Capítulo 7.

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Un par de miradas impactaron en el callado ambiente que se hacía al contar de los segundos más y más denso. Aquella pequeña silueta que atravesaba el marco de la puerta, había notado velozmente que su acto impúdico había sido presenciado por su único acompañante en ese entonces.
La vergüenza nubló toda su existencia, a tal punto, que sólo deseaba desvanecerse como el sol en el ocaso, es aquel miedo que siente un hijo al ser llamado por sus padres cuando descubren una verdad punible.

─Yoichi, ¡l-lo siento!─. Titubeó el azabache que yacía tumbado de frente en el suelo. Sabía lo que ocurriría seguidamente, el lenguaje corporal contrario expresaba a gritos las acciones que demandaba cumplir.

Y sin más espera, sus pies se movieron con tal prontitud, que ni siquiera sus compañeros que permanecían inmóviles en la entrada del recinto por el bullicio, lograron comprender lo que sucedía, y detenerlo con antelación.

─¡Yoichi! ¡detente, no vayas más lejos, por favor! ¡Yoichi!─. Vociferaba sin descanso el responsable de su cuidado.

Pero todo era inútil, mientras más fuertes eran sus palabras, la silueta se hacía cada vez más distante perdiéndose entre el paraje catastrófico, hasta ser devorada por la lejanía.
Pero incluso con esto, sin armas o algo para garantizar su bienestar, el de ojos herbáceos no suspendió el trote, perdiéndose en la distancia al igual que la figura que anhelaba alcanzar.

─Maldita sea... ¿Por qué tenías que irte de ésta manera tan jodidamente estúpida?─. Susurró exhausto para sí mismo.

La frustración era cada vez más prominente, y un sentimiento de desespero y un profundo miedo hacia la situación contraria que era desconocida, carcomían su turbada compostura.

Un sonido rompió la soledad del ambiente, colmando el abdomen del joven con un caldo de remordimiento y nerviosismo. Sabía muy bien que estaba en peligro.
Se viró súbitamente hacia la dirección de éste, en busca de la figura de procedencia.

Vislumbró con dificultad una silueta de estatura promedio, lo que indicaba que debía ser un humano normal, descartando entonces el que fuese un carroñero.
Pero esto verdaderamente no aliviaba en ninguna medida su tensión, puesto que la única opción disponible, era la candidatura de la otra cara de la moneda.

Un vándalo. Podía ocultar un arma, o algún objeto que representara una mayor amenaza.
Pero aún con esto, intentó permanecer firme ante la situación, la figura desconocida marchaba sin pausa hacia él, sin titubeo alguno, muy seguro de lo que iba a hacer, tal parecía.

─¡¿Quién eres?!─ vociferó el trigueño.

Obteniendo una respuesta nula de vuelta.
Tan sólo la constante insistencia en los pasos contrarios que se aproximaban cada vez más al área en la que yacía rígido como un tronco.

Clinck.

El sonido de un corte propiciado por algún tipo de arma metálica ensordeció el sentido auditivo del joven en peligro.

En respuesta automática al ruido percibido, comenzó a recorrer todo su torso y parte superior con las manos, en busca de la zona en la que posiblemente hubiese impactado la implacable hoja del arma blanca.

Pero no consiguió ninguna zona humedecida con el líquido vital, por el contrario, pudo notar perfectamente que aquella estocada no fue dirigida hacia su silueta.
La figura que estaba algunos metros lejos tan sólo segundos atrás, en ese preciso instante se encontraba respirando el mismo oxígeno del área que ocupaba el joven.

─No te muevas─. Mencionó una voz angelical, que aún así mantenía un tono autoritario.

El menor con una expresión de confusión, no desobedeció la orden dada por el extraño frente a él.
Sintiendo así la vibrante hoja de una espada japonesa casi rozando su mejilla.

|ESTRELLA VESPERTINA| [Fanfic Mikayuu] BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora