Problemas de Confianza

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Irene se despertó con un susto, con sus nervios en punta, segura sin saberlo que algo está ahí, en la obscuridad, con ella. Automáticamente ella se acerca a la mesa para tomar su revólver, pero antes de que ella pueda tomarla, una mano se cierra alrededor de su muñeca.

— Oh, no lo creo —Una voz le dice al oído.

Ella encendió la lámpara e Irene miró un par de fríos ojos azules. Sherlock Holmes esta sobre ella, con cara pálida, dientes descubiertos. Irene trago salva con dificultad.

— ¿Qué fue lo que les dijiste? —él susurra. Sus uñas se clavan en su muñeca.

— ¿Qué? ¿Decirle a quién? —Irene dice, esforzándose para sentarse— Suéltame.

Holmes suelta su muñeca, pero continua observándola y a su mesa donde se encuentra el revólver que oculta.

— Moriarty. Que le dijiste acerca de mí, de John. Dios, debí haberlo sabido. Tú y tus cuentos de hadas.... —Sherlock desvío la mirada y gruñe cual animal. Irene lo mira con mucho cuidado. Su cara blanca y sus venas se notan en su frente y cuello. Ella tiene un presentimiento de que va tener que jugar sus cartas de una manera muy cuidadosa, si no quiere terminar estrangulada.

— ¿Qué te hace creer que le he dicho algo a Moriarty? —ella pregunta, en el tono más calmado y razonable que puede manejar.

Holmes toma un pedazo de papel de su bolcillo y se lo lanza. Parece ser una página del periódico que él estaba mirando hace rato.

— ¿Consejo Distrital abolirá esquema de reciclaje....? —Irene lee en desconcierto.

Sherlock gruñe, y le da la vuelta a la hoja de papel. Es un set de lo que parecen ser fotografías de una clase con niños sentados en fila, mirando hacia la cámara con sonrisas en sus rostros.

— Del Worthing Gazette. Tu periódico local, Irene, de hace 30 años ¿Reconoces a alguien?
Irene mira de nuevo, con cuidado, tratando de deshacerse del sueño. Ella definitivamente no reconoce a ninguno de los maestros. Los niños no pueden tener más de 5 años, como espera él que ella sea capaz de... Oh. Un niño de la fila de atrás, rodillas raspadas, pelo negro mal cortado. No está sonriendo.

— Ese es...

— Jim Moriarty, sí. Aunque aparentemente en esos días él era conocido como Jamie MacKenna. Aun así. Yo nunca olvido un rostro.

La boca de Irene se seca repentinamente. Ella traga, se fuerza a ver la mirada de Sherlock mientras regresa la foto.

— Coincidencia.

— Oh Enserio.

— Te lo prometo. Es una coincidencia.

— Así que tú encontraste una locación segura en la misma ciudad aburrida donde Moriarty creció.

— Estas cosas pasan.

Sherlock descubre los dientes con un gruñido.

— Irene, tú debes de saber a estas alturas que no soy un hombre al que le puedas mentir.

— Yo se eso. Y te estoy diciendo la verdad. No he escuchado de Moriarty o de sus amigos desde lo de Karachi.

— ¿Por qué debería de creerte?

Irene miró a sus sabanas y suspiró. Es una pregunta. Ella piensa varias respuestas en su mente, pero al final decide que la verdad es probablemente la mejor estrategia después de todo.

— No deberías— Responde al fin, levanta la mirada hacia él—. Si le pedí protección a Moriarty después de que descubriste el código de mi teléfono. Él me dijo que me fuera al infierno. Él dijo que recompensaba el fracaso. No lo he contactado desde entonces. No fue por lealtad a ti sino porque no tendría sentido hacerlo.

Hay silencio. Sherlock está mirando su rostro, obviamente no está convencido.

— Por el amor de Dios —Irene rompe el silencio—, piensa como me venciste, piensa lo que hice. Use tu nombre como contraseña, tomé un riesgo estúpido, todo porque tuve... sentimientos. ¿Honestamente piensas que Jim Moriarty tendría algún uso para alguien que hace esa clase de errores?

Sherlock desvía la mirada, al fin, con un rostro pensativo.

— Él no hubiera estado impresionado —Lo admite.

— Ciertamente no lo estaba —Irene tiembla, recordando la exagerada mirada de desprecio de Jim.

— Bastante hipócrita de su parte, en serio —Sherlock habla consigo mismo, con una sonrisa algo rara—. Pero —él continua, la sonrisa desaparece—, eso no lo habría detenido para usarte para conseguir información. Así es como ellas sabían cómo atacar a la Señora Hudson, a John....

— Ahora simplemente estas siendo estúpido —Irene lo interrumpe—. Cualquiera con un ojo en su cabeza podría ver cómo te sientes acerca de John, y de la Señora Hudson. Después de ese incidente con el agente de la CIA ¿Que más podría haberles dicho?
Sherlock la mira, sus ojos brillan peligrosamente.

— Podrías decirles algo ahora.

— Pero no lo he hecho.

Sherlock no responde, meramente la observe como si tuviera rayos X. Suspirando, Irene saca su teléfono debajo de la almohada.

— Te lo probare. Si les hubiera dicho algo acerca de tus amigos, estaría muertos ¿Verdad? —Irene marca en su teléfono y lo deja sonar.

— Hey —dice Sherlock, dándose cuenta de lo que está haciendo — Eso no...
Irene pone su dedo en sus labios, y lo cambia a altavoz. Ellos escuchan como el teléfono suena 2 veces y luego es contestado.

— Miren, si son del periódico, ya les dije, dejen de fastidiar. Me importa un comino lo que me están ofreciendo, dejen de llamarme —La voz de John Watson suena a través del cuarto. Cuando lo escucha, Sherlock hace un movimiento involuntario, como si estuviera recibiendo un shock eléctrico, y luego pone su mano sobre su boca. Hay un momento en el que ambos están congelados. Los ojos de Sherlock están fijados en el teléfono. Los de Irene en Sherlock.

Hay un silencio que se extiende pero la voz de Watson suena de nuevo, esta vez se escucha más confundido.

— ¿Hola?

Esto parece galvanizar a Sherlock. Él se lanzó hacia el teléfono, presionando el botón de apagado, se aleja de Irene, y sus hombros tensaron.

— Eso —gruñe—, no era necesario.

— Aparentemente lo era.

Hay un silencio largo, e Irene lo intenta de nuevo.

— Sherlock.

El detective aun este fijado en el celular, hombros encorvados, reusándose a mirarla. Irene no está segura porque esto le molesta.

— Mira. Si me vas a levantar en medio de la noche para cuestionarme acerca de mis lealtades....
Sherlock se da la vuelta, mirándola furiosamente.

— Tú dejas a John fuera de esto. Cualquier juego que tengas, es conmigo, Moriarty o con quien sea. No te vas acercar a él ¿Me entiendes? —Las venas de su cuello se empiezan a notar de una manera alarmante. Aún más inquietante es lo que parecen ser lágrimas en sus ojos.

— Está bien —Irene dice sin aliento, y toma sus manos de manera preocupada—. No más llamadas a John, lo prometo.

Sherlock dejó salir un fuerte suspiro y, bastante abrupto, se sienta en la cama. Irene mira su pálida cara y siente una onda de lastima por él.

— Mira —ella dice—. Al final del día todo se resume si confías en mi o no. Si no confías, puedes irte. Nada de esto fue mi idea, después de todo ¿Tu viniste a mí, recuerdas?

Es un argumento lógico, y, como esperaba, Sherlock frunce el ceño, considerándolo. De pronto su mano se dispara, enrollando su muñeca de nuevo.

— ¿Tomando mi pulso de nuevo? —Irene pregunta.

— Es lo mejor después de un detector de mentiras.

Uno de los dedos largos se muevo un poco sobre su piel, acariciando cada hendidura hecha previamente con sus uñas. Es un gesto amable muy inesperado, que Irene se encuentra luchando contra un número de sentimientos adolescentes. Estúpida. Ella se recuerda que debe seguir respirando mientras mira a Sherlock.

— ¿Por qué estás aquí, en Worthing?' —él pregunta.

Irene siente el aire se va de sus pulmones otra vez, pero mantiene su voz a nivel.

— Ya te lo dije, me gusta el mar.

— Esa es una mentira —Mira su rostro y se siente como si fuera una larga espera—. Pero si estuvieras buscando a la gente de Moriarty, hubieras inventado una mejor.

— Eso es ciertamente verdadero.

Ellos se sientan en silencio por un rato, y Sherlock lentamente suelta sus dedos de su muñeca.

— Bien —él dice—. Pero te estaré vigilando.

— No esperaría algo más —La voz de Irene suena rara en sus oídos, un poco forzada, ella lo intenta de nuevo, adoptando un tono más suave— ¿Tengo permiso de volver a la cama?
Sherlock asiente con la cabeza, poniéndose de pie.

—Sabes, dada la naturaleza de nuestro trato, en verdad deberías quedarte —Irene sugiere, apuntando al lugar vacío a lado de ella, de una manera muy coqueta.

Sherlock frunce el ceño. 

—No —él dice —Mañana, mañana comenzamos, Buenas noches, señorita Adler.

— Buenas noches, Señor Holmes. —Irene apaga las luces y regresa a su sueño, reprimiendo un bostezo. Ella comienza a sentir un zumbido de anticipación. "Mañana comenzamos".

Dinning with Frogs.  {Traducción}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora