Noche 1: Masturbación.

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Desde el día que había conocido a John, Paul nunca dejó de pensar en el pequeño extraño comportamiento que tenía este cuando estaba a solas con él. Era cómo si siempre quisiera pedirle algo pero nunca se atreviera.

Una tarde, cuando iba pasando por la casa de John casualmente sobre su bicicleta, Paul vio al mejor amigo de John y algunos amigotes de la academia de arte con él. Cuchicheaban entre ellos y soltaban pequeñas carcajadas nerviosas.

La curiosidad de Paul fue mayor al miedo que tenía de acercarse a un montón de chicos mayor que él, por lo que caminó como si nada hacia dónde se hallaba John, que al parecer estaba teniendo un pequeño problema encontrando las llaves de su casa.

—John— lo llamó Paul, consiguiendo que el chico pegara un brinco y mirara a Paul ligeramente asustado. Los amigos de John se apresuraron a guardar algo entre sus abrigos, cosa a la que Paul no le tomó mucha importancia. —¡Macca! ¡Casi haces que me de un paro!— se quejó John, llevando su mano a su pecho.

    —¿Qué estás haciendo?— preguntó Paul frunciendo el ceño. Estaba casi seguro que John y sus amigos se estaban preparando para hacer algo ilegal. —¿Yo? No sé de qué me hablas— Paul carraspeó, ligeramente efurecido de que John lo creyera estúpido.

—¡Deberías de invitarlo, John!— le dijo su amigo a este, dándole un codazo a John sin apartar la mirada de Paul.

—Cállate, Stuart. Paul es un niño— esa era otra de las cosas que le molestaban a Paul: que John lo creyera un niño solo por ser un año y medio menor que él.

—No soy un niño— se quejó Paul inmediatamente. John pareció encontrar la llave de su casa y miró a Paul, ligeramente exasperado —Bien ¿Quieres venir?— preguntó este maliciosamente, abriendo la puerta. Sin esperar invitación, los amigos de John entraron a su casa soltando pequeñas carcajadas dirigidas a Paul, que no sabía de qué demonios se trataba esa invitación, pero era claro que debía de aceptar si no quería ser tomado como un niño.

—Está bien— contestó este, dejando la bicicleta recargada en la entrada de la casa de John y entrando a su casa con firme decisión. John cerró la puerta tras de sí, creyendo que esa era en definitiva una mala idea.

 Paul se sentó en los sillones de la sala que ya eran ocupados por los amigos de John, que se codearon entre ellos para señalar a Paul.

—Bien, chicos, este es Paul— lo presentó John, señalándolo —Paul, estos zoquetes son Stuart, Pete y Rian— Paul levantó su mano para saludarlos, sin saber muy bien quién era quién, al único que Paul conocía era a Stuart. Este sacó de su bosillo algo que lucía como gel y se los repartió a Pete y Rian. Paul alcanzó a notar que la sustancia era transparente y lucía como gel.

—¿Quieres? ¿O usas saliva?— le preguntó Stuart, acercando la bolsita con esa cosa a la mano de Paul. Este no entendió de qué hablaba Stuart, lo que evidentemente se notó por las risas que soltaron los amigos de John. Paul miró a John en busca de ayuda, pero este estaba ligeramente sonrojado y sin mirarlo en lo absoluto.

John sacó una revista de chicas desnudas y la colocó a la vista de todos. Paul no tardó mucho en entender que eso se trataba de una sesión de masturbación colectiva.

Evidentemente este se puso verde, y antes de poder pensar en qué hacía, subió corriendo a dónde este sabía que era la habitación de John para poder ocultarse ahí.

Su padre nunca le hubiera tolerado que continuara viendo una revista de ese tipo, y Paul estaba educado para jamás acercarse a una de esas revistas, por lo que solo permaneció en la habitación de John en espera de que sus amigos decidieran marcharse.

Después de las risas por su repentina huida y un par de minutos, los primeros gemidos comenzaron a resonar por la casa, y Paul los estaba escuchando. Este intentó cubrirse con la almohada de John para aminorar el ruido, la táctica funcionó unos minutos pero pronto el estruendo traspasaba las almohadas. Paul escuchaba los gemidos de todos, pero en particular comenzó a fijarse en los gemidos de John, ligeramente más calmados y gruesos.

No fue muy sorprendente para Paul que de pronto su mano se dirigiera hacia su entrepierna y la apretara un poco sobre el pantalón, logrando que Paul sintiera un pequeño cosquilleo seguido de las ganas de gemir.

Apartó su mano de su entrepierna, ligeramente asustado por los deseos que corrían por su cuerpo. Un nuevo gemido de John llegó hasta los oídos de Paul. No era muy agradable el resto de la sinfonía que se escuchaba, pero los gemidos de John compensaban todo. Poco a poco, los gemidos fueron disminuyendo hasta desaparecer por completo, dándole a entender que ya habían terminado con lo que fuera que estuvieran haciendo, ahora el problema era que seguro que John subiría a hablar con él y él tenía un enorme bulto en sus pantalones.

No quería que viera lo que John había ocasionado, por lo que dolorosamente tuvo que abrir su pantalón y bajarlo un poco para poder sacar su miembro.

—Igual John me trajo para esto— pensó Paul en su mente, mientras apretaba un poco su piel. Ahora entendía qué era lo que decía Stuart sobre la saliva o el lubricante -Paul supo qué era mientras corría hacia la habitación de John-.

Escuchaba las voces de los amigos de John en la planta baja, por lo que intentaba no gemir tan estrenduosamente, cosa difícil, tomando en cuenta que cada que apretaba un poco más su piel con su mano, los gemidos de John parecían resonar un poco más fuerte en su mente.

—¡Suerte con la niña!— escuchó que decía uno de los amigos de John a este, justo antes de que la puerta se cerrara. Paul deseó que la tierra se lo tragara. Aún no se había deshecho de la evidencia y si se detenía ahora, seguro que tendría un horrible dolor después.

—Maldita sea— pensó este, dándose más prisa y obligándose a pensar en la chica más buena que su imaginación pudiera crear, pero todos sus intentos terminaban en la suposición de cómo debió de haberse visto John tan solo minutos antes, y rápidamente este lamentó no haberse quedado a mirar a John excitado.

    Estaba cerca, lo sentía, pero John también lo estaba. Escuchaba sus pasos por las escaleras, y Paul sabía que no había forma de que pudiera acabar, limpiarse y fingir que nada había sucedido en menos de treinta segundos que tardaría John en entrar a la habitación.

Paul soltó, irremediablemente, un gemido de placer al llegar a la cima, justo en el momento en el que John abría su puerta.

Ambos chicos se miraron a los ojos una fracción de segundo antes de que John desviara la vista hacia la entrepierna de Paul, que aún estaba sacando un poco de semen.

—John... no es... lo siento— susurró Paul, aún con la respiración agitada. Este intentó subirse los pantalones y la ropa interior sin importarle mucho que aún estuviera sucio. Quería salir corriendo de la habitación de John antes de que tuviera que enfrentarse a él.

John caminó hasta Paul, y este creyó que le iba a dar un puñetazo por haber hecho esa clase de cosas en su habitación, pero en cambio John se inclinó y comenzó a limpiar a John a base de lenguetazos. El corazón de Paul pareció a punto de salirse de su pecho por la excitación.

Una vez que estuvo limpio de nuevo, con las zonas que John había lamido aún húmedas, Paul tenía una nueva erección causada por la imagen de John lamiendo su piel. John se incorporó y sonrió, satisfecho de su trabajo.

    —Hazlo de nuevo— le ordenó a Paul, tomándolo de la mano y obligándolo a posarla en su intimidad de nueva cuenta.

—No voy a poder— chilló Paul. Eso pareció no importarle mucho a John, que tomó al chico de las mejillas y le plantó un beso en los labios, dejándole el amargo sabor en su boca.

—Dije hazlo— ordenó John, separándose de Paul. Hubo un pequeño destello en los ojos de John que le indicó a Paul que era mejor hacerle caso, por lo que volvió a cerrar su mano en su entrepierna y volvió al trabajo de masturbación, esta vez con John mirándolo fijamente.

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Lo publiqué de nuevo porque creo que no estaba completo, ups.  

Treinta noches con John.  [McLennon]Where stories live. Discover now