Capitulo IV

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"Cometiendo un error"

No sentía calor...

Tampoco sentía frió...

Simplemente no sentía nada.

Excepto esa horrible opresión en su pecho que estrujaba su corazón causando que le costara respirar. Un dolor tan crudo como inexistente, como un fantasma que se aferraba a su cuerpo. Junto con una gran impotencia que se arremolinaba en su garganta, causándole un pesado nudo.

Pero se negaba a derramar una sola lágrima.

¿Por qué tenía que hacerlo?

Ya no recordaba su voz, ni el cantarín sonido de su risa, ni sus suaves labios cuando besaba su frente con amor.

Apretó los dientes con frustración mientras veía su nombre inscrito en aquella fría piedra.

Se obligó a sí mismo a respirar hondo para intentar alejar esa horrible sensación en su pecho, pero era inútil.

Esta era la peor semana del año, donde los crudos recuerdos no solamente lo dominaban a él...

La tensión entre su padre y él era demasiado palpable, ambos no podían estar en la misma habitación sin mirarse entre la tristeza, el dolor, y la culpa. Una culpa que no sabía porque la sentía, pero allí estaba, siempre persistente.

Lo peor sucedió cuando ella partió para nunca mas volver... apenas pocos días antes de su cumpleaños. Un día como hoy, donde su sonrisa siempre resplandecía cuando se arrojaba a sus brazos para felicitarla, y hasta su padre se unía a aquel abrazo, dejando de lado por un momento su frívola actitud. Porque cuando estaban con ella; todo cambiaba, todo se volvía cálido y alegre.

Fue una sensación reconfortante aunque apenas y lo recordaba.

Ahora solo quedaba la amargura.

Trataba por todo los medios no pensar en ella, pero era casi imposible.

A pesar que paso tantos años atrás; aun podía ver su rostro exhausto al igual que su increíble palidez, pero nunca perdió aquel brillo en sus ojos verdes a pesar que su vida se marchitaba. Ese día lo acuno con cariño mientras le tarareaba una canción con voz débil y acariciaba su rubio cabello con dedos temblorosos. Se quedó dormido con pesar y tristeza en su corazón, pero al mismo tiempo a gusto en los cómodos brazos de su madre...

Hasta que despertó súbitamente al escuchar unos bajos llorosos masculinos, al mismo tiempo que un frió intenso lo abrazaba... Al abrir los ojos de golpe sintió como su mundo se desmoronaba en frente de sus ojos mientras gruesas lagrimas rápidamente corrían por sus mejillas. Su padre estaba sentado a la orilla de la cama abrazando el cuerpo sin vida de ella, ocultando su rostro en su cuello murmurando su dolor y su perdida. Mientras que el permanecía a un lado viendo la escena con agonía propia al pensar que había fallecido mientras dormían.

No pudo despedirse, tampoco decirle que la quería con todo su ser. Solo podía ver a través de las lágrimas como en su rostro tranquilo; permaneció una dulce sonrisa.

Doce años después y aun le atormentaba ese recuerdo. Podía tolerarlo, pero cuando llegaba el aniversario de su muerte y de su cumpleaños; el tiempo parecía retroceder...

Desde entonces su padre se aisló más, los primeros meses pasaba incontables horas solo en su despacho, ni siquiera la presencia de su único hijo podía hacerlo salir. El dolor lo volvió a un más frió que antes. Y apenas un año después; su don apareció, distanciándolo aún más de su progenitor.

El comienzo de esta semana fue fatal. En la mansión ya se sentía esa aura pesada y melancólica ante aquellos tristes días. Para esa fecha Gabriel siempre se encargaba de desaparecer con un nuevo viaje, dejando que los recuerdos tortuosos sean solamente para él.

Mon démon, mon amourDonde viven las historias. Descúbrelo ahora