CAPÍTULO 7

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   Están llegando a sus dormitorios cuando la sirena para levantarse suena. Izan se despide y se encamina a su cuarto. Ander hace lo mismo. El sargento comienza a pasar por el pasillo golpeando fuertemente cada una de las puertas del comedor.

- ¡Venga, arriba gandules! ¡Os quiero en veinte minutos en el comedor desayunando!

Con esos gritos, Ander se cambia el uniforme de descanso blanco por el oficial azul y se marcha hacia el comedor.

   Una vez allí, se sienta y comienza a apartarse unos bollos tiernos y un vaso de leche. Izan llega y se sienta junto a él, haciendo ídem de lo mismo.

- Mira, ahí está Tony. –le indica Izan.

Ander observa la entrada. Tony aparece seguido de sus otros tres secuaces. Se acerca a la mesa de los chicos y pasa empujando el hombro derecho de Izan.

- ¿Tienes algún problema? –dice Ander bastante serio.

- ¿Qué has dicho? –Tony se gira, mosqueado y mira fijamente al chaval a los ojos.

- Que si tienes algún problema. –repite Ander desafiante.

- ¿Quién te crees que eres para hablarme así flacucho? –y le mete un empujón que lo tira de espaldas contra el suelo. Los demás chicos se levantan de sus mesas y se acercan al foco de la pelea. Tony rodea la mesa y se arrima a Ander, que está tumbado en el rellano boca arriba.

- ¡Déjalo en paz! –grita Izan poniéndose delante.

- ¡Quítate de en medio! –y el grandullón aparta con la mano al chico, y agarra del pecho del uniforme a Ander para pegarle.

- ¿Qué está pasando aquí? –grita fuerte el Sargento, que ha entrado y se acerca al barullo.

   Todos los chicos se disponen en línea recta haciendo el saludo oficial, mientras que los más lejanos se sientan rápidamente en sus mesas para pasar desapercibidos. Tony suelta rápidamente a Ander quien cae de nuevo al suelo, y el otro se coloca en la línea con los demás. El Sargento se acerca al muchacho en el suelo. Lo mira fijamente a los ojos, con una mirada desafiante. Ander sabía lo que significaba. Estaba en problemas. La última vez que le miraron así se pasó todo un verano castigado por romperle la nariz a un chico en quinto. Lo gracioso es que fue porque Ander esquivó el golpe en una pelea parecida y empujó al atacante por la espalda hacia la pared, en la que se estampó y se rompió el tabique. Culparon a Ander. Recordaba perfectamente la mirada que le echó el director, esa mirada fría y penetrante que si matase, podría hacerlo perfectamente. Esa misma mirada estaba recibiendo ahora mismo. El Sargento se gira hacia los otros chicos que estaban en línea.

- ¡Escuchadme bien! ¡Mientras estéis aquí no quiero peleas de novias! ¡Aquí sois todos compañeros y no toleraré que os desfiguréis la cara entre vosotros! ¡Si queréis luchar contra alguien que sea contra el enemigo, porque si nos destrozamos entre nosotros les estamos sirviendo nuestra derrota en bandeja! ¿Es lo que queréis?

- ¡No, señor! –gritan todos los chicos al unísono y bien firmes.

- Pues basta de mariconerias y a comer todos. Esta tarde sesión de Fartlek.

   Se empieza a oír murmullos de frustración y desilusión a la vez que los chicos regresan a sus posiciones y se disponen a comer. El Sargento Martínez vuelve a mirar a Ander tirado en el suelo y se marcha. Izan sigue al Sargento con la mirada y cuando abandona el comedor tiende la mano a su amigo para ayudarlo a levantarse.

- ¿Estás bien? –le pregunta Izan.

- Sí. Ese idiota cree que va a salirse con la suya. –responde Ander echándole una mirada a Tony, quien responde deslizando su pulgar por el cuello a modo de degollamiento.

- No le eches cuenta, no merece la pena.

- Lo sé, pero ya es tarde. No nos va a dejar tranquilos hasta destrozarnos.

- Ya… -comenta Izan agazapando la cabeza.

   Los dos se sientan a comer y al poco, Marcos llega y se sienta con ellos.

- ¿Qué tal va todo, reclutas?

- Bien. Oye, Marcos, -se decide a comentar Ander.- ¿nunca van a dejar tiempo para salir fuera a tomar el aire? Por las ventanas he visto que estamos en un sitio genial y me vendría bien…

Marcos lo interrumpe con una risa fuerte pero verdadera.

- ¿Qué te hace tanta gracia? –le pregunta a Marcos enojado.

- ¿Es que no sabes dónde estamos? –y Ander niega con la cabeza.- Anda, venid rápido. Voy a enseñaros una cosa.

Y Marcos se levanta y los conduce fuera del comedor.

- Vamos, seguidme y no hagáis ruido, no conviene que nos vean. –dice el muchacho a lo que los reclutas contestan asintiendo con la cabeza.

   Avanzan cautelosos por los pasillos hasta el ascensor y Marcos pulsa el botón que les lleva a la planta veinte, a la de Ander e Izan. Una vez en el piso, continúan por los pasillos, pasan las duchas y avanzan hasta el final de los dormitorios. El chaval se coloca delante de una puerta que a simple vista era otro dormitorio más.

- Antes yo era de vuestro pelotón, del diez; y descubrí esto en uno de mis paseos. Nadie sabe que lo sé y así debe de continuar, ¿está claro, enanos?

- ¡Sí! –gritan los dos a la vez.

- Shh. No alcéis la voz, que van a oíros.

- Pero, ¿qué hay aquí? –pregunta Izan.

- Algo que os hará cambiar vuestro pensamiento del por qué estáis aquí.

   Y Marcos se gira y pone la mano en la pared, a lo que esta se ilumina y sale un panel numérico en el que introduce un número y la puerta se abre.

- ¿Cómo…? –pregunta extrañado Ander.

- Vi a un guardia entrar. Esto es extremadamente secreto.

Y Marcos indica a los muchachos que entren. A continuación mira de un lado a otro del pasillo y este entra también. La puerta se cierra y están dentro.

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