Capítulo 2: El demonio sigue dormido.

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     "...El demonio sigue dormido..."
Fluyeron las palabras, atravesando las frías y macizas paredes de las mazmorras del castillo Darrat —El demonio sigue dormido— resonaron nuevamente, como un eco denso e incrédulo, esparciéndose por todo el lugar.

Acto seguido, se escuchó el sonido de una puerta cerrándose con brusquedad y unos pasos alejándose con prisa.  

Aquel monólogo siguió repitiéndose por tercer día consecutivo. Todo marchaba según lo planeado por aquel soldado: sacó del seguro de su armadura un manojo de llaves e introdujo una de ellas en la cerradura oxidada de una enorme puerta, hasta que un chirrido agudo, le indicó su apertura. Bajó de forma pausada por una escalera, deslizando sus dedos por el apoyabrazos de la suave madera hasta alcanzar el último escalón. Caminó por el pasillo octagonal que lo separaba de su objetivo y, de forma cautelosa, empezó a corroborar los signos vitales de la Warussa. 

—El demonio sigue dormido— se dijo a sí mismo, una vez más, mientras un suspiro de alivio salía de su boca y, evocando una angustiada sonrisa, sacó a relucir su dentadura podrida. Aquel soldado se dispuso a marcharse, poniéndole así, un final triunfal a su labor más importante. —O al menos eso creyó—.

El sonido brusco de la puerta cerrándose marcó la señal que abrió sus ojos, revelando consigo su plateada y somnolienta mirada.

Ashlyn había recobrado la consciencia un poco antes de la llegada del soldado. Enterándose —para su desgracia— que su cuerpo estaba atado de cada una de sus extremidades por gruesas y oxidadas cadenas incrustadas en una pared, manteniéndola completamente inmóvil.  Mientras que su boca, estaba amordazada por el pañuelo que usó para vendarse los ojos durante el combate.

Sus pensamientos naufragaron brevemente por el sendero turbulento de un mar de desconsuelo y desesperanza, arrastrando consigo la tristeza y la desgracia producto de un don que se había convertido completamente en su maldición

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Sus pensamientos naufragaron brevemente por el sendero turbulento de un mar de desconsuelo y desesperanza, arrastrando consigo la tristeza y la desgracia producto de un don que se había convertido completamente en su maldición. De sus ojos emanaron gotas cristalinas que bajaron por su rostro pálido en forma de rebeldía y desahogo, liberándola del sentimentalismo y la negatividad y, convirtiendo su estado emocional en una metamorfosis vital. Su orgullo emergió de sus cenizas, sirviendo de ancla para que su mente poco a poco se fuera aclarando y recobrara nuevamente, la firmeza de sus ideales: nunca cedería ante la escoria.

Manteniendo la templanza que la caracterizaba, Ashlyn se propuso a restaurar en secreto el deterioro de su cuerpo. Con el pasar de los días, compensaba la ausencia de alimento y la deshidratación, con la energía que aún le proporcionaba Saoirse y, simulando con astucia, tomó el protagonismo de aquel absurdo monólogo, engañando día tras día al soldado.

Pero, el plan de Ashlyn jugaba una partida a contrarreloj. Si bien es cierto que aquella guerrera se había ganado el respeto de sus enemigos y la fama de ser un hueso duro de roer, nadie soportaría por tanto tiempo las condiciones a las que estaba siendo sometida. Sin cuidados, ni comida, sólo podría ocurrir su deceso y, al Rey no le convenía su muerte.

El tiempo transcurrió de la misma manera hasta el sexto día. El soldado que la vigilaba cumplió con su rutina a tempranas horas de la mañana y, como de costumbre, dio su veredicto por sentado. Todo parecía estar en orden, hasta que, al alcanzar el ocaso, se oyeron pasos que se dirigían a la prisión de Ashlyn.

Una voz gruesa y alterada le ordenó al soldado que abriera la puerta y, con un fuerte empujón y varios insultos, lo apartó de su camino.

Se trataba de Wron "el desollador", un General de brigada de alto mando, que se había ganado su seudónimo al ejercer con crueldad sus labores en combate y, por su trabajo extra, como verdugo privado del rey Osoro durante las últimas décadas. Precisamente fue del rey de quien recibió una orden directa —que con desconfianza y frialdad—  hizo uso de sus servicios, para comprobar si los informes del soldado vigilante eran correctos. Servicios a los que él, fascinado y emocionado, no dudó en agradecer con reverencia y lealtad.

Wron, era un Pauk (raza humanoide de seres dotados con fuerza bruta y agilidad), que no dudaba en sacar ventaja de su enorme fortaleza para sus fines siniestros. Su corpulento cuerpo arrastraba consigo las cicatrices sufridas en múltiples batallas, de las que presumía, demostrando con un aire de arrogancia, su sed de sangre. Su mirada estaba limitada por la pérdida de su ojo izquierdo, pero, aun así, un brillo siniestro y oscuro emanaba de ella, otorgándole la apariencia de alguien sumamente temible, la apariencia de un hombre que se convirtió estrepitosamente en un fiel servidor de la muerte.

El General Wron se abalanzó hacia a Ashlyn, la detalló por unos segundos y, sin perder el tiempo la tomó con brusquedad por el cuello con una de sus manos, y procedió a estrangularla.

—Conmigo no tienes que fingir, mal nacida Warussa, he notado el color de tu rostro y el ritmo fingido de tu respiración —dijo sin piedad Wron, mientras aumentaba la fuerza en su mano y esperaba ansioso.

La presión en el cuello maltratado de Ashlyn empezaba a asfixiarla, limitando bruscamente la entrada de oxígeno. Su cuerpo se retorció de manera completamente limitada por las cadenas, buscando zafarse inútilmente de aquel dolor, hasta que sus ojos se abrieron involuntariamente, enseñándole a Wron una mirada perdida, que con el pasar de los segundos cedió, indicando su inconsciencia.

El conjunto de aquel breve suceso sirvió de éxtasis para el bien llamado "desollador", que, complacido, retiró su mano del cuello de Ashlyn y abandonó a carcajadas las mazmorras, dirigiéndose con prisa a entregarle su veredicto final al Rey.

Las horas, presurosas, se fueron desvaneciendo aquella noche hasta alcanzar el alba y los ojos apagados de Ashlyn poco a poco fueron abriéndose, hasta notar, de manera forzada, que una silueta borrosa e imperceptible, le frotaba las heridas de su cuello con un trapo, impregnado con alguna extraña infusión medicinal.

Ashlyn quiso agradecerle de alguna manera, pero antes de que su mirada pudiese aclararse, la extraña silueta había desaparecido, llevándose consigo cualquier rastro que evidenciara su presencia.

La Warussa sintió inmediatamente cómo su dolor iba desapareciendo de manera casi milagrosa hasta sumergirla en un alivio absoluto. Quiso entrar a fondo en lo sucedido para encontrar respuestas, pero su concentración fue interrumpida en el acto.

El olor a sangre seca y a humedad de aquel escenario de torturas, se mezcló repentinamente con un aroma familiar, creando una atmósfera de alarma casi palpable que reclamó por completo su atención. El silencio era profanado nuevamente por el chirrido pausado de la excelsa puerta que se abría, iluminando completamente todo el lugar con una sólida y resplandeciente luz.

Paso tras paso fue bajando por cada uno de los escalones, hasta llegar sin prisa, hasta el final de su descenso y, arrancando susurros al caminar, se dirigió lentamente hasta ella.

Transcurrieron varios segundos de un fuerte análisis. Notó el deterioro de su vestimenta de seda azul y, de igual manera, caminó esta vez a su alrededor detallando con gran profundidad las condiciones de su cuerpo, hasta que finalmente, el rey Osoro Gëlldydur se detuvo y percibió la ira contenida en los ojos fatigados de Ashlyn.

—Es bueno ver nuevamente tu hermosa y plateada mirada, Ash. Bien sabes que nada de esto tenía que pasar, eres el tesoro más grande que tengo, nunca quise nada malo para ti. Te he dado todo desde pequeña, te he criado bajo un sinfín de cuidados y comodidad, juntos hemos visto cómo ha crecido nuestro reinado con el pasar de los años, me duele verte de esta manera, me duele haber pasado por semejante situación. —Le dijo— mientras se apresuraba a quitarle la mordaza y continuó:

—Nada de esto debe seguir, todo debe volver a la normalidad, no importan las razones de tu rebeldía o tu vasto afán de escapar, quédate a mi lado, como siempre. Sé mi mano derecha y ayúdame con tu valioso don, te prometo que todos ganaremos y que nunca volverás a sufrir. —Se detuvo, mientras acercaba a su boca una cucharada de un extraño alimento— y agregó: — come esto, te ayudará a recuperar tus energías.

— ¿Tu tesoro? —Se bufó, mientras ejercitaba su adolorida mandíbula — ¿así le llamas a tus esclavos?; Nunca he sido más que una herramienta de destrucción. —Lo miró fijamente y con brusquedad declaró —Tú y tu maldito reino llegaron a su fin. Nunca, ¡óyeme bien Osoro, nunca más usaré mi don para ayudarte!

—No me pongas las cosas más difíciles Ashlyn, no quiero que continúes soportando las desgracias de los que se me oponen—dijo el rey, con un impresionante aire de persuasión y serenidad mientras continuó —esta vez sujetando el anillo de su dedo pulgar— Las cosas se han salido de control últimamente, Ash. Sé que no he sido el Rey más bondadoso, pero para mantener el equilibrio y la paz en nuestro reino se deben hacer las cosas con temperamento, es una forma disparatada, pero efectiva de lograr el miedo y el respeto de tus adversarios. —El rey se acercó a la Warussa, la sujetó de su rostro evitando cualquier indicio de brusquedad que pudiera dañarla, pero sí utilizando la fuerza necesaria para dominarla, giró su cabeza y le susurró al oído: —sólo existe un camino correcto, Ashlyn, piensa con sabiduría, juntos lograremos el equilibrio para los nuestros. Yo deseo seguir siendo el defensor de tu destino.

—"Deseo ser el defensor de tu destino"—repitió Ashlyn las palabras de Osoro y agregó: —qué ironía, fueron esas las palabras que usaste hace 25 años para partir en dos a una mujer y quedarte con su recién nacido. —finiquitó la frase, clavando en el rey, su fulminante mirada.

Las palabras de la Warussa se incrustaron en Osoro, cual dardo envenenado se fija con exactitud en su blanco, causando un daño inevitable en las profundidades de su interior y desencadenando algunas reacciones impropias en su meticulosa personalidad. Un cóctel de expresiones pasaron, entonces, por su rostro: sorpresa, temor, y por último, una abismal ira, lo puso en evidencia y acabó así, con la característica persuasiva y manipuladora que Osoro sostenía normalmente en situaciones adversas. Todo en él fue trascendiendo hasta mutar completamente, como si las barreras de su lado oscuro se derrumbaran y todo el odio acumulado fluyera a bocajarro por sus venas, apoderándose de su ser y amoldándose al giro radical al que ahora se enfrentaría. 

—Así que el día ha llegado... —dijo el rey, con un tono frío y seco, mientras empuñó fuertemente la mordaza con una de sus manos y, con la otra, impactó en repetidas ocasiones la pared que servía de apoyo a la Warussa. La fuerza desorbitante de Osoro (distintiva de la raza Pauk) fue tan estrepitosa que estremeció la totalidad del castillo Darrat, envolviéndolo en un ruido ensordecedor.

Osoro se detuvo luego de destruir gran parte de la pared del calabozo. Dirigió su rostro hacia Ashlyn y, entonces, sus miradas se cruzaron, desafiándose mutuamente y dándole inicio a una nueva guerra interna que sólo ellos entendían.

—Espero que tu visión te haya enseñado el camino lleno de brasas por el que tendrás que caminar descalza de ahora en adelante, maldita Warussa. —Dijo el Rey, mientras la tomó de su cabello con brusquedad, le puso nuevamente la mordaza y procedió a retirarse.

Ashlyn alimentaba su odio hacia Osoro repasando una y otra vez en su mente los sucesos que la habían impulsado a huir de Darrat. Recordó nuevamente aquel día en que su don la había hecho participe de los más profundos secretos del rey Osoro

Saoirse no sólo le permitía a Ashlyn ver el futuro, sino también el pasado. Y, el duro entrenamiento de los años por el que ella pasó, le permitió dominar aquel poder. Fue el mismo rey, quien además de lujos y comodidad, la apadrinó dotándola con buenos maestros. Quienes la enseñaron a invocar las visiones a su voluntad, a combatir usando la premonición y a concentrarse para ver tan adelante o tan atrás en el tiempo como ella quisiera.

Todo esto con el fin de hacerla más útil para sus propios propósitos. El Rey Osoro, tan frívolo y calculador, invirtió en su entrenamiento con gran esmero, y a la vez, recogió gran parte de los frutos, utilizando a su antojo el don de la joven Warussa, que le permitía, entre muchas cosas, saber el resultado de las batallas, ganar terrenos y buscar en el pasado de sus adversarios, oscuros secretos. De esta manera, el Rey Osoro Gëlldydur, empezó a construir de la mano de Ashlyn, un reinado lleno de gloria.

Ash siempre creyó que todo esto se hacía para mantener la paz, por el bien del país y sus habitantes. Creía en aquel joven y amable rey, que valerosamente la había criado y educado con sus altruistas y heroicas historias, dejándole un claro mensaje: "él era su salvador". Pues ella, en aquellos relatos, fue acogida por el amable rey luego de haber sido abandonada por su madre. Pero a medida que aumentaba su edad, también lo hacía su curiosidad y cada vez estaba más atraída hacia el pasado del hombre que la salvó.

Un día, poniendo a prueba los resultados de su entrenamiento y, guiada pletóricamente por su enorme intriga, empleó su don para ver el admirable suceso tantas veces contado por el Rey, "el día de su salvación". Cruzó las piernas e inhaló profundamente, colocó su mente en blanco y, con un estado supremo de concentración, comenzó a tener visiones tan antiguas como su nacimiento y así lo vio:

"Una mujer de unos 29 años, de ojos y cabello azul, se aferraba con todas sus fuerzas a un recién nacido. A su lado se divisaba el cadáver de un hombre, cuyos ojos plateados y sin vida, permanecían abiertos, dándole una expresión de sorpresa y terror. En el centro de aquella escena, estaba Osoro, cuya apariencia y juventud, se observaban exactamente igual.

Ashlyn recorrió espiritualmente el lugar, detallando con asombro y plena atención, el desenlace de su visión. Observó a Osoro colocar una de sus manos en el hombro de la conmocionada mujer, que se encontraba tendida en el suelo.  Y, siendo fiel a su frivolidad y a su persuasión, comenzó a decirle:

—Sé que tu amor maternal va más allá de la lógica o la razón, que es como un fuego que se adueña de ti, te domina y se abalanza ante cualquiera que amenace el bienestar de tu pequeña. Pero aquel amor puede naufragar fácilmente en un mar de sangre y, aquella fuerza dominante que creíste su salvación, puede arrastrarlos sin ningún problema, hasta el fondo de las desgracias. Estás en una encrucijada, cuyo único camino correcto, es el que te ofrezco. Conmigo no conocerá desgracias, ni necesidades. Estará refugiada en mi reino y, por ende, gozará del respeto digno de la realeza y de todos los beneficios que eso conlleva. Se mantendrá al margen de la guerra y de cualquier peligro. Todo esto, bajo tu compañía y la protección que le daré a cada uno de los integrantes de tu clan, que pasarán a ser mis aliados. No sigas el ejemplo de tu esposo, no permitas que el fuego que fluye por tus venas los termine consumiendo. En tus manos está que no corra ni una gota más de sangre. Si tanto la quieres, transforma tu amor en acciones y entrégamela con sabiduría.

Acto seguido, y sin tiempo de asimilación, entró al lugar un soldado real. El cual, con sumo cuidado, le quitó el bebé de los brazos a la mujer. Osoro retiró la mano de su hombro y penetrando su fría mirada en los ojos perdidos de la mujer, se inclinó y le ofreció su mano para ayudarla a levantar, diciendo: —Has actuado con sabiduría, así que no temas, yo "deseo ser el defensor de tu destino". Tendió sus brazos en un gesto de paz y, un abrazo incrédulo concretó aquel trato. Pero, cuando la Warussa intentó alejarse luego del trascurso de ciertos segundos, los brazos del Rey Osoro no la soltaron. Una sonrisa incómoda se dibujó en la cara de la Warussa, mientras el abrazo se volvía más opresivo. El poderoso Rey comenzó a apretar con fuerza el torso de aquella mujer mientras ella, absorta en desesperación, intentaba inútilmente separarse. Más y más presión se fue ejerciendo en contra del frágil cuerpo de la mujer. Sus desconcertados ojos miraron fijamente al rey, el cual sonreía tranquilamente.  Un líquido escarlata comenzó a salir de la boca de la Warussa, acompañada de una brusca tos, que salpicó el rostro y la armadura del rey.

Ashlyn, nauseabunda, oyó cómo el crujir de los huesos en aquella visión, indicaban el cesar de la resistencia de aquella mujer y, finalmente un cuerpo sin vida y partido en dos fue arrojado al piso mientras el rey, tomó un pañuelo y secó la sangre de su cara. Se acercó al soldado que sostenía al bebé y dijo: —Se llamará Ashlyn, mi nuevo juguete."

"El Sello Maldito"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora