Día 2 - La Hora De Receso

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Recuperé la consciencia alrededor de las 10:00 a.m.
Aún seguía en el suelo, me pregunto por qué esperé a que me pusieran en cama o algo así.
Había sangre seca en mi nariz, no recuerdo que me hayan golpeado, sin embargo, si que estaba maltratado.
Me dolía toda la espalda, mi pierna derecha y brazos....
Maldije a todos esos hombres y me senté a esperar en mi cama.

"Probablemente ya ha pasado el desayuno." - Pensé.

¡Vale suerte! No cené ni desayuné, solo me queda esperar la comida.
El estómago me ruge, siento que pronto va a tragarse a mis demás órganos...

Un guarda venía a mi habitación.

- ¡Cristopher Rob!

- ¿Qué diablos quieres de mí? - Contesté, molesto.

- Tienes visitas.

Me levanté y caminé hacia la puerta.
Mi madre venía con mi maleta roja.

- Hola, hijo.

- ¡Mamá! ¿Cómo estás?

- Tengo varias cosas pendientes, pero he venido a traerte esto, para que no te vaya tan mal aquí... - Miró por un momento el suelo, con sus ojos con ojeras y rostro demacrado por el tiempo - Lamento tener que dejarte aquí, Hijo..

- Tu sola presencia me hace feliz, madre. No tienes de qué preocuparte.

Mi madre pasó la maleta por la puerta rápidamente y me hizo un gesto para que lo escondiera, lo puse al lado de la puerta.
Besé a mi madre y nos despedimos. Se tapó el rostro con sus manos y se fue caminando hacia la sala y la perdí de vista.

Puse la maleta en la cama y la abrí.
De un lado, ropa, zapatos y unas chanclas, del otro, productos de higiene personal, desodorante y perfume.
Más adentro había 3 botellas de agua llenas, cada una de 2 litros. Latas de sopa, y más latas de sopa.
Acomodé las cosas en mi armario y el tocador, la comida y agua las escondí en el baño, dentro de la maleta.

Las 2:00 p.m.
Sonó una especie de timbre, y se abrieron las puertas.

- ¡Pueden salir! - Gritó un guarda.

Las personas salían conforme a sus celdas, o habitaciones. Todas las numeraciones hasta el último, ósea, yo, el número 36.
Bajé las escaleras del segundo piso y fui a sentarme a las sillas del patio, había una entrada (o salida) un poco estrecha, por lo cual íbamos uno por uno.
Hombres y mujeres habían fuera. Mesas y sillas, un patio como de 36x36 metros, y al centro, un árbol con columpios de llanta colgando.
Las personas iban corriendo a eso y se balanceaban salvajemente.
Al sentarme en la silla de una mesa para cuatro personas, tomé una varita y comencé a jugar con ella.
Desde lejos escuchaba...

- Ése es el nuevo.
- Se ve débil.
- Hagamos una conversación con él. - Dijo uno, de manera brusca.

Me puse nervioso, siempre colgaban ojeras en mi rostro, se notaba que me hacía falta dormir.

- Heya. - Me dijo un hombre de aproximadamente 38 años.
- Hola. - Contesté, evitando la simpatía.
- ¿Sabes que esta es mi mesa, cierto?
- Debería suponer que todo el patio es para todos. - Contesté, volteándole a ver.

De un griterío en el patio, pasó a hacer presencia en silencio.

- Oh, amigo mío. Tienes 10 segundos para levantarte y largarte a otra mesa.

Ya estaba molesto. El tipo ni parecía fuerte.

- Y si no, ¿Qué? - Dije, retándolo.
- Jajajajaja. Vas a pasar un mal rato.

Me levanté y el hombre me dio un empujón que me tiró en la mesa, me levanté de nuevo, pero del lado contrario, le tiré la mesa en la cara. El hombre retrocedió.

- Jajajaja, Tendrás que intentar algo más fuerte que eso. - Me dijo, con una sonrisa.

Tomó una silla y me golpeó en la espalda con ella. Caí al suelo. Un dolor se extendió en mi cuerpo entero.
Cerré los ojos, volteé la mirada y vi a mucha gente rodeándonos, él estaba parado frene a mi aún con la silla.
Las alarmas sonaron, al hombre no le importó.
Me dio un último golpe en la cabeza.
Escuché tronar, cosas rotas, todas en mis oídos....
No sentí mi cuerpo.

- ¡Jajajaja!, ¡Imbécil!, ¡Arrepiéntete!

Patada tras patada.
Golpe tras golpe.
Sentía que me desvanecía.

Los guardas llegaron y le dispararon un suero al hombre, que lo desmayó.
Me llevaron en camilla a un lugar que no recuerdo, pero había mucha gente con alcohol, gasas y otros productos.
Me cocieron, 4 puntadas en el rostro.

Me llevaron a la habitación y me dieron una botellita de agua de 500 mililitros acompañado de un sándwich.

- Come, necesitas recuperar todo lo que perdiste.

Desde fuera, susurraban mientras me veían...

- ¿No se rompió algo?
- Aparentemente no, pero si hubo mucho sangrado...
- Este hombre es resistente...

Me acosté en la cama, adolorido y delirando, después de haber tragado lo que me dieron.
Una mirada vacía me llenó.
No me sentía bien, tampoco cuerdo.

Comencé a llorar, mucho, desconsoladamente hasta que no me pudieron salir lágrimas...

Me levanté y fui al baño.

Ya no sentí dolor.

La hora pasó rápidamente.

Mientras me bañaba, sentía como la sangre se iba de mi, la sentía pasar poco a poco, un sentimiento repugnante y vacío...
Pero me gustó.

Me cambié y arreglé. Las 6:38 p.m.
Me recosté de nuevo.

Mi mente estaba en blanco.

INSOMNIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora