6.- Ironías.

327 18 6
  • Dedicado a Ivon Cabrera
                                    

La velada concluyo como ya me lo  podía esperar. Luisa se fue con los sentimientos a flor de piel por no poder pasar las vacaciones conmigo, juró mil veces que no era su decisión, mas bien, cosa de su madre que quería viajar a Machu Picchu; y también me rogo que por las mañanas paseara a Coco, su pequeña Beagle. Eira se subió a dormir primero y papá tuvo que llevar cargando a Sara hasta su habitación, no volvió a bajar, seguro se quedo acurrucado con ella. Mamá no me dejo en paz hasta que le explique qué Derek y yo solo éramos amigos, y probablemente ni eso, solo conocidos, no pude convencerla por completo pero termino dándose por vencida y yéndose a dormir haciendo berrinche como niña pequeña, mientras la seguía detrás.

Mentiría si dijera que después de eso, dormí plácidamente en mi mullida cama, con una sonrisa en el rostro. Pero no, no fue así. La verdad era que no había podido pegar ojo y comenzaba a desesperarme. Mire el reloj en la cómoda de junto a mi cama, marcaba las cuatro de la mañana, ni una desdichada hora había podido dormir. Suspire y me levante de la cama con resignación. Baje las escaleras y fui directo al refrigerador para sacar las sobras de pastel que quedaban en la charola de plástico negro. Me serví un vaso de leche fresca y continúe en lo que estaba, haciendo un intervalo entre comer y beber.

—No puedo creer que lo estés haciendo—Cameron apareció (otra vez) de la nada, mirándome con repulsión.

—Calla—lo amenace, señalando con la cuchara sopera.

—Tu ex novio te llama y decides reprimir tus sentimientos ¿comiendo? ¿Por qué no lloras como las otras chicas?

—Porque no soy normal—tome el vaso de leche medio lleno y volví a subir a mi habitación.

—Es ridículo que aún no lo hallas superado—volvió a aparecer.

Mire al cielo, suplicando amable y silenciosamente que CERRARA LA BOCA.

—Es decir—continuo—el te engaña, te llama y ¿ahogas tus sentimientos en comida?

—Es algo que no voy a discutir contigo—zanjé—además, me niego a caer en inanición.

— ¿Inanición?—arqueo una ceja—pero si comes como luchador de sumo, incluso ellos se quedarían cortos a tu lado—rio irónico.

Lo mire ceñuda, en todo caso, ¿a el que le importaba? Ayer por la mañana amenazaba con quitarme mi alma y ¿ahora se preocupaba por mi forma de comer? Ya lo decía yo, era un arrogante inestable.

— ¿Y que fue aquello de abrazar al californiano?—pregunto soberbio.

Enarque las cejas reprimiendo una sonrisa.

— ¿Celoso?—pregunte con falsa inocencia.

Resoplo rodando los ojos y cruzándose de brazos.

—Me da igual—espeto.

Sonreí complacida por su respuesta tan vaga y poco argumentada.

—Honestamente, te viste como una ofrecida tirándote a sus brazos—termino soltando con altivez.

Me volví hacia él, mirándolo con furia y con las cejas tan justas que casi podía verlas yo misma. Esta vez fue el turno de Cameron de sonreír complacido.

Bufé.

— ¿Que no se supone que solo me hablas para saber de cuerpo perdido?—cambie de tema, irritada.

—Cierto—sonrío dejando ver sus blancos dientes— ¿hiciste trabajar al hámster que tienes por cerebro?—pregunto sarcástico, pero lo deje pasar, si seguía haciendo caso a sus cambios tan drásticos de humor, terminaría con una ulcera en el hígado.

Como en un sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora