2.- Alucinaciones.

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La cabeza me dolía a horrores, sentía que iba a explotar. Abrí los ojos lentamente tratando de acostumbrarme a la luz tan intensa del lugar. ¿Dónde estaba? Quise sobarme la nuca pero sentí una punzada en el brazo, tenia uno de esos tubos de suero conectados a una aguja bajo mi piel. Mire a mí alrededor, estaba en una habitación de paredes azul cielo muy bajito con un cuadro de flores y un viejo televisor en una esquina. Una mujer dormía en una posición bastante incomoda en un pequeño sofá, me costó trabajo reconocer esa piel blanca y labios finos tras las mantas.

— ¿Mamá?—apenas y pude pronunciar, pero fue lo suficientemente alto como para sacarla de su sueño.

Su cara se ilumino al verme y se reincorporo como resorte para llegar a mi lado.

—Anette, cariño, por fin has despertado ¿Cómo te sientes?—pregunto examinando palpando mis piernas y brazos.

—Cansada y me duele la cabeza.

—Es normal, te diste un fuerte golpe—trato de hablar sin que se le quebrara la voz.

— ¿Qué?—no comprendía a que se refería.

— ¿No lo recuerdas?

Rebusque en mi mente. Recordaba que papá me llevo a ver a Mauricio, luego fuimos a la fiesta de Alfonso y después… todo comenzaba a ordenarse. Decidí reprimir los sucesos de mi traidor ex y recordar lo esencial.

—Claro, lo recuerdo—le ofrecí una débil sonrisa.

—Mi cielo, estoy feliz de que ya hayas vuelto con nosotros, iré a buscar al doctor para informarle—me dio un dulce beso en la frente y salió de la habitación.

A pesar de su preocupación la culpaba de haber traído de vuelta mi memoria. Estúpido Mauricio. Quería volver a dormir, cuando una extraña silueta llamo mi atención. Era un muchacho reclinado en una de las paredes, me escrutaba con la mirada seriamente hasta el punto de llegar a ser escalofriante, ciertamente hace unos minutos no lo había notado ¿había estado ahí todo el tiempo?

— ¿Quién eres tú?—lo mire ceñuda.

—Tu salvador—contesto sin rodeos.

— ¿Qué?

—Hace unos minutos tú estabas torpemente atrapada en las redes del limbo, librando una batalla entre vivir o morir y yo te salve—dijo orgulloso y altanero.

Enarque una ceja.

— ¿Me tomas el pelo?

—Te estoy diciendo la verdad.

Esto se estaba poniendo raro. Frote mis ojos y sacudí la cabeza para comprobar que no estaba alucinando, el chico solo me miraba extraño con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado.

— ¿Quién eres?—volví a cuestionarlo un tanto molesta.

—Mi nombre es Cameron y eh estado muerto tres años—dijo seriamente.

Enarque ambas cejas y explote en carcajadas escupiendo algo de saliva.

 “Muerto” volví a reír de solo pensar en la palabra.

—Hablo en serio—arqueo una ceja irritado.

—Lo siento, es que…—no podía sostener la frase sin reír, ya me dolía el estomago—tú no puedes estar muerto y hablando conmigo, ¿te golpeaste? Debes estar confundido.

—Tú eres la confundida—acuso—hicimos votos.

— ¿Votos?

—Matrimoniales—aclaro.

Como en un sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora