[19] Los secretos nos persiguen.

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Esmeralda:

Era un viernes aburrido y Helen y yo estábamos sentadas buscando información sobre la universidad a la que asistiríamos. Nos habíamos conocido un poco más y resulta que tenía veinte años, los cuales había cumplido recientemente, pronto sería mi cumpleaños diecinueve, así que no era tanta nuestra diferencia de edad.

Helen era hija de una amiga de mi tía y era becada en la misma universidad que yo. Se inclinaba a las carreras que tenían que ver con la salud, mientras que yo me veía más como abogada.

Había pasado casi un mes desde que vivía en Londres y desde entonces me mantenía en contacto con mis amigos.

—¿Estás lista para ingresar a la universidad? —me encogí de hombros.

—Ni la menor idea. ¿Y tú? —ella negó con la cabeza.

—Tampoco lo sé, pero creo que podremos acostumbrarnos... —fue interrumpida por el sonido constante del timbre.

—¿Esperas a alguien?

—¿Acaso tengo más amigos en Londres? —preguntó levantándose y observando quien estaba fuera—. Es una chica rubia, pero jamás en mi vida la había visto.

Abrió la puerta y fruncí el ceño.

—¿Amber? ¿Qué rayos haces aquí? —me levanté para acercarme.

—Hola, prima, estoy bien, gracias por preguntar, ¿Y tú?

—Disculpa, pero es extraño que estés en Londres, en mi casa cuando nunca les dije en qué ciudad viviría. ¿Me llamaste prima?

—Sí, sé que jamás nos lo contaste, pero nuestra tía me dio toda la información.

—¿Nuestra tía? Amber me estás confundiendo.

—Eduardo es tu hermano, y yo soy tu prima, ¿Qué te parece la nueva y alucinante información? Por cierto, hola, chica. Gracias por dejarme pasar —Helen asintió desconcertada.

—¿Qué? ¿Esto es acaso un juego de familiares perdidos? ¿Y cómo rayos vamos a ser primas?

—Mira rubia, resulta que estaba buscando entre las cosas de mi madre y encontré unos papeles de adopción. Les pregunté qué rayos significaba eso y por qué no me lo habían dicho, resulta que mi madre era hermana de tu tía y tu madre, pero murió cuando nací, y una mujer que había perdido a su bebé fue candidata para que me dieran en adopción.

—¿Estás consciente de lo que eso significa? —ella se encogió de hombros y me tendió una carta. Era una prueba de ADN—. Que nuestra familia era extremadamente extraña. El último día que estuve en Canadá fui a la tumba de mis padres, pero ¿Sabes qué? Eduardo apareció allá.

—¿Cómo rayos supo que estarías allá? ¿Instinto de hermanos?

—O tal vez me estaba siguiendo —dije encogiéndome de hombros.

—Sí, es más convincente. Oye, rubia, apliqué para la universidad a la que ingresarás así que, ¿Puedo vivir contigo?

—¿Qué hay de tu novio, y tus amigas? —se encogió de hombros.

—Felipe dijo que vendría a Londres, pero no ahora, así que estaremos distanciados un tiempo y Anabel, Laura y Britany se separarán para estudiar.

—Eso sí que es una locura —guardé la carta—. Pregúntale a Helen.

—Si ustedes son amigas... o familia está bien —respondió con una sonrisa.

—¡Dios! Te amo más que a Esmeralda Carpenter actualmente —las tres reímos.

—Corrección, Esmeralda Carpenter Scott.

—Sí, cierto. Debes utilizar tu segundo apellido para que no te genere más problemas con familiares perdidos.

—Así, que Amber Scott. Prima de Eduardo Scott —ella frunció el ceño.

—No había pensado es eso, ¡Que familia tan extraña!

—Ustedes tienen una historia digna de hacerla famosa —comentó Helen y asentí.

—¿Qué tal una serie? —dijo Amber y se levantó—. Ayúdame a sacar mis maletas.

—¿Qué opinan los chicos de que estés aquí conmigo? —pregunté dirigiéndome a la puerta.

—Aún no lo saben. Sería bueno enviarle una foto de las tres.

—No es necesario incluirme —afirmó Helen.

—¿Bromeas? ¿A la chica que me abrió las puertas de su casa sin reproches? Ni loca te excluiría.

—Juré que sería sumamente difícil hacer algún amigo o amiga y volver a confiar en las personas, pero Helen tiene esa buena vibra que te hace confiar en ella de inmediato —expresé.

—Si Esmeralda confía en ti luego de todas las cosas que le sucedieron hace tan poco tiempo en realidad eres una chica increíblemente buena.

—Basta, no digan esas cosas tan cursis —pidió Helen quien tenía el rostro tan rojo como un tomate.

—Te ves tan tierna —dijo Amber mirándola con una sonrisa.

—Jamás unas amigas me habían tratado de una manera tan bonita y valiosa como ustedes lo están haciendo. Siempre fui una persona secundaria en la vida de los demás.

—Helen, jamás te dejes pisotear o te sientas conforme siendo la segunda opción de alguien. Ni siquiera entiendo quién no querría una amiga como tú —respondí y la chica me abrazó.

Abrazo al que Amber se unió también.

—Esmeralda, también debo decirte algo —dijo Amber separándose—. Estoy muy agradecida contigo, pudiste soportarme durante años y a pesar de que te golpeé e hice muchas cosas malas me aceptaste dentro de tu grupo de amigas y no dudaste un segundo para abrirme las puertas de tu casa sin saber que venía. Eres la persona más noble que conozco y ojalá nunca cambies —sentí mis ojos cristalizarse y la abracé.

—También eres una gran persona, Amber. Siempre has tenido mucho amor dentro de tu corazón para brindarle a los demás y eres realmente sensible, sin importar cuantos años fingiste no tener sentimientos —ella rio y lo hice también.

—Con todo mi corazón, te quiero, prima —asentí.

—También yo —extendí mi brazo hacia donde estaba Helen—. A ti también, porque has sabido comprenderme. Eres una persona sumamente paciente y a la vez enérgica. Eso y muchas cosas más te hacen especial. Gracias, por todo, chicas.

—Gracias por existir, Esmeralda Carpenter Scott —dijo Amber y sonreí.

Agradecida por el tipo de personas que siempre me rodeaban. Eran las mejores.


[Esmeralda y Helen en multimedia]

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