Capítulo 3

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La madrugada había caído en la Mansión Elemental del Aire ubicada en Sidney, Australia. Antiguo— y actual— hogar de los enviados del Elemento Aire.

Ninguno de ellos era capaz de conciliar el sueño, así como no habían sido capaces de probar alimento y las palabras difícilmente salían de sus labios.

Sentían dolor, sentían tristeza y la ira era una emoción que atormentaba tomar el control.

— ¿De verdad no había más supervivientes? —preguntó débilmente Alhena y Ares negó con la cabeza.

—Mondete y yo rescatamos a quiénes pudimos. Tal vez consiguieron escapar, pero... lo dudo. —contestó él y ella recargó la cabeza en su hombro.

—Fue una masacre. —murmuró.

—Debimos haberlo visto venir —dijo una tercera voz—. Los Arcanos Menores nos han amenazado por generaciones, debimos haber estado listos.

—Pristinne, estaba fuera de nuestro alcance. —Le replicó Thanatos a la joven. Todos habían perdido algo.

—Estoy segura de que algunos más sobrevivieron —dijo Alhena—. Necesito creerlo.

—No te tortures con aquella esperanza. —aconsejó otra voz.

—Samael, sé más cortés, ¿quieres? Estamos tratando de no perder la poca esperanza que nos quedó. —contestó Thanatos irritado. Era el único que sabía meterse en la cabeza de su mejor amigo.

—No creo que sea necesario recordarles que "la esperanza solo trae miseria eterna". —exclamó Samael encogiéndose de hombros.

—Lo más triste de todo es —dijo Pristinne con frialdad—, alguien deberá tomar el lugar de cada uno de los Arcanos que perecieron en la Batalla.

—Pristinne tiene razón —secundó Samael—, debemos trabajar en ello. No podemos dejar que se salgan con la suya.

—Me temo que eso ya lo han hecho. —Una delicada voz murmuró, entrando a la sala. Al mismo tiempo, la temperatura bajó de manera sobrenatural.

—Siren —Alhena dijo poniéndose de pie—. No podemos costearnos perder el control.

La pelinegra tomó a su querida amiga Zodiacal, con sus cabellos y ojos rosas, ese brillo y alegría que solían rodearla había desaparecido, y amenazaba con no volver jamás. La estrechó con cariño, entre el castañeteo de dientes y el vaho que salía de las bocas de los pocos que se hallaban ahí el mundo se le hacía pequeño.

Ares encendió la chimenea, la temperatura seguía bajando y la pobre Heredera de Piscis rompió en llanto en los hombros de Alhena, que acariciaba su espalda.

—Sé cuánto le amas, y cuánto te ama él a ti. —La pelinegra dijo en su oído, haciendo que la chica soltara un sollozo acompañado de un doloroso grito.

—Él me entregó a Mondete. Le dijo que no se separara de mí por ningún motivo —contestó ella entre desgarradores sollozos—, ¡sabía lo que iba a pasar! ¡Alhena, él lo sabía!

—Estoy segura que está vivo, Siren. No trato de calmarte, de verdad siento que así es. —consolaba a la chica.

Todos observaban en silencio aquella escena, cada uno ensimismado, pensando con dureza en el ser amado que habían perdido, algunos habían tenido que observarlos morir y no tenían espacio para la esperanza que podían guardar Siren y Alhena en su corazón, esperanza de que Thaddeus, El Loco, aquel Arcano que poseía un conocimiento del Pasado, el Presente y el Futuro de todos los que lo rodeaban, estuviese con vida.

Los dueños del Destino. #PGP2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora