Capítulo 1

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Me arrastró por todo el parque, sin dejar de presionar intensamente mi débil y frágil brazo derecho, con su mano izquierda.

—Anda, camina —me tironeó una vez más y no pude evitar soltar un quejido entre el llanto.

Giré el rostro y traté de encontrar señales de él, más no había más que un camino amplio y vacío detrás de nosotras. Volví a explotar en llanto.

Soltó de mi brazo en el momento en que nos encontramos paradas frente al auto. Me senté en el asiento trasero y observé por la ventana. Apreté mis dientes, evitando dejar escapar un grito, cuando lo vi aparecer a lo lejos. Corría como nunca antes lo había visto correr y agitaba inútilmente una mano haciendo señas. Posé mis manos en la ventana y las deslicé al perder su imagen cuando mi madre puso en marcha el vehículo.

Llegamos a casa y como era de esperar, lo primero en hacer mi madre, fue en tomarme del mismo brazo y llevarme hasta la oficina de mi padre. Él despegó sus ojos del inmenso libro que sostenía en sus manos, cuando las puertas de madera barnizada, con pequeñas ventanas de vidrio, se abrieron de par en par.

—Charlotte —susurró al verme.

Era de esperar que mis ojos rojos e hinchados le dieran a conocer los antecedentes.

— ¡Otra vez! Stephen, ¡Otra vez! —Exclamó mi madre alzando los brazos y dejándolos caer al segundo— Yo ya no sé qué hacer con esta muchachita, Stephen, no hay remedio —ocultó su rostro amargado bajo sus manos temblorosas.

— ¿Qué sucedió, Charlotte? —Los ojos penetrantes de mi padre, no me dejaban más opción que decir la verdad, aun así... la confianza era mayor.

Opté por agachar mi rostro, no quería hablar del tema, no quería recordarlo, ya había pasado por este tipo de situaciones y sabía muy bien que ahora era diferente, que las cosas habían empeorado.

—Mírame a los ojos, Charlotte, y dime que es lo que pasó —autoritario, pero sin indicios de reprensión.

Con cuidado, llevé mi rostro a lo alto y lo miré cuidadosamente.

—Salí... y... Mark y yo nos juntamos... nos vimos en el parque, padre —musité la verdad y una lágrima corrió por mi mejilla.

Suspiró y retiró sus lentes de lectura, los dejó a un lado y posó sus manos encima del escritorio para entrelazar los dedos.

—Hemos discutido este tema varias veces, Charlotte. Sabes muy bien que es lo que tu madre y yo opinamos respecto a ese muchacho —sí, lo sabía muy bien. ¡No hacían más que juzgarlo! ¿Y por qué? ¿Por qué su situación económica no era la misma de nosotros? ¡Al diablo con esas estupideces!

—Ustedes no lo conocen —miré a mi madre de reojo y volví a mirar a mi padre.

—No necesitamos más información que la que ya tenemos, es el hijo de un hombre que busca trabajo día a día, sin futuro —comentó mi madre. Era de esperarlo.

— ¿Y eso a mí qué? —Exclamé, ya había aguantado esto por mucho tiempo, era imposible seguir reteniéndolo en la boca— ¡Yo lo amo!

— ¡Ha! —Rió irónica— ¿Tú lo amas? ¡Por favor! ¡Solo tienes 18 años! No sabes nada sobre el amor —reprochó mi madre, con los ojos ardiendo en lágrimas.

— ¡Se lo que es el amor, madre! ¡Eres tú la que no tiene idea sobre lo que es amar! Y ustedes dos son el ejemplo perfecto... ¡No ríen, no se miran, no conversan de otra cosa que no sea el dinero, no se tocan! ¡Nunca están juntos! —Sollocé y en ni un momento dejé caer mi rostro. Nunca había enfrentado a mi madre de esa manera y se sentía completamente extraño y... peligroso— Él es un buen muchacho, padre —busqué los ojos de mi progenitor y tragué saliva con los nervios de punta.

—Es un buen muchacho, ¡lo es! —Exclamó mi madre frustrada y creí imposible que cambiara tan repentinamente de opinión— Pero no la clase de joven que tú necesitas, Charlotte, métetelo bien en la cabeza. ¿Qué hay del futuro? ¿Acaso planeas casarte con él, tener diez hijos y sin ni un centavo? ¿Es eso lo que quieres? ¿No tener nada? —Sus ojos comenzaban a empañarse, pero sus sentimientos, era lo que menos me importaban en estos momentos.

— ¡Dinero, dinero, dinero! —Exclamé— ¡Es lo único que les importa!

—Así que... ¿Lo amas, Charlotte? —Musitó mi padre con tranquilidad y se acomodó en su gran asiento de cuero negro.

—Lo amo, papá, lo amo —Sentí caer nuevamente las lágrimas y corrí hacia él para abrazarlo y refugiarme en sus brazos.

—Será mejor que vayas a dormir, pensaré que es lo que podemos hacer.

Me alejó delicadamente de él y besó mi frente. Solo asentí y salí corriendo de la oficina. Corrí por la gran escalera derecha de la casa, y sin detener el paso llegué a mi habitación. Cerré la puerta y no dudé en caminar hasta mi cama y hundirme entre los suaves cojines que la decoraban. Llorar era mi única escapatoria, por ahora.

Se dice que el dinero, lo material, puede llegar a hacerte muy feliz... y de hecho lo hacía, con mis padres, mis hermanos y el resto de mi familia, pero no conmigo. El dinero no compra el amor y por lo que tenía entendido, nadie de mi familia se casaba por amor, sino por el bienestar económico. Ese tipo de cosas ya habían pasado de moda, eso era antes, cuando el trabajo de la mujer era servirle a su marido y depender de él, pero mis padres nunca lo entenderían.

Tres golpes en la puerta interrumpieron mi llanto y sequé en segundos mi rostro con mis manos. Mi madre entró y cerró la puerta, aún no la miraba, pero debí suponer que ella al sentir sus elegantes tacones golpear la delicada madera flotante. La sentí sentarse en la cama y planeé guardar silencio. Se merecía que la ignorara después de haber humillado a Mark en el parque.

—Tu padre a decido invitar a ese joven a la cena de mañana, así podremos juzgarlo bien ¿No crees? —Estaba tranquila y eso no era posible cuando hablaba sobre él.

Dejé de darle la espalda y me senté en la cama.

—Mañana es la cena familiar, vienen todos —la miré a los ojos y traté de descifrar que era lo que se traía entre manos.

—Así es. Será perfecto para que todos lo puedan conocer —me sonrió.

—Está bien... —susurré—. Mamá... si solo le dieras...

—Mañana —me interrumpió—. Mañana, al final de la cena, hablaremos ¿entendido? —Se puso de pie y se acercó hasta besar mi frente, se alejó y se retiró de mi habitación.

No creo que él quisiera venir a una cena donde el único tema que importaba era la economía, el trabajo, las empresas y grandes toneladas de dinero que ganaban día a día... pero prefería a que estuviera presente y diera a conocer la maravillosa persona que era.

Mi lugar eres tú©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora