría, él la sostiene en brazos con ternura. Sigo pasando las fotografías una a una, con la cabeza hecha un laberinto. Entonces, llego a la última. Ni mi padre ni la pequeña están allí. Soy yo, al parecer. Es una foto mía, de hace unos doce años. Estoy posando junto con mi hermano, que está sentado en un cochecito para bebés. Todo parece estar cubierto de nieve y atrás de nosotros hay un letrero enorme que dicta un Bienvenido a Aspen en letras cursivas. Entonces siento los engranajes de mi cerebro detenerse.

Esto está mal, pienso, yo jamás he ido a Aspen

Si por algo me caracterizo, es por tener una excelente memoria. Pero parece que, desde que llegué al hotel, mi magnifica cualidad se ha ido evaporizando en el viento. ¿Por qué no puedo recordar un viaje a Aspen? ¿Por qué alguien, que claramente no conozco, guarda estas fotografías? ¿Por qué mis padres no aparecen en ellas y en las otras, si? Está bien, posiblemente estoy siendo paranoica. Mis padres debieron tomar esa fotografía. Y con respecto a mi memoria, se puede decir que era muy pequeña cuando la tomaron, así que quizás no lo recuerde por eso. Esto ha sido una tontería. De seguro la pequeña de las fotos anteriores es alguna prima lejana o algo así. Ni siquiera debería pensar que esa niña puede ser mi hermana, porque mis padres lo hubieran dicho siquiera. Y el solo hecho de pensar que ellos podrían habernos mentido a mi hermano y a mi, no solo es una acusación fuera de lugar, sino que también es una falta de respeto a su memoria.

La Sociedad de los Perdidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora