My Dark Angel [Adaptada]

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Dejé que Luna tomara mi pistola y la besé una vez más, la deje ir lentamente y caminé hacia el cadáver, saqué su cartera y encontré también un celular y 2 pistolas en sus bolsillos, puse las cosas a un lado y busqué alguna otra señal sobre quién podría ser éste hombre.

No encontré nada y miré hacia Luna quien comenzaba a tomar la comida, volteé de nuevo a ver el rostro del hombre muerto y comencé a estudiarlo... no se parecía a ningún hombre que trabajara con mi tío Ben.

No solían ser drogadictos como éste, él tenía marcas de agujas por todo sus brazos, hice un gesto de disgusto, Ben escogía gente inteligente y potencial.

Dejé de buscar mas pistas cuando una idea llegó a mi mente. ¿Y si él lo había enviado a revisar la casa? o... ¿Y si éste hombre era en realidad un violador y por casualidad vio a Luna?

Miré hacia ella quien había dejado la comida, simplemente miraba hacia la alacena, me levanté y caminé hacia ella.

Luna estaba llorando y miró hacia lo lejos; la abrasé por detrás y soltó en llanto. Cada lágrima que ella derramaba enviaba hacia mí un mar de culpa y depresión.

Sentí su cuerpo agitarse mientras lloraba más, recuerdo cómo aquel estúpido sujeto trató de violarla, fue horrible, más que eso. El hecho de que yo no estaba ahí para matarlo en primer lugar.

Traté de que mis ojos no me delataran, como lo hacen siempre cuando estoy con Luna.

En realidad no me avergonzaba mostrar mi lado interior con ella, porque me ama. Pero en ese momento, tenía que ser fuerte.

- Tenía tanto miedo Matteo....- me dijo Luna con lagrimas saliendo de sus ojos. Volteé a verla y la abrasé mas fuerte.

- Yo, lo... lo siento.- mi voz se quebró. - No volverá a pasar de nuevo, te lo prometo.

Ella levantó su mirada dejando ver claramente su hermoso rostro, me sonrió un poco y miró hacia abajo.

- Pareciera que estás enfrentándote al destino Matteo, tal vez se suponía que debería estar muerta.- me dijo.

No podía aceptar esas palabras, no sabía qué sería de mí sin ella en mi vida. Miré hacia el cadáver, tal vez yo también debería estar muerto... pero por mi propia decisión.

- O... tal vez fue el destino haberte conocido.- le contesté con un susurro.

Levantó su mirada curiosamente, entendiendo mis palabras, tomé su rostro y la besé mientras ella cerraba sus ojos, la solté un poco y me sonrió.

Podía ver a través de sus ojos que había hecho su día mejor, como ella había hecho el mío.
Volteé de nuevo a ver el cadáver en el suelo. Traté de imaginarme quién era el hombre, tomé al cuerpo y lo arrastré a una habitación arriba de las escaleras y esperé un poco a que anocheciera.

Miré hacia las paredes de la casa, me preguntaba si estaríamos a salvo ésta noche; escondí al hombre en una habitación solitaria y lo cubrí con una manta, miré por la ventana, por tercera vez en mi vida miré hacia el cielo, y en silencio resé para que pudiéramos descansar ésta noche.

Miré al cuerpo y bajé las escaleras, miré a Luna quien estaba cocinando, llegué por detrás y la besé en el cuello, la ayudé con la comida y en 5 minutos ya estábamos comiendo en la mesa.

- ¿En donde dormiremos?.- me preguntó. Terminé mi bocado y la miré.

- En mi antigua habitación.-

Por alguna razón, aquella habitación no me traía malos recuerdos o emociones, más bien, me recordaba cuando mi mamá solía quedarse ahí conmigo en las noches.
Recordaba lo seguro que me sentía, todo el tiempo.

Luna me sonrió y puso su mano sobre la mía y terminamos de comer.

Seguí revisando por las ventanas por alguna pista de alguien sospechoso, finalmente tuve una idea, usar uno de los radios que ponen en los cuartos de los niños para que escuchen cuando lloran, tenía un par de ésos en mi habitación.

Subí las escaleras para buscarlo, salí de la casa en la noche y lo escondí en un arbusto cerca de la banqueta, por suerte se escuchaba fuerte aún, así que podía escuchar cualquier cosa que se acercara.

Volví a mi habitación y vi a Luna casi con la cama lista, la ayudé y dejé el radio a un lado de la cama.

Luna tenía la intravenosa en su brazo así que con cuidado se la quité, ella puso dos almohadas, una para ella y otra para mí, se recostó y me miró, me acerqué a ella y la miré también.
No había cosa más hermosa e interesante que mirar sus ojos.   

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