Capítulo 21 "Piedra eterna"

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—¡Luxraaay! —gruñó con toda su energía el Pokémon al aparecer.

—¡Adelante! ¡Carga salvaje!

—Rai...rai... —lo repeló de un coletazo de hierro, el Raichu cicatriz que hasta esos momentos había permanecido ajeno a la batalla, parado unos cuantos metros atrás de su amado amigo y entrenador.

—Esto me recuerda... a aquella batalla... en el Gimnasio de Ciudad Luminalia... —sonrió por lo bajó y un tanto irónico el Maestro Pokémon.

—No tiene ni el más mínimo parecido... —respondió el Líder de Gimnasio. —Aquella vez... tuve un encuentro formidable con mi amigo... esto no es más que un ajuste de cuentas con un traidor...

Con aquellas palabras la figura de Clemont quedó encerrada en la mirada sombría de iris castaños.

POKÉMON

XYZ AND THE HALL OF FAME

Capítulo 21 "Piedra eterna"

—Clemont... —lo miró preocupada su hermana del futuro, por la respuesta tan abrumante que le dio al padre de Sally.

—No te preocupes... todo estará bien...

—No Clemont... ¡Nada estará bien! —irrumpió en la confortación de los hermanos con un grito que llamó la atención de ambos. —Nunca estuvo bien... ¡Y todo siempre fue por tu maldita culpa! —Las palabras hicieron temblar los dos pares de ojos azules que lo observaban.

—¿Qué está diciendo?... —aunque analizara la situación, debido a que no contaba con ningún tipo de información al respecto no podía más que sentirse atacado. ¿Qué había pasado entre su yo del futuro y este Ash para terminar así?... Sabía que él ahora estaba muerto... ¿Tendría Ash algo que ver con eso? No... no era posible.

Bonnie juntó contra su pecho el rostro de la niña para que no pusiera demasiada atención a la conversación, movimiento que no pasó desapercibido al Maestro Pokémon oscuro.

—Ahora entrégamela... —levantó su brazo en la dirección de Bonnie, quien no podía creer que habían llegado a ese punto finalmente, después de todo lo que había hecho para cuidarla, para mantenerla alejada, para cumplir su promesa con su hermano y su amiga que se la encomendó ese día... que nunca regresó.

Las lágrimas acudieron a los orbes azules de la menor de los rubios. —Serena...

Hace aproximadamente cuatro años... La noche había pasado finalmente, luego de haber franqueado por varios obstáculos que podían haberla vuelto caótica. La tormenta ahora eran simples rastros de pequeñas gotas que formaban charquitos en el suelo.

La cabaña donde vivían actualmente, en aquel entonces lucía hermosa, adornada de flores y el aire del invierno se perfilaba entre las paredes. Un ambiente bastante frío que resultaba agotador y más aún para aquella madre primeriza que con tanto esfuerzo pasó la noche en vela dando a luz a su amada hija.

—¿Estás segura que estás bien?... —el rostro preocupado del padre de su pequeña, no abandonaba su mirada. Lo había logrado, le había dado un hijo, una pequeña niña de la que no estaban seguros de poder lograrlo. Era un triunfo inmenso.

—Tranquilo Ash... las dos estamos bien. —Le colocó la mano en la mejilla como era su costumbre, pero esta vez él la tomó entre sus dos manos. —¡No la sueltes! —la reprendió asustado, volviendo a colocar la mano con que lo tocó bajo su bebé. —Deben abrigarse muy bien. —las arropó más con la manta.

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