White; HunHan

Capitulo ocho

Dos meses más.

LuHan ya perdió la cuenta de cuantos en total van. Pero eso no importa, Lu está feliz. Hace ya tiempo que le dejaban salir. Sin embargo, fue hoy que le encontró directamente.

¡Su lindo niño había ido a verle!
Tal parece que se estaba tardando demasiado en morir.

Hasta el momento no habían dicho palabra alguna, mas LuHan nunca quitó sus ojos de él. Actuó como un tonto, como si no tuviera conocimiento de nada y desconfiara tanto de sus ojos como para creer que era Sehun quien estaba frente a él. Sehun sonrió, y después dejó salir una carcajada en torno a él.

Se había tragado todo el cuento, el niño creía estar en la cima de la montaña. LuHan le sonrió de vuelta inocente, como si nada hubiera sucedido, hizo un pedestal para su rostro con sus manos dándose un imágen de completa ternura e ignorancia hasta infantil.

Te destesto.

— ¿Por qué sonríe? — le miró, sus ojos nunca olvidarán esa expresión. Su sonrisita se agrandó.

Espero que te pudras en el infierno maldito niño.

— Recordé una historia de un chico muy, muy tonto.

No dijo más, el menor se levantó y dejó el lugar demasiado alegre. Una vez LuHan escuchó las rejas de la sala de descanso cerrarse su mirada cambió. Esos lindos ojitos siendo cubiertos por sus párpados y sus finos dedos sonando contra la mesa, la sonrisa cambió de significado y en su rostro no parecía haber habido alguna inocencia.

LuHan descubrió por qué odiaba tanto el blanco. No era sólo el color de sus paredes. No. Sehun era blanco, Sehun desbordaba blanco.

Su piel, su expresión, su cabello, su mirada, su corazón. Blanco, blanco, blanco. Ese asqueroso color.
Blanco no era pureza, blanco no era la bondad ni la felicidad, mucho menos la paz. Blanco era vacío, desolación. Frialdad.

Blanco es Sehun y Sehun es un asco. Y él todo este tiempo no ha temido del blanco, le ha asqueado.

Imbécil.

Con sólo verte a los ojos puedo percibir tu odio, lo orgulloso que te sientes de tenerme encerrado cual animal. Pero, mi amor, aun en este momento no eres mejor que yo. Porque, sí, nuestro odio es mutuo, pero el que siento es mucho mayor al que podrás sentir por mi en todo lo que resta de tu miserable vida.

Y es que definitivamente esto no se quedará así.