EPÍLOGO

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Estoy sentada en la banca de siempre con Gabrielle. A lo lejos, se escuchan las voces de los niños más pequeños que corren y juegan, sin importar el lugar o la circunstancia, y también oigo a los más grandes, con sus planes maestros para tomar raciones extra de comida de la cafetería sin que algún cuidador lo note. Pero he estado aquí mas tiempo que ellos, se que es imposible eso. No sin un castigo.

-¿Crees que alguien nos lleve? - pregunta Gabrielle, con los risueños ojos metidos en su libro viejo.

Analizo. Dos chicas, 16 años, en un orfanato lleno de niños pequeños - No lo creo, Gabbie. Míralos, se ven tan despreocupados, no saben siquiera lo que la palabra huérfano significa. Ellos son los de la oportunidad, no nosotros.

Gabrielle se limita a hacer un gruñido infantil - Pues entonces, debemos irnos.

- ¿A dónde?

- Creo que no importa el dónde, sino el con quién - dice, al mismo tiempo que despega la vista de su libro y me alborota el cabello amistosamente.

Le sonrío, supongo que al final del día, tiene razón. Despego mis labios justamente para decirle mi observación, cuando caigo en la cuenta de algo.

- He tenido un Deja vú ¿sabes? - Ella despega sus ojos de su libro y me mira con fijeza - Siento como si ya hubiésemos tenido esta plática antes.

- Quizás sí la tuvimos - Habla ella con su voz calmada - Tal vez estuviste en otra dimension.

Ella comienza a reír y yo hago lo mismo. Entonces pasa su brazo alrededor de mis hombros y me une a ella, sin dejar de reír, lo que hace que ambas demos pequeños saltos con cada risa.

Unos minutos más pasan, hasta que la campanilla de la cena suena, anunciando que debemos ir todos por nuestro pequeño refrigerio, antes de acostarnos a dormir. Me levantó junto con Gabrielle y nos encaminamos al pequeño comedor, junto con todos los demás chiquillos hambrientos.

La sigo abrazando mientras caminamos, aún riendo. Pero muy dentro de mí, aún pienso en ese Deja vú. Mi mente aún divaga en ese supuesto recuerdo, que se siente bastante real. Deshecho la idea de mi cabeza casi de inmediato, pues es imposible. Le dirjo una mirada a mi amiga y bastan unos segundos para que ella la devuelva, regálandome parte de su resplandor, haciéndome olvidar cualuier pensamiento ilógico. De seguro fue un sueño, nada más. Eso es todo.

La Sociedad de los Perdidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora