Capítulo 4.

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Un manto grisáceo cubría toda la hidrósfera.
El clima a juego con las casas de toda la extensión hacía del ambiente una película de los años 60's.

Así mismo, una lóbrega iluminación llenaba la habitación del joven de cabello lignito.
El frío escalaba entre sus pies hasta alcanzarle el torso.
En un impulso inconsciente, tomó el trozo de suave tela del espacio lateral y se cubrió con éste hasta asemejarse a una oruga en una crisálida.
Sus ánimos no eran los más elevados en días con tal temperatura, era susceptible a los tiempos templados.

Un estrepitoso sonido bañó sus oídos trayéndole a la realidad.

─¡Yuu! ¡Yuuichirõu, hijo, por favor abre la puerta, te lo suplico! ¡despierta ya!─. Una voz familiar vociferaba sin descanso tras la puerta de la habitación, acompañado de fueres golpeteos en la gris pieza de madera.

Tan pronto como su conciencia reconoció el mensaje que aquella persona tras la puerta intentaba desesperadamente transmitirle, se levantó súbitamente y corrió alterado a atender la llamada en la entrada de su habitación.

─¡Mamá, ¿qué pasó? ¿por qué estabas gritando?!─. Mencionó tomando de ambos antebrazos al de cabello claro en un intento de apaciguar su ansioso semblante.

─Yo.. A-afuera, Yuui...─. Las palabras no podían simplemente ser articuladas de su boca─. Los S.C.S m-muchos.. En todo, todo.

Pálido como un papel, no pudo imaginar más que la escena de algunos hombres del escuadrón de corrección y algunos otros de trajes caros con teléfonos sonando a cada minuto arrastrar al ser que había conocido la noche anterior y descuidadamente dejado a su suerte sólo con una orden que probablemente pudo no haber entendido.
Seguido de la terrible escena de su madre siendo llevado al centro de la capital donde jamás vería nuevamente su rostro; ¿y a él? Probablemente le esperaba algo mucho peor.

─No... No es posible, por favor no─. Corrió descuidadamente a través de toda la morada hasta pisar la puerta que le dividía del exterior.

°°°

Frente a sus ojos, una escena devastadora se revelaba como algún video de guerra con décadas de antigüedad.
Familias enteras siendo extraídas de sus hogares como fugitivos de la ley; como ratas siendo cazadas. Gritos desesperados rompían el único sonido de armas siendo desbloqueadas.
Sólo podía observar a las mismas personas con las que había convivido hacia tantos años desde su niñez. Sus amigos de la infancia, absolutamente todos, obligados a flexionar sus rodillas contra el húmedo asfalto y cubrir su cabeza con ambas manos.

─Esto.. ¿Mi culpa? Yo.. Yo no─. Balbuceó.

A lo lejos, un par de figuras con trajes similares a los de un robot tomaban rumbo hacia su dirección.

Desesperado, la adrenalina comenzaba a extenderse por todo su sistema.
Corrió casi al punto de perder el aliento hasta el sitio donde se encontraba su figura materna aún en un estado catatónico mirando hacia la ventana.
Tomando una de sus extremidades, jaló de ésta y le trasladó hacia la parte baja de la casa.
El agobio se hacía más presente. Se sentía igual que un conejo; frágil. Siendo acechado por una jauría de lobos que le habían acorralado para finalmente devorar sus entrañas.

Un pensamiento atravesó su psique momentáneamente.

El jardín.

Sus opciones se habían agotado totalmente, no había dónde escapar, y el traqueteo de una puerta siendo arrollada había comenzado a hacer eco en todo el recinto.
¿Había esperanza alguna de que pudiese entrar? Si quiera estaba cerca de la hora necesaria.

Abalanzándose directo a la pared de arbustos donde debiese encontrarse el acceso a la clandestina zona, sus manos se movieron por el pánico a través de las hojas al punto de flagelarse con las prominentes ramas que contenía el herbaje del muro.

Pero nada apareció. Frente a él, sólo se encontraba un muro pintado con verdes pigmentos producto de la humedad de las plantas. Sin indicio de pasadizo alguno.

─No.. ¡Maldición no, no, no!─. Sollozando, se culpaba a sí mismo por no poder salvar a su única familia.

Y detrás de ambos, un par de imponentes voces gritaban frases de advertencia.

Una idea surgió del pánico.
Notó que las ramas eran lo suficientemente fuertes como para escalarlas.
Con un último aliento de esperanza en su corazón, empujó a Shinya ordenándole que escalara hasta llegar al otro lado y no parase sin importar lo que pasara. Y lo hizo.

Su madre le miró desde la cima de aquella pared ansioso de recibirle entre sus brazos y conseguir escapar.

Pero no ocurrió de esa manera.
Lo único que en su campo de visión apreció, fue a su bebé siendo arrastrado por dos bárbaros que apuntaban con sus armas hacia arriba en su dirección.

─¡Mamá! ¡Vete, ya, vete de aquí! ¡rápido! Por favor...─. Dijo mientras era sometido contra el césped aún lleno de rocío─. Te amo mamá.

Bam

Un disparo hizo resonancia en todo el cielo.
Cuando tuvo la oportunidad de poder observar nuevamente, no había nada sobre aquel muro, y algunas palabras se hicieron presente segundos después.

─El sujeto fue erradicado─. Dijo mientras sujetaba una pequeña radio que colgaba de su hombro.

─Erradica...do.─ Musitó.

Cuando consiguió virar su mirada hacia la cima de aquel muro, se encontró con la escena de un vacío total, no había nada allí.
El cuerpo de su ser amado había desaparecido por completo, posiblemente se encontraba al otro lado, su cuerpo frío y sin vida.

─No... No─. Sollozando, quejidos comenzaron a deslizarse de su quebrada garganta─. ¡NOOOOOOOOO!.

Los hombres que le acompañaban si quiera se inmutaban con los desgarradores gritos del joven que se mantenía en el suelo retorciendo su cuerpo por el dolor de la pérdida.

Y así, ambos salieron del recinto con el cuerpo casi inerte del hipeante chico, ya no tenía fuerzas para pelear, para resistirse, para vivir.

Al cruzar la puerta de la vacía casa, el escenario de muchos rostros familiares apuntados con armas fue lo único visible. Sus amigos de la infancia, personas que compartieron junto a él momentos amenos y agradables recuerdos, dirigiendo su mirada directo a sus írises, casi transmitiendo el mensaje de "Adiós" antes de apagar su luz.

Muchos otros, siendo transportados al igual que él hasta negras camionetas con un rumbo desconocido.
Mirando tras la ventana de la carroza de metal, algunas gotas salubres zigzagueaban hasta su mejilla.
Todo por lo que luchó había sido destruido.

─Mamá...─. Susurró.

|ESTRELLA VESPERTINA| [Fanfic Mikayuu] BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora