Capítulo 7

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Los cuatro Herederos abandonaron la Mansión Astral de la mano de Mondete, quien los llevó a la habitación de Thanatos en la Mansión Elemental de Aire.

Cuando llegaron, Arsenius estaba tendido sobre la cama de Thanatos, ojos abiertos de manera irreal y los labios apretados, le habían despojado de su camisa y pantalones, dejándolo en ropa interior. Solfeo estaba parado a un lado suyo con el Libro Magicko en una mano, sus ojos completamente blancos murmurando palabras de conjuros que sólo él comprendía, su mano desocupada se movía de arriba hacia abajo recorriendo el torso del chico que tenía una cicatriz espantosa justo bajo el esternón.

Los únicos en la habitación eran los recién llegados Herederos, Thanatos, Ares, Juno y Hyades, quienes observaban con asombro lo que Solfeo conjuraba, pues aunque las habilidades del Mago no eran ni de cerca cuestionables, pocas veces se le era visto realizando aquellos misteriosos conjuros que habían sido puestos en ese libro durante generaciones y generaciones. Un regalo del Sol al primer Mago que existió, un libro con páginas en blanco y la misión de guiar a los Magos de las siguientes generaciones.

No ha existido un Mago tan poderoso como el primero que llegó, y sus pasos son difíciles de seguir. Y las leyendas cuentan que toda la magia y conjuros, creencias e historias de las brujas y Wicca modernas nacieron de lo que alguna vez el Primer Mago creó, y lo que sus sucesores continuaron.

— Spiritus et aqua et aer et ignis

dolore ac miseria mala omnia sic

Ego dicam

sic diffamatur

Finalizado el conjuro de Solfeo, una luz tenue abandonó las palmas de su mano, yendo directamente a la cicatriz en el torso del joven Arcano que hacía rato había perdido toda conciencia y noción de lo que ocurría en aquella habitación.

Un silencio invadió el espacio.

—Bueno, ¿y por qué tan serios? —bromeó Solfeo.

Los chicos soltaron un suspiro de alivio, mientras Arsenius se incorporaba, todo dolor que le había acongojado se había terminado por completo, una sonrisa cruzaba su rostro.

— ¿Dónde está Pristinne? —Fue lo primero que dijo.

Mondete, quien había estado de pie junto al chico le extendió la mano.

—Ven, te llevo con ella.

Casi había podido ignorar su marcado abdomen, sus fornidos brazos y su mirada avellana, casi había podido ignorar la manera desarreglada en la que su cabello caía sobre su frente y se mezclaba con el sudor. Pero sus mejillas sonrosadas la delataban, y sólo le quedaba rezar que nadie lo hubiese notado.

Thanatos le entregó una camisa y un pantalón deportivo— Vístete antes. —le dijo con una sonrisa.

Arsenius asintió y se puso las prendas que su amigo le acababa de entregar, y aunque ansiaba tomar una larga ducha, lo que verdaderamente deseaba era ver a su gemela. Él y Mondete abandonaron la habitación de Thanatos.

—Espero que se besen de una vez por todas, —dijo Hyades con una sonrisa pícara.

— ¿No puedes pensar en otra cosa que no sean tus emparejamientos? ¡Tenemos una situación seria aquí! —le reprendió Juno frotándose las sienes.

—No me culpes por querer alivianar la tensión. —contestó el Heredero de Tauro encogiéndose de hombros.

Juno abrió la boca para protestar, pero fue interrumpido—Tampoco está tan equivocado. —secundó Thanatos.

Con esto, todos soltaron una pequeña risa.

Desde el inicio del primer año en la Mansión Astral, Mondete le había confesado a Hyades en una noche de chicas lo mucho que le gustaba el joven Hierofante, y después de sucedido eso, Arsenius le confió a Thanatos lo mucho que le atraía Mondete, con sus peculiares habilidades, su pensamiento rápido y su risa boba que a muchos hacía pegar una carcajada, aunque a él le hacía sentir cosquillas en el corazón.

Los dueños del Destino. #PGP2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora