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Primero intenté con uno que me gustaba mucho cuando estaba en casa de mis padres.  Caminar por toda la ciudad.
Aquel día después de trabajar  fui a casa me cambié de ropa y salí sin rumbo sólo con el propósito de conocer la ciudad. Caminé durante muchas calles. Observé unos cuantos parques incluso entre a uno para después continuar sin rumbo, vi algunas librerías pero no entre, algunas cafeterias, centros comerciales, tiendas de ropa incluso pase frente a un cine. Entre más caminaba más se ocultaba el sol y menos personas había en la calle. Yo seguí caminando por un rato más con la seguridad de que sabía perfectamente como regresar, pero no era así. Cuando el sol ya estaba completamente oculto decidí volver a casa caminé un par de cuadras creyendo que sabía  como regresar.
Y mientras caminaba no supe ni en que momento había llegado ese tipo ahí pero el hombre que venía caminando de tras mío paso al lado mío y me arrebató la cartera de mano. No supe que hacer me quedé en shock mientras lo veía correr con mi teléfono y mi dinero. Me recupere después de unos segundos y traté de ser positiva y no darle importancia a lo que acababa de pasar, mis padres lo decían todo el tiempo las cosas materiales no tienen importancia. Asi más bien agradecí que no había pasado algo peor.
Continúe caminando y cada vez la temperatura descendía un poco más, era otoño.
Y por fin con la noche y lo grande de la ciudad terminé descubriendo que estaba perdida. Intenté buscar un negocio pero no parecía haber ninguno cerca. Sólo había casas y más casas. Intenté preguntarle a un par de personas  Pero me ignoraron en ese momento me sentí bastante enojada con esas malas personas, aunque ahora las comprendo, la ciudad no era muy segura y menos de noche uno nunca sabe que esperar. Yo no lo entendía porqué todo el tiempo viví en un pequeño lugar donde todos conocían a todos y podías confiar en cualquiera.
Pero en ese momento yo sólo podía enojarme e intentar reprender mis ganas de gritar.  Me detuve bajo un enorme árbol, traté de no pensar en nada pero aunque no pensará en nada en ese momento me arrepentí de estar en ese país, me arrepentí de no estar con mi familia. Y lloré. Y le suplique a Dios me diera una señal de que aún estaba conmigo.
Sé que a esta altura de mi relato debes pensar que soy una llorona. Tal vez lo sea o tal vez en aquel momento no podía hacer otra cosa que llorar.
Pero justo entonces como un milagro la puerta de una casa se abrió. Salió un hombre y sin preocuparme por si mis ojos estaban llenos de lágrimas corrí hacia allí.
Sin siquiera mirarlo le comencé a explicar todo lo más rápido que pude, sin saludarlo sin presentarme,  mientras me limpiaba las lágrimas de los ojos.
Le dije que no tenía familia, no conocía la ciudad y que ni siquiera tenía dinero para un taxi.  Él me dijo que me podía llevar pero en un rato más porqué tenía un par de cosas que hacer. Me invitó a pasar y yo acepté simplemente porqué no tenía más opción. Cuando entramos nos recibieron dos pequeños gatos y como gran amante de los gatos no pude resistirme a su ternura. Pregunté si no habría problema con que estuviera allí,es decir, con su con su novia o esposa y contestó que no tenía esposa y su novia no tendría porqué enojarse.  Yo no pregunté más.
Estoy segura que no paso ni un cuarto de hora cuando me dirigió hasta un coche negro.
Me preguntó dónde estaba residiendo, le di mi dirección y se rió de mí. Por un momento sentí vergüenza pero después me sentí enojada. Le pregunté por qué reía y me dijo que le quedaba bastante claro que no conocía nada la ciudad porque mi casa se encontraba a un par de cuadras y apenas terminó de decirlo ya se había detenido frente a mi departamento. En ese momento sentí un gran alivio, no voy a negar que, como era normal desconfíe de él. Y cada segundo que estuve con él estaba esperando cualquier cosa, no podía confiar.

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