Árbol hueco

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Las últimas lágrimas caen al suelo y riegan este vergel. Los colores y los alocados latidos de mi corazón desaparecerán sin clamor.
En el pecho permanece el adiós. Las raíces de este frágil árbol se mueren sin pedir ayuda a Dios. Desaparecerá el brillo de los ojos al compás del rocío que cae sobre castigadas hojas.
Es hora de despedirse y con mis frutos caer al suelo del Amazonas.
Cuando eres consciente de la brevedad para encontrarte con la muerte, los huesos se rompen y, de forma delicada, se escucha el crujir de la madera al ser quemada. Desapareceré para convertirme en serrín y ser hogar de los gusanos. Contradictoriamente, he estado viviendo entre ellos toda mi vida. No será molesto ser defecado por mil de ellos. El mundo te desprecia por ser diferente. Cuando la hierva crece demasiado, se corta. Como está expuesto en "Así hablo Zaratustra", la sociedad ridiculiza al diferente, por el simple hecho de serlo.
Fui un escritor deprimido y hoy la sabia de este árbol se evaporará entre lágrimas y gritos. Moriré con la pluma en alto y, con la cabeza inclinada, me rendiré a la guadaña que ríe sin parar de mi desgracia. Cáncer y hojas marrones yacen en mis pulmones. Muero por humo para convertirme en polvo.
No estoy muerto todavía y por ahora sigo sintiendo el viento que mueve mi copa; escuchando los pasos de las ardillas que no llorarán mi caída; saboreando las ennegrecidas colillas que rodean mi hogar; oliendo el contaminado aire que transformo en vida si cerca se encuentra; viendo como desaparece el vivo verde de entre mis ramas. Aunque, poco me queda para seguir en pie.
Nunca llegue a ver una cana en mi cabello y siempre me sentí bien, pero sin pelo ni fuerzas me arrodillo ahora a tus pies. Todavía no la olvide aunque atrás la dejé. Corté el tronco y la despojé de mi alrededor. No se fue lejos, pero la infinidad nos separaba.
Tristemente, ahora que poco me queda, afirmaré que muero de amor por ella. Solo me quedaré embelleciendo al mundo si su voz me lo suplica. Sin ella, mi función perdió sentido. Sentir vida en la copa de este enamorado árbol mientras muerto me siento sin su olor.
Solte su mano entre gritos y motosierras. Su cuerpo cayó al suelo y nadie la levantó. Entre islamistas y miedo, mi cuerpo se escondió sin ella, a lo lejos. Paralizada, sin miramientos despojaron su alma al divino Cielo.
Desde aquel día arrojé una hoja de diario al callado cuerpo, callado por mí, sin miramiento.
Triste vivo y puede que triste muera, tan solo pedir al mundo convertir mi cuerpo en    fructífero. Entre mis entrañas permanecen solemnes órganos que de vida empañarían las gafas del destino. Esta amarga carta escrita con melaza es mi despedida. Pero quiero pedir un favor al mundo. Vosotros que rechazasteis a este joven demente podéis extirpar los podridos órganos para encontrar cura a la muerte, porque, en mí, yacen respuestas.
Pocos años fueron necesarios para dar a luz a mi caótica capacidad de estropear todo a mi paso. Como ser humano que soy, muevo mis ramas para espantar a quien se acerque a beber de mi estropeada sabia. Por favor, no os dirijais a mí. Deseo ser eliminado de cualquier camino, no quiero ayuda para deshacerme del frío. Sin ropa ni mantas camino, pero ayuda, yo no necesito.
Que no salte nadie conmigo al vacío, que sin paracaídas y desde el infierno tan solo cierro ojos y me tiro.
Amparo yo no quiero, pero su presencia me devolvia al mes de enero. Sin calor ni frío, conseguia que me sintiera vivo.
Tan solo necesito tabaco, papel y boquillas ya que drogado vivo al beber el agua del amargo rocío.
Adicto a ella, pero no al olvido. Rechazaré toda ayuda porque con las manos vacías siempre me sentiré vencido.
Tocar el cielo con mi copa es lo que más deseé, aunque ahora me tendré que conformar con volver a poder besar sus pies.
Reencontrarme con su alma es lo que llenaría mi vacío leño. Sinceramente, por muy cerca que aceche la muerte, no confío en tener esa suerte.
Por última vez, mientras me moría, desconecte los cables y haciendo caso omiso a súplicas, salí por la puerta decidido a exhumar su pálido cuerpo.
Entre sudor y temblores la volví a ver, aunque no en su máximo esplendor. Sin ojos ni entrañas besé por última vez su delicado cuerpo. No pude acariciar su piel pero en el recuerdo vivirán la sensaciones que regaban mi jardín. Mirando con pesadas lágrimas aquellos amados restos, cerré el nicho desde dentro para esconderme por última vez en mi vida, aunque esta vez, permaneceré siempre a su lado.
Lloraré por su alma incluso en el más allá, ya que condenada fue por la incompetencia que yace en mi apagado libido. No fui fuerte y arrancaron sus raíces con tal brutalidad que decidí no volver a ser consciente. Me aislé de la realidad entre alcohol y humo de tabaco.  Ahora que en mi yace la muerte, moriré para permanecer eternamente bajo la sombra que ella me ofrece.

Atentamente, un árbol sin raíces.

P.D: Entiendo que al leer esto habéis encontrado la carta y exhumado nuestros cuerpos. Todavía queda pendiente mi último deseo como paciente terminal. Convertid nuestros cuerpos en polvo y  cubrid con las cenizas a la sequoia más fuerte. Tan solo puedo desear dentro de estas agobiantes paredes, unir nuestras almas mil y un años más. Confio en la bondad que una vez me fallo. Dadnos una mejor vida. No lo hagáis por mí, yo ya estoy muerto, hacedlo por ella ya que en su interior, yacía un pequeño embrión que nunca llego a ser.

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⏰ Última actualización: Jul 02, 2017 ⏰

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