CAPÍTULO 16

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   Los pasos cada vez resonaban más, acercándose proporcionalmente a la velocidad que aumentaban los nervios de los chicos, hasta que finalmente la puerta se abre. El General Ríos estaba frente a ellos, en el marco de la puerta, mirándolos con cara fría. Los muchachos, tumbados en el suelo, no sabían cómo reaccionar.

- Vaya, vaya. ¿Qué hacen dos reclutas tirados por mi despacho? ¿Y a qué se debe este desorden? –pero los chicos no eran capaces de abrir la boca, atemorizados.- ¡¿No vais a contestar?! ¡Os estabais escapando en mi cara! –grita con todas sus fuerzas.

- Señor, no queríamos… –intenta responder tímidamente Carlos.

- ¡Cállate! –hace una pausa y suspira.- Mirad, no me gustan que se rían de mí y mucho menos unos asquerosos reclutas como vosotros. ¿Sabéis qué? Queríais escaparos… Pues bien. Os dejaré ir.

- ¿Qué? –pregunta Izan atónito.

- Sí, me habéis oído bien. Os libraré de este… mmm ¿Cómo decirlo?... ¿Sufrimiento? –y sonríe mientras coge de un cajón su pistola.

- ¡Mierda! –resalta Carlos.

- Bien. ¿A cuál de los dos mato primero?

- ¡No nos mate por favor, no volveremos a intentar escaparnos! –suplica Carlos a punto de llorar.

- Por lo que deduzco, la idea fue tuya… Bien entonces, tú primero. –señala con el arma a Carlos.

   El disparo impactó de lleno en el pecho del chico, haciendo que sus músculos se destensaran y que su mirada se perdiese en un punto indeterminado. La expresión de horror de Izan se dibujó en su rostro y todo el cuerpo le temblaba. Iba a morir.

- ¡Por favor, no me mate! –suplicando esta vez Izan, entre lágrimas de desesperación sabiendo que era su fin.

   Un segundo disparo resuena por los pasillos contiguos.

                                                         * * *

   Ander se dirigía hacia el comedor, acompañado de su amigo. La tarde había sido dura e intensa. Aparte de las visitas al general, en el entrenamiento se llevaron casi dos horas corriendo, tal y como les prometió el Sargento. Hasta que no terminaron la sesión del día no tuvieron oportunidad de hablar tranquilamente lo ocurrido. En las duchas, Izan le explicó que el General le había advertido de las normas y, muy cabreado, le impuso que, a la mínima, lo echaría del programa y lo mandaría interno a una escuela de castigo.

   Ander había oído hablar de las escuelas de castigo. Una vez casi se llevan a un amigo suyo, por pintar un caballo en un contenedor de basura. Al parecer en esos sitios son incluso más estrictos que en este lugar y para colmo, están autorizados a ejercer la violencia si es necesario.

   Los chicos llegan al comedor y toman el asiento habitual.

- Oye, ¿has visto a Marcos? –pregunta Ander.

- No. Al menos desde este mediodía.

- Que raro.

- ¿Tú quieres un poco de ensalada? –Izan le cambia la conversación, ya que estaba muy hambriento después de aquel día tan ajetreado.

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