Capítulo I

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En la Cafetería Calidez, su público potencial son los adolescentes, debido a sus bebidas "modernas" como el frappe, mocca, americano, expresos, entre otros. Sus paredes están decoradas con un bello papel tapiz color crema, los detalles son figuras de tazas y uno que otro panqueque con caritas tiernas color negro al ser de vinil.

Ahí se encuentra Camila. Es uno de sus lugares favoritos. Por ahora  mantiene su atención en su lectura, mientras toma unos sorbos de su taza blanca de vez en cuando. Acomoda sus hebras castañas detrás de su oreja, que vinieron a tapar levemente sus luceros marrón, para después colocar de nuevo su mano sobre su barbilla.

Por la puerta del establecimiento ingresa un hombre a las espaldas de la chica, quien la identifica de inmediato, camina hacia ella de manera cautelosa. Con la corta distancia, decide picar sus costillas recibiendo un pequeño grito por parte de Cam, quien cubre su propia boca a los segundos, pues recuerda estar en un café. El chico ríe tras su travesura.

—¡Ariel! —Lo nombra al voltear por el sonoro sonido de su risa. Se pone de pie  para golpear su hombro—. Eres un tonto.

—Lo siento —dice aun entre risas, para después envolverla en un fuerte abrazo. Ese momento, es toda una comedia, por la baja estatura de la chica que le toca un poco su hombro.

Camila aprovecha el reflejo de la ventana, para observar mejor a su novio, su hermosa melena negra y alborotada, su piel blanca y suave. Concluye su abrazo para enfocarse en los ojos aceituna que tanto le encantan. Sus rasgos físicos son todo un espectáculo para ella, además que él sabe sacarle provecho al arreglarse como recién lo conoció, esa chamarra negra de cuero, a juego de unos pantalones de mezclilla, tenis del mismo color y una sencilla playera blanca complementando con ese perfume que la vuelve loca al oler tan varonil. 

—Tardaste —menciona haciendo un infantil puchero—. ¿Había mucho tráfico? 

—Sí, está horrible —dice con una expresión de cansancio. 

—Camila, Ariel, mi pareja de tortolitos —expresa una chica morena al reconocerlos, con unos rizos muy bien definidos. Detrás de ella un chico pelinegro siguiendo sus pasos. Cam y Ariel se limitan a sonreír torpemente.  

—Hola, Verónica, Erick —saluda Camila.

Cuando están a punto de tomar asiento, Camila mira hacia la ventana, su atención es capturada por un niño pálido que está caminando en la banqueta, su ropa está algo sucia, la playera y shorts están rotos de su lado izquierdo. Por lo que su brazo, mejilla y pierna del mismo área tiene algunos rasguños, moretones y un poco de sangrado. Su expresión desesperada y su inútil intento por hablar y no ser escuchando, rompe el alma a cualquiera.

Cómo si ese ser sintiera la mirada de Camila, voltea a mirarla. Ella cambia su vista hacia la mesa para sentarse lentamente. Por el rabillo del ojo nota que ahora está pegado en la ventana de la cafetería, observándola, un gran escalofrío recorre su cuerpo y con eso su piel se eriza.

—¿Estás bien? —pregunta Ariel para sujetar las manos de ella, al estar a punto de lastimarse por la tensión. 

—Sí, eso creo. 

—Coqueteando en público pillines —dice Verónica tratando de cambiar el ambiente.

Camila ríe.

—Para nada amiga —responde para voltear hacia la ventana, ese "ser" desapareció. 

Al concluirse su pequeña reunión amistosa, Ariel conduce llevando a Camila a su casa, ella mira el camino un poco desolada y perdida es sus pensamientos, da un gran suspiro recargando su cabeza en la ventana. Recuerda la mirada de ese niño, sus venas resaltadas completamente rojas, su expresión no es de acuerdo a su edad, al parecer, solo busca una fuente de energía para alimentarse.

Maldita (Editado) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora