Capítulo 1

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El último día de exámenes parciales había llegado a su fin, y un ambiente de tranquilidad se respiraba en la Mansión Astral, que por ocasión especial para la vigésima primera generación albergaba tanto a los Signos Zodiacales como a los Arcanos Mayores, asegurando así, —según los Creadores—, un óptimo entrenamiento para los Herederos del Destino, que seguirán los pasos de los Dueños del Destino.

— ¡Ah! Esto era justo lo que necesitaba. —dijo Pristinne desparramándose en uno de los sofás de la Sala Común.

—No podría estar más de acuerdo, Pris. —secundó Alhena, dejando salir un suspiro largo.

—Chicas, ¿recuerdan cómo era todo hace seis meses? —preguntó una tercera voz, que pertenecía a un hombre.

— Como una fogata en Luna llena, rebozando fraternidad. —replicó Pristinne con una sarcástica risa.

—Para empezar, Castiel. Me detestabas. —dijo Alhena con una sonrisa que casi derretía el corazón de aquel chico que había quedado tan embelesado con ella en una ocasión que la observó hacer su magia de Madre Tierra durante una clase de Habilidades Individuales.

—Había demasiado pique entre los Signos y los Arcanos. —continuó Pristinne, recordando algunas de las batallas, especialmente protagonizadas por los machos que pertenecían al Elemento Fuego.

Al momento que aquellas palabras finalizaron su salida desde los labios de la joven Heredera, sus afinados sentidos con el Plano espiritual la sumieron en un silencio ensordecedor, seguido por un escandalizante chillido. Su trance, cuya duración fue de fracción de segundo, finalizó al tiempo que un golpe escalofriante resonó en la mansión.

Como si la protección mágica de los Guardianes y los Creadores hubiese sido quebrantada.

—Todos deben alejarse —una voz resonó en la sala. Una voz que nunca había sido tan profunda—. El clímax de la Guerra finalmente descenderá sobre nosotros. Vayan mientras aún pueden.

Ante esto, Alhena y Pristinne esprintaron adonde el chico de cabellos marrones y ojos vacíos se hallaba, un paño blanco en mano de Alhena, colocándolo en la sangrante nariz del muchacho.

—Thaddeus, ¿de qué hablas? —cuestionó Pristinne con ternura y desesperación.

—Lamento mucho tu pérdida. —contestó él, sus ojos vacíos mirando directamente a los de la chica.

Cuando la última palabra salió de su boca, el suelo se sacudió, y el caos se desató.

—Necesitamos salir de aquí —dijo Castiel con firmeza—. Eso fue provocado, no natural.

— Thaddeus, vamos. —ordenó Alhena, halando al chico del brazo.

—Mi lugar es aquí.

El suelo se movía de una manera sobrenatural, lo único que los mantenía en pie era la fuerza y resistencia inhumanas que tanto los diferenciaban de los humanos. Se escuchaban gritos y carcajadas en los pasillos.

— ¡Alhena! —gritó Castiel en desesperación—Necesitamos irnos.

— Mueve tu inteligente trasero, Thaddeus no moverá un músculo. —insistió Pristinne, pero Alhena no lo soltaba.

— ¿Están locos? ¡Saldrá herido! —chilló la chica.

—Tú igual. —replicó Castiel, y la levantó del suelo, colgándosela al hombro cual costal de papas, y el trío salió de la Sala, a los pasillos que se hallaban repletos de alumnos, docentes y seres que nunca habían visto.

Los dueños del Destino. #PGP2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora