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Al llegar a casa espere a que llegará por mí, a la misma hora de siempre. Pero dieron las diez y no parecía que fuera a llegar así que cogí mis llaves y salí a buscarlo. Pero me lo topé en la puerta, a punto de tocar.
Sonrió y caminamos juntos con destino a la azotea de su casa, mientras caminábamos , ninguno dijo nada ambos intentamos grabar en nuestras mentes cada detalle de los últimos momentos que pasaríamos juntos.
Yo sonreí toda la noche realmente no podía llorar al recordar todo lo bueno que viví en aquella ciudad.
Esa noche no hicimos nada fuera de lo normal, no necesitábamos cenas caras en un restaurante cotizado, porque cuando nosotros estábamos juntos todo era especial. Incluso aquella noche en la que vimos las estrellas mientras yo recitaba poesía para él. Y donde antes de regresar a la sala, él escribió al final de nuestro diario; "Un día volveremos a encontrarnos y juro que ese día no volveremos a separarnos".
Bajamos a la sala, acaricie por última vez las pequeñas cabecitas de sus mascotas.
Lo abracé pensando que sería la última vez. Nos besamos, fuimos a su cuarto.
Esa noche él y yo hicimos arte. Pero ese tipo de arte para el Ayuntamiento era un crimen y para mi religión un pecado.
Aquella noche traicione a un gran amigo, a mi familia y a todo un mundo que no nos comprendía.

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