Sin un adiós.

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Es tan complicado...

Toda luz tiene su sombra.
Por muy clara,
o bella que sea.
Todo rayo de sol tiene como consecuencia la creación de oscuras sombras.
Algunas se mueven,
pues tienen vida propia.
Otras,
se mantienen inertes en su lugar.
Normalmente, las sombras que se mueven son las que más daño nos hacen.

Todo cielo tiene su infierno.
Cual ángel de la guarda,
que es acechado por un discreto y cruel diablo.
Dispuesto a atacar cuando uno menos se lo espera...
Cuando creíamos tener todo controlado,
y en sumisa paz...
Es inesperado.

Y cada momento bueno tiene el malo.
Como cada momento feliz tiene su depresión posterior.
Es un bucle eterno,
parte de la vida.
¿Qué más?
Pues sin lo malo, no existiría lo bueno.

En este caso, conocerte fue la luz, el cielo, ese ángel de la guarda.
Pero perderte...
Perderte fue la sombra, el infierno, ese travieso diablo.

Y yo...

Este pequeño desastre pensaba tenerte a ti.

Cual agujero profundo,
que esconde sus piedras preciosas en lo más profundo de éste. Una merecida y arriesgada búsqueda.

Pero caí.
Empecé a caer en aquel abismo incesable.

Llegué a lo más oscuro,
y me sumergí en un interminable mar de pesadillas.
Me ahogué con mis propias lágrimas y pensamientos.

Pensé que al menos te tendría a ti.
Y resistí hasta la peor parte
por verte.
Por tan sólo saber que al menos le importaba a alguien,
por el simple
pero no tan simple hecho
de sentir el calor de tus brazos.
Pues así,
y sólo así,
estoy protegida de cualquier daño.
Sólo contigo soy capaz de sentirme segura.

Necesitaba sentir el tacto de tu suave piel.
El roce de nuestros dedos,
que torpemente chocaban.
En un tímido intento de coger tu mano.

Te necesitaba.

Y no estabas.

No sé si alguna vez estuviste,
pero si así fue, desapareciste.

Desapareciste cual promesa pintada en la arena,
arrastrada al olvido por las olas de las circunstancias.

Tampoco sé qué te llevó a irte...

Sólo se que ya no estás.

Palabras de un humano. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora