Capítulo 11: La chica de Max

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Definitivamente Max no está de humor esta mañana. Cuando nos mandó a hacer 100 lagartijas para calentar todos me observaron automáticamente, como unos búhos.

Se quedaron mirándome por unos segundos cuestionándose sí matarme o no, ya que al parecer todos ya se enteraron sobre nuestra discusión de anoche y saben que su humor se debe a eso.

-Acaso no me escucharon? -cuestiona levantando la voz- los quiero a todos en el suelo AHORA!

Sin esperar ni un segundo más todos se pusieron rectos y se acomodaron uno al lado del otro de manera rápida y prolija, como si ya lo hubieran hecho mieles de veces. Me apresuro y me pongo en posición sobre mis manos en el suelo al final de la hilera, a la derecha de Alaric, y compartimos una breve mirada antes que él me de una sonrisa de aliento y volviera con sus flexiones. Podía sentir la mirada de Max en mi nuca, observándome desde arriba, y por más ganas que tenga de ver sus hermoso rostro no puedo, temo la mirada con la que podría encontrarme. ¿Me mirará con enojo? ¿irá, tal vez? ¿O con arrepentimiento por sus palabras de anoche? Sé que yo también le dije muchas cosas que de seguro lo hirieron, pero no seré yo quien me disculpé primero. Todo lo sucedido fue su culpa, no me disculparé si él no lo hace. Además, creo que tomarnos un tiempo es bueno. Una parte de mí quiere conocer a este Max, el chico con tono de autoridad en su voz, quien todo el mundo respeta y toma como un líder leal. Quiero conocer al entrenador de los de La Liga y saber como es ser verdaderamente entrenada por él, al parecer es de los mejores de por aquí ya que es quien entrena a los mejores.
Aquí en El Fuerte es obligatorio que todo habitante sepa defensa básica y hay quienes los entrenan a ellos, pero todos dicen que sin duda Max es el mejor en esto y gracias a eso se ganó su puesto como líder y como entrenador de los de La Liga.

Ya me está faltando el aliento y apenas voy por las primeras 40 lagartijas. Cuando entrenaba con Leila en la isla hacíamos 30 para entrar en calor y al terminar otras 10. ¡Ahora Max quiere que haga 100 seguidas! De seguro el resto puede hacerlo sin demasiado esfuerzo, ellos están mucho más entrenados que yo, pero no puedo rendirme en esto, es lo que Max quiere. Él quiere verme fracasar y mandarme a trabajar en la enfermería. Pero de ninguna manera voy a permitirlo.

Me concentro en tomar bien las respiraciones y luego exhalarlas por la boca. Trato de sincronizar lo mejor que puedo mi respiración con el balance de mi cuerpo, haciendo que con cada respiración mi cuerpo se aliviane permitiendo a mis brazos subir y que vuelva a su estado normal en las exhalaciones para bajar. Sigo haciendo esto una y otra vez, una y otra vez. Arriba, abajo, arriba, abajo. " ...76, 77, 78, 79" cuento en mi cabeza " Arriba, abajo, arriba, abajo. Exhalo e inhalo, exhalo e inhalo. "...92, 93, 94" sigo contando. Ya casi no siento mis brazos. Puedo escuchar como los demás ya van terminando y me observan mientras ríen en voz baja y murmuran entre sí. "...97, 98, 99"

Termino y me desplomo por completo en el suelo, girando sobre mi espalda, mirando al techo. Poco a poco se me va formando una gran sonrisa de oreja a oreja, la cual dudo que se quite fácilmente. ¡Lo había logrado! Acababa de hacer 100 flexiones seguidas, que son unas tres clases de flexiones con Leila en sólo unos minutos. Realmente me superé a mi misma hoy y estoy muy orgullosa de mí por eso.

Una mano aparece en mi campo de visión y la tomo, ya que dudo que sin ayuda logre levantarme. ¡apenas siento mis extremidades!

-Buen trabajo, rojita -me felicita Alaric ayudándome a ponerme de pie.

Otra vez siento los ojos de Max puestos en mí y esta vez no puedo evitarlo y lo miro. Al segundo que nuestras miradas se encuentran se me hace imposible apartarme. Sus ojos siempre causaron ese efecto en mí, hacen que me pierda en ellos y haciéndome casi imposible salir de la pequeña burbuja que se forma a nuestro alrededor. Con esos ojos verdes puedo sentir como ve a través de los míos hasta ver mi alma. Max siempre fue bueno leyéndome y viendo dentro de mí, algo que muy pocos pueden, yo diría que además de mi hermano, Matías, es el único. Siempre trato de cubrir mis sentimientos, los entierro en el fondo de mi alma para que nadie los note, pero lo que pienso, esa es otro historia. Como ya todos saben yo no me guardo nada de nada. Cualquier pensamiento que pasa por mi cabeza no lo proceso ni pienso dos veces, lo digo y ya, así de simple, para qué guardárselo.

Escapando de la Gran SociedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora