Prólogo

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Las luces de cinturones se apagan. La voz cansada del sobrecargo suena por los altavoces, aunque nadie le haga caso. Su cansancio seguramente es el hastío de decir día tras día, vuelo tras vuelo, las mismas frases. Suelto el cinturón para acomodarme mejor. Echo el asiento hacia atrás sabiendo que no oiré queja alguna. Ventajas de coger vuelos nocturnos, supongo. Saco el portátil y pido la contraseña del wifi. Durante unos largos minutos el cursor parpadeante en el cuerpo del mail me tortura. Si no hubiera bloqueado mi antiguo número, ni cambiado de teléfono, no tendría que hacerlo así. Soy idiota... Con las prisas no lo pensé bien. Mi estupidez natural no deja que llegue a tanto.

El pensar en ella hace que mi mano tiemble. ¿Estaré haciendo la elección más cobarde? Creo que eso poco importa ya... Por la ventana alcanzo a distinguir la luna sobre el mar de nubes. No tengo vuelta atrás, quemé los puentes. Al menos tengo una cara amiga esperando en el destino. Suspiro y arranco a escribir. Mis dedos, temerosos al principio, acaban volando sobre el teclado mientras transcriben las palabras que surgen de mi corazón roto. ¿Cómo pude llegar a pensar que era el amor de mi vida? ¿Cómo? Soy un iluso que quiso creer que el "amor verdadero" existía y que lo había encontrado. Un imbécil ridículo, es como me autoproclamo. Un idiota que se enamoró de una mirada que ocultaba un alma ponzoñosa. Las lágrimas, que durante esta semana no salieron, brotan ahora sin dique que pueda contenerlas.

Un golpe seco en la tecla intro y el mail se envía. Cierro la cuenta y borro cachés. No necesito esa cuenta de mail ya. El último puente arde en mi imaginación, conmigo frente a él mientras sujeto la antorcha. Apago el ordenador y miro mi reloj. Doce horas... doce horas de vuelo...

Doce horas para dar media vuelta al mundo...

Doce horas para llegar a otro país, con toda mi vida en dos maletas y una mochila...

Doce horas... para cerrar una etapa de mi vida y olvidarla...

Joder...

Van a ser doce horas jodidamente largas...

Solo quise olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora