Capítulo 6.

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La estrella mayor extendía sus brazos proyectándose en todo el manto azulado. Pequeñas almohadillas de color blanco flotaban con variedad de formas y densidades.

─¡Yuuichirõu, levántate! Hey─. Se escuchaba tras la puerta acompañado de un golpeteo.

─¡Yuu!─. Ahora dos voces gritaban al unísono.

─Esto no está funcionando Yoichi, hay que llamar a Mc. Tits, quizá sus gruñidos lo despierten, corre a buscarla─. Alguien susurró

Al cabo de algunos minutos, fuertes pisadas se escuchaban a lo lejos aproximándose, parecía la escena de una película de terror, o más bien, que la persona tras la puerta, fuese a explotar apenas se acercara a ésta. Y así fue.

─¡LEVANTA TU CULO DE ABUELA YA MISMO! ¡Y MEJOR ABRE LA PUERTA YA, SI NO QUIERES QUE REALMENTE TE QUEDE COMO EL DE UNA!─. Gritó a todo pecho una voz "femenina".

Y así, como si hubiesen presionado algún tipo de botón, el cuerpo del joven bello durmiente se levantó súbitamente como lo haría un felino luego de ser espantado, para finalmente acabar regado en el suelo quejándose por el dolor.

─Estúpida CJ─. Intentó chillar.

Al recobrar las fuerzas posterior al fuerte golpe que se había auto propiciado, se levantó y giró el pestillo para dar paso hacia el pasillo de la deteriorada estructura.

Luego de los cuidados básicos, se apresuró a la cocina en busca de algún objeto comestible para satisfacer al dragón que se mantenía rugiendo en su cavidad estomacal, el hambre le estaba quemando por dentro, pero en un escenario tan baldío y post-apocalíptico, los alimentos no eran francamente demasiado abundantes.
Por éste motivo era fácil ver a una nueva especie de lo que en algún punto fueron humanos, eran llamados comúnmente como Carroñeros, un nombre tan alusivo a sus acciones que causaba cierta ansiedad.
En efecto, estos seres que una vez poseyeron cordura, se habían rebajado a un instinto netamente antropófago. El devorar carne, era su único objetivo planteado. Su consciencia había sido arrebata por el voraz estímulo de la hambruna.

Historias dejadas por antiguos predecesores en viejas páginas de libros desagastados, con un posible término que describía a estas sanguinarias bestias. Eran denominadas Wendigos.
Esto claro, si hablamos en el sentido cultural de antaño. Rotundamente, no era seguro que éste tipo de información fuese certera. Podría tratarse de una vana historia que contaban a los menores para que no salieran a lugares peligrosos sin una figura autoritaria, pero en la ruina y miseria, ¿Qué podía pensarse cuando no quedaba nada? El mundo era una gigantesca caja de sorpresas, cada día algo nuevo surgía. ¿El fin del mundo estaba próximo? No había manera de saberlo.

La otra cara de la monedad, se la llevaban los ladrones y bándalos que merodeaban los páramos y parajes desolados, en busca de cualquier descuidado que fuese presa fácil para robar. Y en el peor de los casos, aseinar.
Sí, en realidad lo había visto con sus propios ojos.
Un día merodeando entre las ruinas, conoció a un infante aparentemente abandonado, no era de muchas palabras, y tampoco aportó demasiados detalles sobre su pasado, pero tal parecía que quien le hacía compañía había muerto no mucho antes.

Luego de algunos días de haber sido acogido entre el grupo, escapó durante la noche. Ninguno supo realmente con qué finalidad lo hizo, pero a la mañana siguiente, su cuerpo inerte fue avistado a unos metros del fuerte, con algunas puñaladas propiciadas en su espalda.
¿Fue en busca de algo? Nunca conocieron la versión real de los hechos.

─Hoy nos corresponde la jornada de reconocimiento a Mitsuba y a mí, ¿dónde dejaste el arma?─. Mencionó una figura alta de cabello rosáceo que ingresaba en la habitación.

|ESTRELLA VESPERTINA| [Fanfic Mikayuu] BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora