Capítulo 5

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El silencio mantuvo presos a los Herederos después del regreso de sus compañeros, era un silencio incómodo y al que nadie quiso traer final. Temían acabar con su esperanza, temían dar lugar a nuevas expectativas que podrían terminar de quebrarlos.

Pero lo que verdaderamente les aterrorizaba, era no saber la verdad.

El Heredero de Leo fue el primero en hablar, explicando sus hallazgos, que verdaderamente fueron mínimos.

La Heredera de Piscis continuó, y sin rodeos se dio la libertad de decir que los únicos cuerpos cuya presencia no había sido vista habían sido los de El Loco— y cuando lo dijo, sus ojos brillaron con alegría y angustia—El Emperador, — trayendo consigo un suspiro de alivio y de duda de algunos Arcanos—y finalmente, el de La Rueda de La Fortuna. Este último no recibió tantas reacciones, pues, desgraciadamente para la Heredera, sus más cercanos compañeros habían sido víctimas mortales en aquella cruenta batalla, salvo por Zuben y Alhena.

Finalizadas las noticias en el estado actual del instituto, Juno y Hyades avisaron que el almuerzo estaba listo, y a regañadientes los Herederos comieron, aunque algunos como la joven Pristinne, la Heredera de Virgo y el Heredero de Libra probaron poco, sin importar los esfuerzos en vano de sus más cercanos compañeros para convencerlos de comer.

La Heredera de Géminis ansiaba ponerse de pie y dar algunas palabras de aliento a los demás Herederos, quería tomar las riendas de la situación y hacer que todos dejaran salir su espíritu guerrero, quería hacer lo que sabía que su cercano amigo Castiel habría hecho.

Pero simplemente no conseguía hallar aquellas palabras.

El silencio se había vuelto un ambiente demasiado habitual cuando se hallaban todos reunidos, sin embargo, cuando los pequeños grupos se reunían en las distintas habitaciones, las paredes eran firmes testigos de lo que ocurría verdaderamente; todos querían planear venganza.

Finalizado el desayuno, los auto-proclamados líderes del grupo; Pristinne, Alhena, Ares, Siren, Hyades, Juno, Samael y Thanatos se habían reunido en la habitación de Alhena.

Había una pequeña tensión en el lugar, de la cual había dos dueños; Ares y Thanatos.

El Heredero de Aries y el sucesor de La Muerte se habían convertido en los mejores amigos en los últimos dos meses, pues aunque al inicio de aquel inconcluso año escolar ambos tenían una fuerte atracción hacia la joven Heredera de Géminis, ambos se habían dado por vencidos en sus intentos de cortejarla cuando notaron que la chica estaba en lugar fijándose en el sucesor del Emperador.

Y aunque eso los hacía sentir algo culpables, la desaparición o posible muerte de aquel Heredero había hecho que ambos sintieran el derecho a una segunda oportunidad en la conquista del cariño de Alhena. Era como si la joven les hubiera encantado o embrujado, simplemente no podían sacársela de la cabeza y ella se enterraba como una espina en sus corazones; a cada latir, iba más y más adentro.

—Sé que aún estamos tratando de sobrellevar la tragedia, pero es momento de concentrarnos en avanzar, debemos dejar esto atrás poco a poco, tan rápido como podamos. —habló la joven Pristinne.

—Tal vez si adoptásemos esa costumbre humana de enterrar a nuestros muertos, podríamos cerrar el ciclo más fácilmente. —dijo Juno.

—Olvídalo, cariño. —contestó Hyades, acariciando la parte trasera de su mano con las yemas de sus dedos. Él entendía lo que su querido proponía, pero sabía que los demás no estarían de acuerdo con hacer algo tan mundano como enterrar las cajas de almas en las que les había tocado vivir. Y en realidad, tenían razón.

Los dueños del Destino. #PGP2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora