Esto es estúpidamente estresante. Aquí estoy varada con Niall Horan, el cual se mantiene callado como si le pagara por no emitir sonido. ¿Por qué me pasa esto a mí? No es suficiente que mi celular se haya caído a un charco y haberme dado cuenta de que Connor me era infiel, no. Tenía que quedarme encerrada en este maldito elevador. Sin teléfono para llamar y sin una compañía un tanto más…agradable.
Chasqueo mi lengua y me siento en la otra esquina del elevador, que gracias al cielo es amplio y finjo estar muy ocupada en mis uñas. Lo bueno era que Suiza y sus chicos sexys me esperaban, y eso era lo único que me daba calma.
Vi como el rubio se sentaba en la esquina enfrente de mí pero no me miraba. La luz había vuelto cinco minutos después de estar aquí y yo con mi tono amable le había preguntado si traía su teléfono. El se encogió de hombros y respondió un “Lo olvide” Claro, si era igual que su primo. Olvidaba cosas importantes como fechas de aniversarios, san Valentín e incluso mi cumpleaños.
—¿Crees que nos saquen pronto de aquí? —le pregunte para romper este odioso silencio que se formaba. El como respuesta se encogió de hombros. —Wow, sí que eres un hombre de palabras —dije molesta y comencé a inspeccionar mi bolso Chanel. Solo había mi ipod rosa, unos lentes de sol Dolce & Gabbana y cosas insignificantes.
Pegue mi cabeza a la pared de atrás y suspire. Mi vida iba de mal en peor desde que mi padre me había anunciado que se casaba de nuevo.
No es que no estuviera feliz por él, claro que lo estaba. Solo que su chica, era nada más y nada menos que la directora del infierno al que fui por tres años. La directora Anna Mackenzie. Pensé que cuando saliera de ahí, ya no tendría que ver su seño fruncido y oír sus comentarios sobre mi vestimenta según ella poco convencional. Ahora la vería en mi casa todos los días, o bueno, solo cuando viniera a visitar a mi padre en días festivos. Y esa idea no me agradaba mucho, pero cuando veía a mi padre tan feliz con aquella mujer, en parte me agradaba que ella fuera parte de su vida.
Después estaba Connor. Ese maldito sin gusto por la moda. Era 3 años mayor que yo y aun así y a pesar que creyera que Coco Chanel era un sabor de helado, lo amaba. O bueno eso lo hacía hasta saber que hizo abrirse de piernas a Caroline Smith, esa idiota que no tendrá vida social en los próximos años, de eso me encargo yo.
Yo que me quería alejar de todo lo relacionado a ese bastardo, y venia a quedar encerrada en el mismo elevador que su primo, Niall Horan. Era lindo con su apariencia despreocupada y esos jeans que no faltan en ninguna temporada, sin embargo tenía el apellido Horan en la frente, y con Connor como máximo exponente de aquel nombre era mejor estarse con cuidado de rubios con lindo rostro.
Aquel chico nunca en la vida me había hablado y eso me sacaba de quicio. ¿Se creía el mejor de todos como para no dirigirme la palabra? ¡Pero si yo era ____(tn) Kent! Nadie se había resistido a mis encantos. Solo él y su amigo, el tal Carl. Pero ese chico no era de mi tipo, le venía mejor a Kim o a alguna de esas putas que solo querían diversión por un rato.
Pero no dejaba que se mostrara mi furia contra él. Era mejor que permaneciera como un ignorado para mí. Sin embargo semana después del funeral de mi madre había estado presente en mi mente y Niall participaba en mis pensamientos. No podía creer que después de…eso. Me hubiera ignorado como si nada. Como si no importara.
Pero eso no me afectaba ya… bueno no tanto.
—Tenemos que hacer algo para salir de este jodido lugar —dije y me puse de pie, comenzando a golpear la puerta— ¡¡Ayuda!! ¡¡Nos hemos quedado encerrados!! —gritaba pero no recibía respuesta alguna. Mire a Horan de reojo y el estaba con su vista en otro lado. —¿Me vas a ayudar o te vas a poner a pensar en la inmortalidad del cangrejo? —dije furiosa y él se paro, mirándome.
—Son las 8 de la mañana, ____(tn). De un Domingo. El conserje llega hasta el lunes y no creo que nadie nos oiga en un rato. —me tense al escucharlo decir mi nombre. No sabía porque, sin embargo se sentía lindo que lo dijera a pesar de hacerlo en forma de cretino.
—Si bueno, pero debes intentarlo. ¿Qué tal si pasa una buena persona y nos ayuda? —conteste y seguí golpeando la puerta, el estaba detrás de mí y estaba invadiendo mucho territorio personal, me revolví un poco y el comenzó a golpear la puerta, a mi lado.
—¡¡Ayuda!! ¡¡Estamos encerrados en el elevador!! —dijo y supe que solo lo hacía para evitar que le gritara. —¿Contenta? Ahora si me permites, comeré un poco de chocolate —dijo sacando una barra de su pantalón y me comencé a reír. —¿Qué ocurre? —pregunto confundido.
—¿Quién lleva una barra de chocolate en su bolsillo? Eso es tan anti—moda. —dije haciendo una mueca de asco hasta que descubrí que era chocolate blanco, tal vez se dio cuenta de mi mirada de hambre que el sonrió divertido.
—¿Disculpa que decías? —dijo riendo y mordiendo un poco. Mi mirada de deseo paso del chocolate a sus labios, pero después sacudí la cabeza, recobrando la compostura.
—¿Me darías? —dije tratando de usar el típico manejo de uno de los mechones de mi cabello y pestañé hacia él. El bufo.
—Niall no comparte comida —contesto y lo mire sorprendida. Nadie me había rechazado de tal manera, y menos por la comida. Esto era inaudible.
Fui hacia él y trataba de quitarle aunque fuera un pedacito, pero me esquivaba, maldita la hora en la que los hombres crecían más que las mujeres. Daba pequeños brinquitos para alcanzarlo.
—¡Dame una maldita mordida de ese chocolate! —dije poniendo una de mis manos en su hombro izquierdo y con mi mano derecha tratando de alcanzar el chocolate.
—¡Pídelo bien! —dijo riendo ante mi inútil esfuerzo y yo cansada me aleje.
—Atragántate con el chocolate —dije volviendo a mi asiento, derrotada como cuando Melinda Horan me golpeo en la nariz estando peleando por el mejor vestido de Stella McCartney. Otra Horan con la que te tenías que andar con cuidado.
El se sentó a mi lado y pude oler la colonia que llevaba. Le daba un toque juvenil y al mismo tiempo de alguien duro. Partió la barra y me dio el pedazo más grande, sin mirarme por supuesto. ¿Era tan tonta como para que ni siquiera me mirara a los ojos?
—Gracias—. Conteste con enojo en mi voz y me dispuse a comer el chocolate en silencio. Suspire y cuando voltee a mirarlo, el me miraba de la misma forma. Solo que tiempo después volteo su rostro y siguió comiendo.
Bueno, ese ya era un avance.