Capitulo 6. De la simbiosis Maestro-Aprendiz

35 1 0
                                    

"Tu vida es una arcilla, piensas que tienes la libertad de poder hacer lo que quieras, pero en realidad, alguien te terminará moldeando."


Durante el año de 1861, Luis Pasteur, con el brillante experimento del matraz con cuello de cisne, demostró sin lugar a dudas que, la teoría de la generación espontanea es un mito y la vida proviene de una vida anterior. Pero ¿a qué viene ese dato histórico en este momento? Bueno, como llegue a mencionar en algún momento previo de este escrito, algunas veces la gente llega a tener un rol en nuestras vidas de tal manera que nos enfocan en la dirección de nuestro propósito: un maestro.

La referencia histórica sirve para dejarnos en claro que nada proviene de la nada, o por espontaneidad. Siempre proviene de algo más, nuestras ideas y nuestros deseos son frutos de una inspiración mayor, en los tiempos remotos la naturaleza era el maestro universal de todos los seres vivos orgánicos y la gran fuente de inspiración para el hombre. Con el paso del tiempo, además de la naturaleza, el tiempo mismo y los primeros "hombres iluminados" se han convertido en las actuales figuras de inspiración: un ejemplo a seguir.

Los primeros maestros fueron hombres cuyo ego y orgullo estaban por los cielos, de tal manera que te tenías que sentir honrado por el hecho de que te prestara algo de atención aún cuando estos no pudieran saber mucho en realidad, o dicho de otra manera, te considerará digno y capaz de poseer los conocimientos que estaba a punto de transmitir. En resumen, la mayoría de los primeros maestros, más que hacer un bien a la humanidad heredando conocimientos invaluables, procuraban alimentar su ego propio.

Con el paso del tiempo, el concepto fue sufriendo tanto evolución como distorsión, pues en algunos lugares (como la gran parte de mi país), la gente confunde el servicio de educador con el de maestro. No es por menospreciar el valor del educador, puesto que en los lugares donde hay más pobreza y desolación, la educación que pueden dar puede ser bastante clave para motivar a los alumnos a superarse y dejar atrás todo ese dolor y sufrimiento que han sentido debido a sus condiciones, hasta hay quienes logran evolucionar de educadores a maestros solo por este hecho; pero lo cierto es que aunque se parezcan mucho en ciertos aspectos, la labor de un educador con el de un maestro no es lo mismo. Un educador enseña conocimientos generales, cosas que pueden intuirse en determinado momento y que se usan para aspectos comunes de la vida cotidiana.

Leer, escribir, sumar, restar, habilidades manuales básicas como usar las tijeras u otros instrumentos cotidianos, son cosas que se aprenden de los educadores, pero que como han notado, son cosas que pueden llegar a aprenderse en casa si se tienen las condiciones adecuadas. Pero a diferencia del educador, el maestro es un especialista. El buen maestro es un ser que siempre habré sus puertas para aquel con verdaderos deseos de aprender, encima es tan benevolente que se presenta en más de una forma, no solo como una persona frente a un pizarrón. 

La naturaleza, el tiempo y la vida misma son ejemplos de esta clase de maestros sin forma humana, puesto que estos a través de las experiencias y los sentidos, nos dan lecciones y conocimientos que no se pueden explicar y asimilar a través de un pizarrón. Hay otras formas de maestros que nos inspiran y nos orientan a encontrar nuestro propósito en nuestra vida terrenal. Los libros, entregados en el momento correcto, son un gran mentor y acompañante en la búsqueda de la verdad universal y de nuestra propia verdad. En otros casos hay sentimientos como el amor que te inspiran a centrar tus esfuerzos en compartir ese sentimiento con el mundo, puesto que hay seres que no conocen lo que es. De la misma manera, el odio nos enfoca en propósitos más oscuros, pero necesarios para mantener el balance natural de las cosas. Con esto puedo decir que no existen maestros malos, existen propósitos o metas diferentes que no es lo mismo.

Este capítulo puede a llegar a cobrar más importancia porque en nuestro mundo actual, donde cualquier información o conocimiento puede estar al alcance de cualquiera y viajan a velocidades exorbitantes, el labor del verdadero maestro es infravalorado en nuestros días. Actualmente en mi país, el labor del educador es de los peores pagados, limitados por un sistema que enfoca a desarrollar solo ciertas habilidades específicas para ciertos trabajos; tal es esta decepción que la gente se conforma con lo que tiene en vez de aspirar a más, a buscar a verdaderos maestros, al menos en la mayoría de los casos. Las herramientas tecnológicas e informáticas han permitido que cualquier cosa este al alcance de nosotros con tan solo un clic, pero esta ligereza es la que ha permitido que el conocimiento sea olvidado fácilmente al cabo de unos minutos, facilitado también por el sobre exceso de información que hay actualmente, como lo mencionaría Gilles Lipovetsky en uno de sus más recientes ensayos.

Pueden complementar la educación actual haciendo que sea más versátil y dinámica ciertamente, pero dichas herramientas atrapan fácilmente a los estudiantes, sin embargo, jamás remplazará la riguridad y disciplina que se obtiene por medio de un maestro presente, dado que puede corregir cuando estas malinterpretando información, o bien puede darte una perspectiva diferente sobre cierto criterio, cosa que es imposible obtener a través de una pantalla o servicio informático. Además, pasando a un ámbito más espiritual, una pantalla no podrá ofrecerte el mismo entrenamiento físico y mental a como lo haría el maestro monje a través de sus pruebas y de las historias de sus vivencias. Es algo que se debe sentir desde lo más profundo de nosotros, encima de todo, la manera en la que puede aprender cierto conocimiento no es la misma de una persona a otra.

Algunas personas les basta solo verlo, pero hay otras que deben comprobarlos ellos mismos para tener la claridad de las cosas. Sin embargo, los buenos maestros son capaces de entender estas diferencias y adaptarse a la necesidad de sus alumnos, cosa que también es incapaz de lograr le tecnología al menos que el alumno sepa perfectamente lo que busca, lo que en estos días sucede en pocas ocasiones. Aún cuando en algún punto de mi vida serví (o hice el intento) de servir como uno de ellos, mi experiencia con los buenos maestros no fue sino ya hasta que estuve en la secundaria. 

Mi primer gran maestro que me dio una motivación por lo que seguir estudiando fueron dos libros, mis favoritos hasta la fecha: Las aventuras de Sherlock Holmes y Cazadores de Microbios de sir Arthur Conan Doyle y del doctor Paul de Kruif respectivamente. Hay más, cabe recalcarlo, pero esos dos en especial me acompañaron durante mis tardes solitarias dentro de la secundaria, donde solo me dedicaba a ver los comportamientos de la gente y sus modos de vida tan singulares uno del otro. Después de todo, ¿cómo no podría identificarme (dadas mis condiciones), con el singular detective solitario que resolvía crímenes por gusto, así como con aquellas mentes científicas que decidieron apartarse del mundo y jugarse la vida con tal de lograr un bien mayor para todos? Tal vez mi vida no estaba en una situación tan drástica, sin embargo me sentí bien acogido ahí.

Los libros me ayudaron a experimentar sensaciones que los maestros no eran capaces de transmitir, puesto que me hicieron vivir experiencias ajenas al ver la vida y obra de los personajes. Probablemente lo que más me motivo de los personajes fue su sentido del deber a la hora de tomar acciones, siempre buscando la verdad de las cosas, buscando justicia, siempre para el beneficio de otros y no solo el suyo. A pesar de todo, durante ese mismo lapso conocí a dos profesores que me dieron el incentivo que necesitaba para fijar mi propósito, me dieron clases de la materias de Física, Química y Matemáticas respectivamente, durante dos años, les haré una mención honorífica por motivos del capítulo: Horacio Sánchez Avendaño, profesor cuya trayectoria es de las mejores que haya conocido hasta ahora, más allá de la materias aprendí paciencia para analizar las cosas y sacar el mejor resultado posible. Y el profesor Fernando Amador Pichardo González, cuyos consejos sobre temas de la vida nos dieron un enfoque más humano y más justo al momento de poder aplicar nuestros conocimientos a lo que nos rodeaba.

Esta es la filosofía de los maestros, una que debemos entender y aceptar, porque siempre seremos alumnos en este recorrido conocido como vida, algunos podrán percibir a los maestros que los enfocaron, otros no. Los obstáculos son pruebas para encontrar encontrarnos a nosotros mismos y re enfocarnos en nuestro propósito, para hacernos caer, pero para poder resurgir más fuerte con el conocimiento aprendido. Hay que estar atentos a todo lo que nos rodea, porque somos la arcilla que se moldea a cada giro de las vueltas de la vida, pero de nosotros depende el saber aprovechar todo aquellos que aprendimos por el bien de todos y de nosotros mismos.

Cae, incendia, alza el vuelo y resurge de tus cenizas, Fénix. 



La Fuerza FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora