CAPÍTULO 5: Enseñar a cambio de cuidar, ¿porqué no?

144 19 0
                                    



Abrí los ojos lentamente sólo para ser deslumbrada por la cegadora luz del sol.


– ¿Qué pasó? – intenté incorporarme pero el punzante dolor en mi costado me lo impedía.


– No te esfuerces demasiado. – oí que decía una suave voz a mi lado. – Si te hubiese hecho caso posiblemente ya no estarías viva.


– Lo sé, lo sé... gracias. – murmuré, sentí una fría mano acariciar mi mejilla. – Si hubiese sido de día en ese momento esto no habría pasado, yo hubiese vencido.


Sentí el cálido aliento de Elsa al suspirar; me ayudó a sentarme. – Tal vez sí, tal vez no... – murmuró.


– Soy la mejor arquera del reino, si esta vez fui vencida fue porque no puedo ver tan bien en la oscuridad, lo cual no parece pasarle a ellos. – le respondí algo indignada, volteé a verla y me dedicó una mirada severa, como regañándome por mi momentánea falta de modestia. – Perdón... – bajé la mirada algo apenada.


– Pero bueno, pasando a otra cosa, esta tierra está llena de criaturas desconocidas, ¿viste las orejas del rey y los demás de ese reino? – intenté recordar y finalmente asentí. – ¿Qué serán ellos?


Me quedé pensando, el rey me había nombrado tres razas: elfos, enanos y hombres. Los hombres seguramente son fáciles de reconocer, después de todo Elsa y yo formamos parte de esa "raza"; los enanos ya vi quiénes eran... Entonces esas personas eran lo elfos, ¿cierto? Al explicarle mi hipótesis me miró por un momento.


– Pero entonces, ¿qué eran esas creaturas que estaban muertas en el bosque? ¿Y el que ayudó a los enanos a escapar? – me encogí de hombros.


– Espero que lo descubramos pronto. – asintió lentamente.


Miré hacía abajo, hacia el punto en que se me había clavado la flecha. En mi vestido había una mancha roja de sangre seca, pasé dos dedos por adentro del hoyo por el que se clavó la flecha en el vestido y sentí un pedazo seguramente de tela, muy fría.


– Me... me tomé la libertad de vendarte para intentar detener la hemorragia. 

– Y lo hiciste... por adentro del vestido... – la miré alzando una ceja.


– Sí... bueno no... – se sonrojó y desvió ligeramente la mirada. – Lo importante es que el sangrado se detuvo, ¿no? – asentí con una pequeña sonrisa. 


– Gracias. – sonrió. – ¿Cómo le hiciste para sacarnos de ahí? – al parecer la pregunta la tomó por sorpresa.


– Eso es un secreto. – me dijo con una pequeña sonrisa nerviosa.


– Magia. – diciendo esto alcé mis manos moviendo los dedos con ademán de hechizar algo. Se rió suavemente, la temperatura bajó e inmediatamente dejó de reír. – ¿Crees que no noté que cuando te asustas o te pones nerviosa el ambiente se vuelve cada vez más fresco?


Me miró, la temperatura siguió bajando y esta vez escarcha se formó al rededor de donde ella estaba sentada. Alcé una ceja y sonreí.


– Pareces estar familiarizada con la magia. – me dijo calmándose poco a poco, haciendo que la escarcha se derritiera.


– ¿Se nota mucho? – reí un poco, a lo que ella respondió con una muy suave risa; la temperatura volvió a la normalidad, asintió. – Hace dos años, por accidente, convertí a mi mamá en oso. – esperaba que me mirara con sorpresa o incredulidad pero no lo hizo. – Ya luego las cosas se calmaron, se rompió el hechizo y todos vivimos felices por siempre... O bueno, por el momento las cosas siguen tranquilas entre mi mamá y yo.


Miré hacia arriba, era casi medio día y no habíamos comido nada. Como pude me levanté y me dirigí a la orilla del río, seguida de cerca por Elsa. Tomé una flecha, tensé mi arco y le disparé a un pez que nadaba por ahí. Lo saqué del agua y pesqué otro.


Estábamos comiendo cuando una duda me asaltó.


– ¿Desde cuándo tienes tus poderes? – le pregunté.


– Nací con ellos. – ni siquiera alzó la mirada.


– Me parecía como que les tuvieras miedo.


– ¿Porqué lo dices? – esta vez sí me volteó a ver.


– Los hubieses podido usar para defendernos o huir más fácilmente anoche... Pero no lo hiciste.


– Aún no sé controlarlos muy bien, además... Casi mato a mi hermana por culpa de ellos...


– Tus poderes son controlados por tus emociones, ¿cierto?


– Sí... 



Habíamos acabado de comer, ella estaba lavándose las manos en el agua del río y yo quitaba todo rastro del "campamento", menos la fogata. La alcancé en el río para igualmente lavarme las manos.


– La mejor manera para aprender a controlar tus poderes es usándolos. – le dije suavemente.


– Pero no quiero lastimar a nadie.


– Entre más pronto empieces a practicar, menor será el daño que provoques accidentalmente.


Me miró con un poco de duda y le sonreí para intentar hacer que confiara en lo que le decía.


– De los errores se aprende. – le dije poniendo mi mano sobre su hombro. – ¿Te parece si te ayudo a practicar?


– Pero... ¿y si te lastimo? – se notaba bastante preocupada.


– Si eso sucede simplemente tendrás que cuidar de mi hasta que sane. – me dedicó una pequeña sonrisa.


– Gracias. – murmuró poniendo su mano sobre la mía.


 – Agradéceme cuando hayamos alcanzado nuestro objetivo. 

The Desolation of the Brave Frozen HobbitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora