Noche 3: Ventana.

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Quizá Stuart no fuera una persona molesta, pero la atención que John le ponía me molestaba más de lo que creía. Podía lidiar bien con ello, sabía que Stuart era el mejor amigo de John y mientras yo siguiera en la banda no todo estaba mal. El problema radicaba en que John y yo habíamos comenzado a tener algunas pequeñas noches íntimas unos días antes de que Stuart llegara, pero en cuanto John lo conoció dejó de visitarme por las noches. 

    Había días en los que mi estómago me daba vueltas y se retorcía pensando en que seguramente Stuart era mi reemplazo. Me enfurecía imaginarlo abrazando a John o tocando su cabello mientras John lo besaba. No podía tolerar la idea. 

    Pero lo peor era cuando teníamos que estar en la misma habitación, cara a cara, conviviendo como si fuéramos los mejores amigos del mundo, cuando en realidad todo lo que quería era apartarlo de John. 

    Una de esas noches, mientras bebíamos en un bar, George estaba jugando cartas con ellos dos, en una especie de verdad o reto. George sabía de mi pequeño affaire con John, así que me negué a jugar temiendo perder y que éste me hiciera confesar algo sobre los cortos días en los que John y yo habíamos estado juntos. 

    —¡Gané!— el grito de júbilo de George me hizo dar un brinco y, por ende, derramar un poco de mi cerveza en mis pantalones. Suerte que John y Stuart estaban demasiado ocupados quejándose como para burlarse de mi. 

    —Bien, perdedores ¿Qué eligen? ¿Verdad o reto?— preguntó George, dándole un trago a su cerveza. Stuart sonrió y contestó rápidamente: —Verdad— quizá no le hubiera prestado tanta atención al asunto de no ser porque la pregunta de George me llegó a los oídos incluso antes de poder fingir que no me interesaba. 

    —¿Quién es el más atractivo de nosotros?— preguntó George. 

    Stuart soltó una carcajada y contestó —Pues yo ¿Quién más?— George rodó los ojos. —Tú no cuentas— aclaró mi amigo. Stuart rascó su barbilla y me miró atentamente antes de desviar su mirada hacia John, que solo se limitaba a sonreír sin dejara de abrazar a Stuart por los hombros. Quería apartar su mano de sus hombros y llevármelo de ahí, pero claro que no podía. 

    —John— contestó Stuart, haciendo que la cerveza se revolviera en mi estómago. John sonrió y llevó su mano a su pecho dramáticamente —Me halaga, señor Stuart— Stuart rió un poco más y le dio un golpe en el pecho a John antes de que George carraspeara y los interrumpiera. 

    —¿Tú qué eliges, John?— preguntó George, barajeando las cartas distraídamente. John sonrió, como si hubiera estado esperando a que George se lo preguntara, y contestó: —Reto— 

    —Bésalo— ordenó George sin pensar. Por un momento creí que me estaba señalando a mi, pero solo era su mano tomando su cerveza. Estaba señalando a Stuart. 

    Me quedé en la mesa el tiempo suficiente para ver como John tomaba a Stuart de la barbilla y comenzaba a besarlo como lo hacía conmigo. Me puse de pie tan rápido que tiré algunas cervezas, pero ni eso detuvo el beso de John y Stuart, que parecían estar disfrutándolo. Salí del bar lo más rápido que mis piernas me lo permitieron, mientras escuchaba a George llamándome. 

    El viento helado de la helada de Liverpool me golpeó en el rostro en cuanto salí a la calle, pero incluso el horrible calambre que la nieve me produjo no se comparaba al dolor que me causaba el corazón con cada latido, mientras mi mente me recordaba que John estaba besando a Stuart en el interior del bar. 

    Caminé lo más rápido que pude hasta mi casa, donde entré con mucho cuidado de no hacer ruido para no despertar a mi papá o a Mike. Sentía unas horribles ganas de echarme a llorar cada que recordaba la sonrisa de John besando a Stuart. 

Treinta noches con John.  [McLennon]Where stories live. Discover now