Día 4 - El Insentir

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Mi rostro no es el mismo. Ya no me queda rastro de sufrimiento. Mi dolencia se ha marcado, y ya no puedo borrarla.
Me levanté de la cama, ya no me importaba cómo fue que llegué de nuevo a la cama, solo fui a lavarme la cara y me senté sobre la cama.

Veía el vacío, ya no quería serlo, porque ya era parte de él. Sonreí.

Volteé, las 11:36 a.m.
No tengo hambre. En mi mano, mi dedo parecía que había reaparecido, pero era mucho más pequeño y flaco que antes.

Si antes me aburría por no poder hacer nada, ahora era hasta divertido.
Así pasé toda hora, viendo el suelo y riéndome de cualquier estupidez, hasta que dieron las 2:00 p.m.

El timbre ese sonó puntualmente, como siempre, como si el que lo toca no tuviese algo mejor qué hacer.

- ¡Salgan! - Gritó un guarda.

Uno tras otro salieron, como soldados, locos, extraños, tristes y sucios, uno por uno...
Hasta que llegó mi turno.

Salí esta vez, viendo al frente como perfección, hasta que un guarda me dijo...

- Jajajaja, ahora sí, ¿Verdad?

Volteé, y lo único que hice fue contestar...

- Cuando no tienes libertad no hay elección, pero déjame decirte que cada uno de ustedes pagarán. Los espero en el infierno, bola de cobardes.

Sonreí, mientras veía la cara de tontos que me ponían, y salí al patio.

Me senté en el mismo lugar del primer día, cuando recordé lo que pasó.
Toqué mis puntadas, las admiré y vi al mismo hombre que me golpeó venir.

- Jajajaja, has venido por más, ¿Cierto?
- Y al parecer te gustó que te clavaran esa cosa que te desmayó, "¿Cierto?"
- Ya te dije que ésta es mi mesa, y si es necesario, te volveré a romper la cabeza  para que te pongan 4 puntadas más.

Me levanté, y con todo el poder que tenía, le vi a los ojos y dije...

- No Te Tengo Miedo.

Parece que esto lo molestó, me volvió a empujar, pero esta vez la historia no se iba a repetir.

- Si quieres intentar golpearme así de nuevo, vas a tener que esforzarte más que esto.
- Jajaja, veamos cuánto aguantas contra mi.

A continuación, me volvió a empujar, intentando tirarme, pero no lo logró, me clavé al suelo como pude, y me quiso dar un puñetazo, pero lo detuve con el mismo movimiento, al grado que nuestros puños chocaron.

Sacudió la mano en signo de dolor, y aprovechando su distracción, le solté un golpe en el rostro.
Cayó al suelo.
Le pateé y pise la cabeza, la cara y el rostro, también los genitales.
Golpe tras golpe, gusto tras gusto, no me siento arrepentido.
La bola de gente alrededor aplaudía, se animaba.
Me había desecho del maldito del grupo.
Sonó el timbre.
Entramos uno tras otro, en orden de nuevo.
Pero faltaba alguien. El tipo seguía tirado, no quería reaccionar.
Los guardas entraron y lo revisaron.

- ¿Quién fue?

Nadie contestó.
Di unos pasos al frente.

- Fui yo.
- Me alegra que hayas sido sincero. Pero me temo que toca castigo.
- Me da igual, si es necesario, mátame ya.
- Lo haría si Ezic lo permitiera. Sígueme.

Fui con él, a la misma sala.
El mismo hombre de traje azul, a parecer es el encargado de este tipo de cosas.

- ¿Otra vez tú? Vale, lo mismo, sanción de Comida y castigo.
- Ok.
- ¿Pellizco, Picadura o Moretón?
- Picadura.

El hombre tomó la varilla y la enterró en mi mano. La varilla no tenía filo, pero a pesar de eso, me cortó.

Fui a mi celda de nuevo, y me acosté en la cama.

Mi mano sangraba, se veía por la venda.

Las 6:39 p.m.
No sentía dolor, al bañarme, la sangre se desplazaba rápidamente en mi mano. Me sentía feliz, pronto iba a ser libre.
Me alisté y fui al espejo de nuevo.

INSOMNIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora