Sara:
Han pasado dos días desde que Eduardo confesó las cosas que había hecho. Él y Esmeralda no se habían hablado desde entonces.
La rubia pasaba todos los recesos en la biblioteca y en la preparatoria ya se estaba empezando a rumorar cosas. Por suerte era el último día de clases y ya había terminado. Amber había mandado a hacer la prueba de ADN, y ayer recogieron los resultados en un sobre, no lo abrieron y Esmeralda decidió guardarlo en su habitación. Está indecisa sobre querer saber la verdad; y ninguna de nosotras desea presionarla.
—¿Necesitas algo? —pregunté bajando las escaleras adormecida, Esmeralda estaba sentada en uno de los sofás buscando algo en alguna dirección y negó con la cabeza.
Al instante apagó el dispositivo que estaba usando y negó con la cabeza. No era la primera vez que la veía buscando en mapas en internet durante estos dos días y conversando misteriosamente con alguien a través de su celular. Me causaba intriga, pero no podía exigirle que me contara algo que no quería.
—¿Te animarás a hacer algo? —pregunté esperanzada. No quería que permaneciera en ese estado.
—No sé, ¿qué quieres que haga para intentar animarme?
—Encontré casos de misterios para resolver ¿qué te parece? —me miró con intriga.
Le interesaban mucho ese tipo de actividades mentales, lo hacíamos hace años. Aunque pensándolo con mucho cuidado un misterio era lo que menos necesitaba en estos momentos.
—O no. Creo que esa fue una mala idea —pensé en qué otra cosa podíamos hacer juntas. Estephanie y Sara habían ido de compras, estaban viendo posibles cosas para el baile de graduación. Esmeralda insistió en que estaría bien y al final las convenció.
—Sí, eso suena bien, no tenemos que relacionarlo con lo que está sucediendo ahora.
—Hace días los tengo, pero no iba a resolverlos sola —me volteé para regresar a mi habitación a buscar algunos objetos que nos ayudarían, pero la voz de Esmeralda me detuvo.
—¿Sabes? Podemos llamar a Amber para que nos ayude a resolverlos, al parecer es muy buena en eso. —la miré frunciendo el ceño.
—¿Segura que estarás bien haciendo esto? Si no quieres... —me interrumpió.
—Tranquila, estoy bien. Y si no lo estuviera tendría que hacerlo de todos modos, porque si la teoría de Amber termina siendo cierta tengo que superarlo de algún modo.
—En eso tienes razón —vi a Esmeralda sacar su celular para probablemente llamar a Amber así que subí a mi habitación.
Marcadores de diferentes colores, hojas en blanco, lapiceros, clips y algunas otras cosas.
Salí de la habitación y me dispuse a bajar las escaleras, en la sala estaba Esmeralda con la vista neutral hacia la puerta. Tan sumida en sus pensamientos que fue incapaz de notar mi presencia, no hasta que hablé.
—¿Amber no vendrá? —se volteó y frunció el ceño.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí parada? —puse las cosas sobre la mesa que se encontraba en medio de algunos muebles.
—¿Por qué lo preguntas? Acabo de bajar, sólo fui por esto.
—Lo lamento, no me di cuenta. Y sí, Amber está en camino, llegará pronto.
—En eso, ¿quieres decidir dónde lo haremos? Me falta traer la pizarra —entrecerró los ojos tratando de elegir un lugar y finalmente soltó:
—Subamos a la terraza, no quiero estar aquí —tomé las cosas que anteriormente había traído.
—Continúas sorprendiéndome siempre —dije encogiéndome de hombros y subiendo a la terraza—. Te esperaré arriba.
Pasaron diez minutos en los que estuve organizando la pizarra y apilando un par de fotos del caso que intentaríamos resolver. Algunos eran reales, otros eran sólo pruebas para intentar mejorar tu capacidad mental y que pruebes a usar más tu cerebro de lo que estás acostumbrado.
Esmeralda subió junto a Amber y su rostro denotaba tristeza e inseguridad. Quería volver a preguntarle si estaba realmente segura de querer hacer esto, pero me limité a mirarla; sabía que diría que sí, aunque estuviera muriendo de rabia o dolor internamente.
—Hola, ¿Cómo estás, Amber? —la chica saludó con la mano en el aire y luego de suspirar respondió:
—Bien, ¿Y tú? —fruncí el ceño.
—¿De verdad estás bien? Parece que las personas no quieres expresarse con la verdad últimamente. Bueno, yo sí estoy bien, pero también tengo una carga de sentimientos y dudas que intento soportar.
Ambas chicas de cabellera rubia me miraron como si quisieran decir algo más. Amber entreabrió la boca, pero nada salió de esta, así que unió nuevamente sus labios.
—¿Puede ser un caso de práctica? —pregunté con dos hojas en mano, y Esmeralda asintió.
—Este es sencillo.
Leí una pequeña descripción del caso y me pareció perfecto.
—Myke Anderson. Diecinueve años, su desaparición fue reportada hace tres días, el chico era sumamente social y tenía una considerable cantidad de "amigos" o personas que le rodeaban. El último día que fue visto salió con tres personas, dos chicos y una chica; quienes formaban parte de su círculo de amigos.
—Ellos son los principales sospechosos, ¿verdad? —preguntó Esmeralda con la mano en la barbilla y asentí, era correcto—. No se puede confiar ni en los amigos.
—¿Qué posibles razones pudieron tener para hacerle daño a Myke?
—Buena pregunta Amber —me volteé y tomé la foto de la chica que había estado presente en su última salida—. Lya Williams es la principal sospechosa, se demostró que tenía cierto interés en Myke, pero este no estaba interesado en una relación con ella. El segundo sospechoso es Jake Williams —dije alzando su foto.
—Eran hermanos, y como él sabía que su hermana no tendría una relación con el chico "al que ella quería" la ayudó a realizar el trabajo sucio —dijo Amber uniendo las piezas.
—Sí, entonces sólo queda el testimonio de Oliver Jonhson, el cual no pudo mentir o negar algo, sus nervios no se lo permitían. Dice que Lya había empezado a comportarse de una manera extraña y que la escuchó decir un día que si Myke no era suyo no sería de nadie más. Sin embargo, también se demostró que él de igual forma tenía sentimientos hacia una persona: Lya Williams.
—Claro, con Myke fuera del camino quizá tendría oportunidad para estar con ella —finalizó Esmeralda.
La chica se levantó repentinamente y salió de la terraza.
—¿Qué crees que le haya sucedido? —preguntó Amber. Me encogí de hombros en señal de no saber nada, no tenía ni la menor idea.
Volvió unos segundos después y en cuanto la vimos supimos el motivo de su reacción. Llevaba en las manos el sobre del resultado de la prueba de ADN. Lo dudó una vez más y finalmente lo abrió, empezó a leer con la vista. En un punto Esmeralda nos miró, las lágrimas amenazaban con salir, eran lágrimas de tristeza, decepción, dolor, confusión y rabia. Cuando pudo pronunció las palabras que para nosotras ya no era sorpresa por su reacción:
—Es mi maldito hermano.
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Secretos peligrosos ✓
Teen FictionLuego de que el mayor secreto de Esmeralda Carpenter fuera revelado, empezó a cambiar, pues creía que no tenía nada que perder. Lo que no sabía, es que había alguien que esperaba saber aun más de ella y que aquella persona tan lejana y cercana al m...