Capítulo 33: Pasar de lo que está ocurriendo

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No sé cómo podría explicar lo que siento en este exacto momento, pero sí sé que podría resumirlo a tres simples palabras: como la mierda

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No sé cómo podría explicar lo que siento en este exacto momento, pero sí sé que podría resumirlo a tres simples palabras: como la mierda. La cabeza parece darme vueltas, los oídos no dejan de pitarme, hasta daría la impresión de que mi cuerpo está unido de alguna forma al colchón en el que estoy acostado ahora mismo. Me hundo sobre él sin fuerzas para evitarlo. Sin embargo puedo ver el techo, siendo eso lo único que necesito para saber que esta no puede ser mi casa, ni ninguna casa que yo conozca.

Hay una ventana, puedo verla a mi costado sin mucho esfuerzo. Está cerrada, y las cortinas que la cubren son de una horrible tonalidad anaranjada. Diviso que tiene varias pegatinas de Toy Story, lo cual es muy curioso, pegadas al cristal. Aunque es muy probable que esté cerca de vomitar hasta mi alma, intento girar un poco mi cuerpo para, al menos, poder distinguir algo más que el techo y una simple ventana con pegatinas. Lo consigo, pero junto a ello viene la sensación de que todo mi estómago se revuelve. Desde mi nueva posición tengo una mejor vista de toda la habitación.

Incluso puedo ver al presunto dueño de la misma.

Hay un colchón en el suelo. Sobre él se encuentra Casper, mirándome con ambos ojos abiertos de par en par como quien lleva despierto queriendo morir más de una hora. No sé cómo hace la gente que va a fiestas cada fin de semana para soportar esto cada vez que vuelven a casa.

—Hola—me saluda.

—Hola.

Vuelve la vista al techo. No sé qué más decir, además de quizás advertirle que puede que termine vomitando en su cara.

—¿Cómo te sientes?—pregunta en mi lugar.

Le hago un par de señas para indicarle que estoy a punto de morir. Como respuesta, Casper hace una mueca. Lo observo sin decir nada, y no puedo evitar que un recuerdo desconocido venga a mi mente. Se trata de él conduciendo, un par de luces rojas alumbran su cara pero todo parece sacado de un sueño porque, si pienso en mí, me veo dentro del mismo coche que él. Y yo no recuerdo que eso haya sucedido.

Vuelvo a tumbarme mirando el techo al mismo tiempo en el que cierro los ojos para concentrarme. Más imágenes no tardan en aparecer. Veo otro coche, aunque en este yo estoy con Cassie, y ella llora mientras habla de una manera muy extraña. Lleva un vestido rojo, largo pero no escotado. Nunca le gustó exponerse de esa manera. Yo me harto de escucharla y decido irme, dejarla sola, desaparecer. Nada más, nada menos. Entonces me veo a mí mismo bajando del coche. Yendo hacia alguna parte oscura y alzando la mirada para encontrar así el techo lleno de estrellas.

Una fiesta. La música. Las bebidas. Los codazos. Creo que puedo recordar cómo se siente.

—Debería irme—estoy diciendo sin darme cuenta—. ¿Qué hora es?

—Casi las once—oigo responder a Casper, con la voz somnolienta—. Te llevaría, pero mis padres se fueron con el coche. Odio tener que decirte esto, pero de verdad que te conviene ir con cuidado, Cam.

Toquemos las estrellas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora