Día 3 - Cuando La Sombra Se Desvanece

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Hay algo dentro de mi que me ha quitado todo.
Lo presiento, como un sexto sentido.

Cuando desperté estaba en mi cama, con la sábana esa de osito limpia, la lata de sopa en su lugar.
No había huella de lucha en la noche anterior, como si no hubiera pasado nada.
Me levanté extrañado, fui al baño y me lavé la cara. El rostro no se veía igual, a pesar de que las puntadas seguían ahí, mis arrugas, mis ojeras no estaban. Pasó algo raro esa noche. Mi mente no me permite recordar... Me senté a orillas de la cama, las 7:29 p.m.
"Deberían dar de desayunar, ¿No, locos?"
Un suspiro pasó por mi.
Fui al cuarto de baño y de la maleta saqué una lata de sopa, la abrí y me la bebí, a pesar de que estaban frías, al buen hambre no hay mal pan.

- ¡Cristopher!
- ¿Qué quieres? - dije, sin voltear.
- Tienes una visita muuuuuy especial. - Dijo el guarda, con un tono de felicidad amarga.

Me levanté y fui hacia la puerta, un hombre de traje negro estaba al frente.

- Muy buenas. - Me dijo el hombre con una sonrisa extraña.
- Heya. - Dije, un poco mosqueado.
- ¿Sabes a qué he venido, cierto?
- Debo decir que ignoro eso.
- Jajaja, perfecto. - Dejó de verme y entreabrió la boca en signo de que estaba buscando las palabras.
- ¿Qué quiere? - Dije, sin paciencia.
- Tranquilícese, no he venido a pelear, pero, al saber lo que voy a decir, querrá hacerlo.
- ¿Tan malo es? - Dije, alterado.
- Algo. Mire, yo supongo que recuerda a su madre, ¿Cierto?
- Sep.
- No lo haga más.

Me puso una sonrisa que odié por el resto de mis días.

- No entiendo qué quiere decir con eso.
- Su madre murió en la mañana, después de que se le reventara el hígado.
- ...
- Su casa, ahorros y pertenencias serán decomisados por el gobierno de ciudad C, haciéndolas tomar por créditos a cambio de ellos.

No podía creer lo que me estaba diciendo.

- ¡Ustedes no pueden hacer eso!, ¡Mi madre merece más respeto!, ¡Ella hizo su esfuerzo para darme mejor vida!
- Jajaja, hey, no todo es malo... Espera, si que lo es, al menos para ti.
- Increíble. Váyase a la mierda.
- Sonreiremos por ti.

El hombre de traje puso una sonrisa y se fue así sin más.
No pude aguantar más las lágrimas.
"Mamá, vamos a estar bien, pero necesito que tomes tus pastillas..."
Lágrima a lágrima..
"Mami mira lo que te dibujé..."
Recuerdo por recuerdo...
"Te Amo mami..."
Sonrisa por sonrisa.

Pronto, el dolor y enojo se apoderaron de mi.

Ya las 2:00 p.m.
Sonó el timbre puntual.

- ¡Salgan de ahí!

Uno por uno salían, bajaban las escaleras y salían al patio.
Menos yo.

- ¡Hey, tú!, ¡Ya debes salir!
- No quiero.

Mis ojos demostraban mucho, rojos y ya sin vida, pero no vacíos, aún con esperanza, fui a lamentarme a la esquina de la habitación.

- Por órdenes del gobierno de ciudad C y Ezic, debes salir o serás castigado.
-Paso.
-Como desees.

Entonces el guarda se fue. Escuché susurros que no comprendí y pasos.
Luego escuché algo pesado.
Tres o cuatro guardas subieron, me tomaron de los brazos, me golpearon, me tomaron de las piernas y me llevaron al 'castigo'.

Una mesa de metal, con un martillo, una varilla afilada de metal y tijeras gruesas y grandes.
Estaba mareado, no sabia ni qué pasaba.

- Sanción de una comida y castigo. ¿Nombre?
- Cristopher Rob.
- Colega, aquí se hacen las cosas como nosotros digamos, ¿Ok?
- Me tendrán que quitar la libertad primero.
- Tch. Bueno, ahora te toca elegir.

El hombre con traje azul me preguntó:

- ¿Pellizco, Picadura o Moretón?
- ... No quiero imaginar a qué se refiere con eso...
- No tengo tu tiempo. Será mejor que te apresures.
- Pellizco.

Me arrepiento de elegir eso.
El hombre tomó las tijeras enormes y gruesas, le hizo una seña a sus compañeros y ellos me ataron las manos. Veía como el tipo le quitaba filo a la tijera.

- Vale, es tu castigo ahora. - Dijo, con una sonrisa sádica.

Cortó mi dedo anular con las tijeras.
No puedo describir el dolor de que, cada vena, cada hueso sean destruidos por un objeto no afilado, fue horrible.
Me regresaron a la "Habitación" con una venda y mi sangre.

- ¡MMMNNNAAAAAAHHHHHH!

Grité, pedí y golpeé.
Pero nadie vino.

Todos ya estaban en sus respectivas habitaciones, ya eran las 6:45 p.m.

Me sentía como un muerto.
Ya no tenía fe.
Ya no tenía esperanza.
Ya no tenía libertad.
Miraba como el vacío una vez más me tragaba, me desvanecía poco a poco.

INSOMNIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora