[15] Llévame a aquel lugar y te amaré.

29 5 0
                                    

Esmeralda:

Vi a Estephanie detrás de él a punto de decir algo horrorizada, pero Justin le cubrió la boca y la volteó para abrazarla y evitar que dijera algo fuera de lugar.

—Voy a subir mis cosas, regreso en un momento, pero necesito que María y Estephanie vengan conmigo —mencioné evitando que Eduardo voltease a ver qué sucedía detrás suyo.

—Sí, las esperaremos aquí —respondió Justin soltando a Estephanie.

María me ayudó a subir mis pertenecías y subimos a mí habitación, con la vista de los demás puesta sobre nosotras.

—¿Te encuentras bien? —por primera vez Evelyn se apartó y se sentó en mi cama, mientras yo interrogaba a Estephanie—. Sucedió algo malo allá abajo, ¿Qué fue?

—E-Eduardo no está... solo —fruncí el ceño sin entender— Él no es el dueño del número desconocido.

—Tranquila ¿Sí? Respira profundo y cuéntame mejor lo que descubriste —le pedí acunando su rostro en mis manos.

—Estaba detrás de Eduardo, alguien llamado Jake lo llamó, y luego tú estabas haciendo algo con tu celular y el mismo chico le envió un mensaje, decía tu nombre, el de Sara y el de Mónica.

—Podría ser el dueño del número desconocido. Le envié un mensaje diciendo que devolviera a Sara y a Mónica a salvo y que podíamos resolver las cosas solo nosotros dos, pero no me contestó —analicé.

—Quiere decir que Eduardo podría estar diciéndole qué hacer, y como estaba con nosotros colgó rápidamente aquella llamada y cuando le enviaste ese mensaje le informó de inmediato.

—Eso podría ser correcto, María, pero sigo sin entender, ¿qué le hizo tomar esa decisión? En tan sólo un día, además como consiguió la ayuda de ese tal Jake en tan poco tiempo —dije cuestionando la situación.

—Nos falta averiguarlo —respondió María.

Me troné los dedos de las manos, debido a los nervios.

—Bajaré, asegúrense aquí, no se preocupen por mí, sólo conseguiré respuestas.

No esperé que alguna me respondiese y salí de la habitación lista para bajar. Miré hacia la terraza y me invadió un deplorable sentimiento.

Allí había hecho mi última actividad con Sara, y ahora no estaba, probablemente por mi culpa.

Por inercia, me dirigí a la terraza y empecé a ver los materiales que aún permanecían allí, las listas que habíamos hecho juntas, los marcadores de Sara, la pizarra que había puesto, y todo lo que había buscado para que resolviéramos nuestro último caso juntas.

El caso de Myke Anderson y la loca chica que lo quería de una manera o de otra.

Entonces sentí una corriente por todo mi cuerpo y empecé a buscar ese caso. Sara había grapado todas las páginas y lo había dejado en el mismo lugar. Pero a pesar de que lo busqué por toda la terraza no encontré ni una pista de donde podía estar.

—¿Estás bien? —me tensé.

Estaba inmóvil, pero las manos me temblaban. Eduardo estaba detrás de mí y al parecer no había nadie más allí. Respiré profundo y me volteé.

—H-hola, sí, sólo... —no supe qué decir y aparté la mirada.

—¿Qué haces en este lugar? Bueno si resolviste casos anteriormente eso podría ayudarte a tener ideas sobre donde podrían estar las chicas.

Lo miré frunciendo el entrecejo. ¿Resolver casos? En ningún momento se lo había dicho, no había vuelto a hablar con él después de descubrir...

—Tú lo tienes, ¿Verdad? —pregunté temerosa.

—¿A qué te refieres? —había un notable nerviosismo en él.

—El caso que resolví con Amber y Sara, todo, tienes todo lo que quiero —caminé hacia la puerta de la terraza y la cerré—. No, no te tengo miedo, Eduardo, pero te mostraré algo.

Saqué mi celular y encendí abrí la aplicación de grabar voz. Me salí rápidamente luego de activarla y busqué el número desconocido y le mostré el mensaje.

—Ya se lo dije a tu amigo o compañero, ¿Por qué no has liberado a Sara y a Mónica?

—¿Piensas que tengo a tus amigas?

—No, no lo pienso, lo sé. Escucha, te conozco, ya me demostraste de lo que eres capaz, así que no intentes ocultar o negarme las cosas —con temor levanté mi otra mano para posarla sobre su rostro—. Te lo suplico, llévame a donde ellas están, si querías que me quedara contigo no era esta la manera.

—Esmeralda... —eché mi celular en uno de los bolsillos de mi pantalón y con ambas manos tomé el rostro de Eduardo.

Tenía el corazón latiendo de una manera anormal y el estomago revuelto. Saber que era mi hermano y que debía convencerlo de esa manera solo me hacía querer vomitar.

—Por favor, es lo único que te pido, quiero a mis amigas sanas, no importa qué suceda conmigo. No he dejado... de amarte. Pero esto que estas haciendo me hará cambiar de opinión y tendré que volar a Londres, por favor, sé que no quieres eso.

—¿Todavía sientes algo por mí? —asentí—. ¿Te quedarás conmigo? —sabía que estaba demente, pero no pensé que lo confesaría tan fácilmente.

—Lo que tú desees, solo regrésame a esas chicas inocentes.

—No sé por qué siempre las cosas se me salen de control, Esmeralda, tú haces que todo sea tan diferente. No fue la mejor manera de demostraste que te amo, pero me desesperé ¿Sí? ¿Me entiendes? No quería hacerles daño —ahí estaba la confesión que necesitaba.

—Sí, lo entiendo. Sé cómo te sientes —respondí y me abrazó. No tenía opción, le correspondí el abrazo con mucha fuerza y pronto dijo:

—¿Le dirás a los demás que nos vamos? Sara nunca me lo perdonará, su corazón no es tan noble como el tuyo, y me odiará el resto de su vida. Igual Mónica.

—Tranquilo, les explicaré que me di cuenta de que fallé al querer separarnos de esa manera, sólo porque cometiste un error, y deberán aceptarlo —el chico cínico que tenía al frente sonrió y me plantó un beso en la frente.

Me sentí asqueada una vez más, pero forcé una sonrisa y me dispuse a salir de la terraza con él y decirles a los chicos que nos iríamos juntos.  

Secretos peligrosos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora